Presente, Estados Unidos.
-Si. Hey! Espera.
-¿Qué?
-Dile a George que se vaya bien presentable. –el muchacho pareció entrañarse un poco.
-Ok, se lo diré.
-Mil Gracias.
Una idea se formuló en mi cabeza, Sofi me amaría por esto.
-¡Dios Miranda! –Me gritó mi amiga bastante indignada- toda la tarde, tuviste TODA la tarde ¿Y ahora me dices que no se te ocurre qué ponerte?
Sofia se había sentado sobre mi cama para verme corretear de aquí para allá por la habitación. Eran las 9:45 de la noche y la limusina pasaba por nosotras a las diez. Yo me sentía incapaz de elegir algo para la fiesta, de entre tanta ropa que tenía.
-¿Qué no tienes nada para promocionar?-preguntó. Era evidente que estaba irritada. Ella odiaba llegar tarde.
-Sofi, tranquilízate, en todo caso, no es que nosotras llegaremos tarde, los demás se presentarán muy temprano.
-¿De qué película sacaste eso? Elige algo YA, perdemos el tiempo. –Auch, me había atrapado.
-Me atrapaste-contesté pinchada, mientras revolvía entre los vestidos de una percha.
-¿Y estás segurísima de que George estará allí?-preguntó como por quinta vez en cinco minutos.
-Al 100x100 sofa- A veces solía llamarla así. Le respondí sin quitar los ojos del perchero. Entonces divisé una prenda que había pasado por alto. La descolgué y la contemplé. Era un vestido corto y negro. Ceñido en el pecho y hasta la cintura. Luego caía con gracia más debajo de los muslos. Al final, poseía un lindo puntillado. Sin pensarlo dos veces, me lo puse. Di gracias a Dios porque ya me había maquillado y peinado. Solté el broche que contenía los bucles que ahora tenían las puntas de mi cabello y este calló graciosamente tras mi espalda. Me calcé unos zapatos altos como botitas negras y comencé a rebuscar en los cajones.
-¡¿Y ahora qué estás buscando?!.
-Solo una cosa…-no le presté importancia, solo estaba nerviosa por George-¡JA! ¡Te encontré!
Saqué con cuidado un viejo relicario del cajón. Tenía la imagen de una reina en el exterior y una cadena fina y larga de la cual colgaba. Si lo abrías, podías apreciar una imagen de mis abuelos maternos en su época de gloria. Me lo coloqué.
-Ya. ¿Te gusta?-pregunté al mismo tiempo que se oía una bocina afuera, en la calle.
-Sí, estas grandiosa-dijo Sofi apenas mirándome-ahora nos vamos.
Acto seguido me tomó de la muñeca y prácticamente me arrastró escaleras abajo. Una vez sentadas en la parte trasera, se me ocurrió que tal vez no tenía tantas ganas de fiesta. Estas siempre se llenaban de chismes, borrachos, música alta y, de vez en cuando, droga. Pero luego miré a Sofia y lo linda que se había producido. El maquillaje era espectacular, hacía resaltar sus ojos claros. Llevaba una pollera apretada y corta, de color negro, con una remera blanca más colgada y un collar de madera oscura colgada del cuello. Zapatos altos. Si yo fuera chico… bueno sería un comentario demasiado extraño, asique mejor lo omitiré. En todo caso no podía dejar que semejante arreglo se desaprovechara.
Llegamos a la fiesta, nos tomamos fotos en la resplandeciente entrada y luego ingresamos al interior. Este estaba oscuro, en el centro habían montado una estructura que estaba repleta de luces para que la gente bailara debajo. La electrónica sonaba por todos lados y la gente se movía a su ritmo. Como el espacio era circular, estaba todo rodeado por la barra más grande que había visto en mi vida y solo la cortaba un escenario que habían instalado. Supuse que para cualquiera que quisiera utilizarlo.
Entonces divisé una cabellera repleta de rulos. Estos eran de color castaño claro y le caían hasta un poco más debajo de los hombros. Ella estaba montada sobre unos zapatos de plataforma que la hacían bastante más alta de lo que en realidad era, aunque tampoco se podría decir que fuera una persona baja. Venía enfundada en un precioso vestido de anfitriona. Me acerqué a ella para saludarla. En cuanto me vio, extendió una hermosa sonrisa que parecía sacada de un comercial de dentífrico. Sus labios eran rojos, como de costumbre . Por milésima vez en mi vida envidié sus largas pestañas y sus ojos oscuros, penetrantes.
-¡Miranda! –chilló al verme, pues la música seguía muy alta. Sostenía un Martini en su mano derecha- ¡Me alegro mucho de que hayas podido venir!
-¡También yo! –le respondí- ¡Hey! Ella es Sofi-dije presentándole a mi amiga- tal vez la recuerdes.
-¡Oh! Nunca la olvidaría.
-¡Hola!-gritó ella para hacerse escuchar.
-¿Serían tan amables de acompañarme a por un cigarro?-preguntó. No es que a mí me gustaran en demasía, pero al menos teníamos algo que hacer. Sofi me miró con cara de súplica. Sabía que ella se moría por encontrar a los chicos, y para ello habría que buscarlos, pero me mantuve firme, tendríamos tiempo hasta el amanecer.
-Claro. Tu ve adelante y nosotras te seguimos. –Pensé en algo más que decir- Estupenda fiesta.
Nos metimos tras ella entre la multitud. Por suerte logramos salir ilesas. Mary se abrió una puerta y se deslizó por allí. De repente nos encontramos en un patio que estaba decorado muy lindo. La música apenas era audible, nos llegaba como si fuera de muy lejos.
Llegamos hasta un banco de madera y hierro. Sofi y yo nos sentamos mientras que ella se quedaba parada y depositaba la copa (ya vacía) sobre una mesita que había cerca. Abrió su cartera y sacó un cigarro y un encendedor. Luego lo prendió y le dio una calada. Su rostro se relajó y un temblor recorrió su cuerpo.
-Ahhh. Dios mío, ¡Cuanta presión ser anfitriona de una fiesta tan grande!
-Es todo un trabajo-comenté yo, que ya había vivido la experiencia.
Entonces sentí que Sofia me clavaba las uñas en la muñeca, la miré y con los ojos me señaló frenética hacia la izquierda. Dirigí mi vista hacia allí y me topé con la de Ringo. En cuanto nos divisamos el sonrió. Me hizo un gesto de saludo con la mano que no sostenía su cigarro. Yo lo invité a que se acercara con la cabeza. Al perecer, Mary se dio cuenta de la extraña manera de comunicarnos y levantó una ceja, solicitando una explicación. A mi lado, Sofi se retorcía los dedos de las manos muy nerviosa. ¿Pero qué le estaba pasando? Ah, sí. The Beatles eran sus mega ídolos. Me disponía a dar explicaciones cuando una voz me interrumpió.
-Ringo Starr, un placer-dijo estrechándole la mano a Mary. Ella sonrió complacida. -¡Miranda! ¿Cómo has estado?-preguntó alegre, dirigiéndose a mí.
-Muy bien gracias- sentí un codazo bien feo en las costillas, instantáneamente me llevé una mano a la zona afectada. Le dirigí a Sofia una mirada de odio- Oh, ella es Sofi-comenté con voz estrangulada. Mi amiga se paró y le dio un apretón de manos demasiado entusiasta, diría yo.
-Un placer-repitió el baterista y una sonrisa de oreja a oreja iluminó el rostro de la castaña. Me puse de pie como los demás y entonces noté que alguien se acercaba. A paso lento, con las manos dentro de los bolsillos y la cabeza gacha. No es que viera mucho, pero por eel pelo y la estatura, deduje que era George.
-¡Hey Georg! –le grité, Ringo me echó una mirada de advertencia, pero ya era demasiado tarde-¡Aquí estamos! –El castaño cambió la dirección de sus pasos y se unió a la pequeña ronda que habíamos formado. Cuando levantó la cara, entendí la expresión del otro chico. Harrison estaba todo colorado y parecía extremadamente nervioso. Sentí que Sofi se tambaleaba un poco a mi derecha, tal vez era demasiado para ella. Entonces soltó la respiración y logró calmarse un poco.
-Hola, ¿Qué tal?- le habló Mary al recién llegado- Soy Marianne Johnson, un gusto-agregó sonriente extendiéndole la mano. George se quedó estático, amagó con hablar, pero un ruido ininteligible salió por su boca. A Ringo el costo muchísimo contener la risa. ¿Por qué actuaba tan extraño? A mi me había parecido muy seguro de si mismo la noche anterior. El baterista apretó un hombro en un medio abrazo.
-Él es George Harrison, gran fan, esta encantado de conocerte. –comentó con una gran sonrisa que inspiraba confianza. George continuaba mirando a Mary embobado y apenas atinó a asentir con la cabeza. Noté enseguida, por el brillo de sus ojos, que a ella le había encantado él. –De hecho, creo que está enamorado de ti-continuó Ringo-por eso no habla, pero es un gran chico.
Todos reímos ante el comentario y Harrison se coloró incluso más.
-Yo ehh.. no es verdad, te admiro mucho, sí, pero no es que este enamorado de ti o algo. Es que eres como mi ídola y…- al parecer, soltó todo lo que llevaba adentro de sopetón. Mary se quedó mirándolo. Sonrió satisfecha. Apagó el cigarro en el cenicero de la mesita y lo agarró de la muñeca. George alternaba la vista de su mano al rostro de ella, sin decidirse a creérselo.
-Eres encantador, George Harrison, vamos a bailar, amaría escucharte pronunciar tu nombre por ti mismo. –entonces tiró de él para irse por donde habíamos llegado. –¡Un placer chicos, nos vemos al rato!-agregó mientras desaparecían tras la puerta; yo solo llegué a atisbar que George pegaba un pequeño y extraño saltito de alegría.
-Tiene suerte con las mujeres-comentó Ringo y estallé en carcajadas. Una vez que me calmé, proseguí.
-¿Sabes donde están los demás?-pregunté- necesito hablar con John.
-Sí, claro. ¿Por qué no vamos todos juntos? –dijo posando su mirada en Sofi, quien se coloró. Jaló de mi muñeca en un gesto que yo sabía que significaba “Necesito hablar”.
-Por supuesto, tu adelántate que nosotras te seguimos. –el apagó lo poco que quedaba de su cigarro consumido y se dio la vuelta. Sofi se dirigió a mí.
-Te juro que casi me desmayo cuando los vi a los dos ¿Cómo haré cuando vea a John y Paul?!
-Relájate, estarás bien. –le aseguré, luego nos apresuramos para alcanzar a Ringo.
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