martes, 28 de febrero de 2012

Capítulo 19

Presente, Estados Unidos.

-¿Qué tienen las mujeres famosas y seductoras de aquí con él? –preguntó molesto. Y una vez más, su pregunta fue formulada como si yo no estuviera presente.
-¿Me estás llamando mujer famosa y seductora?-inquirí.
En ese momento llegó el mozo con la comida. ¡Pero que oportuno este mexicano!   

Nos pasamos el resto del almuerzo charlando y riendo. Paul no respondió a mi pregunta pues empezó a engullir a penas la comida estuvo a su alcance, pero decidí dejarlo pasar. Tampoco era que quería forzar las cosas. 
Una vez pagada la cuenta, nos levantamos. De nuevo se hoyó su particular rington. No dejaba de hacerme gracia, tanto que John le gustara Marilyn, como que Paul no lo hubiera cambiado.
-Oh, disculpa Miranda, debo atender esto. –dijo mirando ceñudo la pantalla de su teléfono. Me pregunté quién sería, había conseguido borrarle la sonrisa de la cara.  
Se alejó por unos momentos, mantuvo una conversación en susurros y después regresó hasta donde yo me encontraba, que era precisamente junto al mostrador.
-Era Brian-informó a penas nuestros ojos se encontraron- al parecer surgió un percance. Encontraron un error en la grabación del disco.* Parece que tendremos que grabar varias cosas de nuevo. Y además quieren tomar varias fotografías más para promocionarlo. –agregó con pesar
-¿Todas las grabaciones? –me sorprendí- ¿No hay nada que se pueda salvar?
-Supongo que si, no lo sé, la verdad no entendí demasiado bien con el ruido.-nos quedamos en silencio, Paul con las manos en los bolsillos y yo con la mirada clavada en mis pies. Me sorprendí al encontrarme con zapatillas en lugar de tacones. – Yo… creo que sería mejor que me vaya. –no quería, no quería que él se fuera, o los chicos de The Beatles. Si me quedaba sola, estaba segura de cometer alguna estupidez.
-¿Te…-comencé dudosa, me daba un poco de nervios, pero era lo necesario para conseguir lo que deseaba- molestaría que te acompañe?
Las comisuras de sus labios se elevaron, formando una reluciente sonrisa de oreja a oreja.
-Acabas de leerme la mente, Miranda. –eso provocó que su mueca se me contagiara. Comenzamos a caminar hacia el auto cada vez más rápido. Compitiendo entre nosotros pero sin llamar demasiado la atención, por lo que no podíamos correr. Al final aumenté la velocidad, parando de pronto con las dos manos sobre el baúl del auto, el cual estaba mucho más cerca de lo que había creído.
-¡Gané! –le grité a Paul sin darme la vuelta. Me sobresalté cuando sentí el peso de su cuerpo sobre mí y vi sus manos apoyadas junto a las mías. Aprecié su respiración en mi cuello y un temblor me recorrió de pies a cabeza. Giré hasta encontrarme frente a frente con su cara.–Lento.-le presumí y luego sonreí maliciosamente –o eso intenté-.
Esperaba que me replicara con algo inteligente, dado que lo había provocado a propósito, pero su intensa mirada me embargaba. Yo no conseguía quitar la vista de esos faros color miel, sentía que llegaba a su interior mirando a través de ellos. Entonces Paul comenzó a alternar, fijándose en mis ojos y bajando hasta los labios, varias veces. Caí en la cuenta de que, una vez más, estábamos a centímetros. Pero no se trataba de una fiesta, era pleno día, en una calle bastante concurrida de Los Ángeles. Cerré los ojos, dispuesta a esperar ese beso sin importarme otra cosa por primera vez en mucho tiempo. Pero Paul no acortó la distancia. Al instante sentí que alguien tiraba de mi manga, los brazos me caían inútiles a los lados del cuerpo.
Abrí mis ojos. El castaño se había separado, baje rápido la vista en dirección a mi mano. Allí encontré a una pequeña niña observándome fascinada. Llevaba el cabello rubio y lacio, como el mío, y poseía unos preciosos ojos claros, que me recordaron a los que minutos antes ocupaban todos mis pensamientos. Tenía puesta una remera con el título de una película que yo había protagonizado y en la otra mano, sostenía una pequeña libreta de color rosa.
Paul se agachó hasta quedar a la misma altura. La muchachita le concedió por un momento su atención, pero luego volvió a centrarse en mí. Yo también me puse en cuclillas.
-Hola pequeña, ¿Cómo te llamas? –al principio tardó algo en responder, como si estuviera inmersa en un maravilloso sueño. Escuché algo de alboroto en la cuadra de enfrente y gire mi cabeza para descubrir qué pasaba.
Una señora con un carrito de bebé y otro niño tomado de la mano, miraba alarmada en nuestra dirección. Esperó a que ningún auto pasara y luego cruzó la calle con los dos niños.
-Lo siento mucho –dijo en cuanto estuvimos lo suficientemente cerca- no la he podido contener. –luego miró a la chiquilla- Ally, no vuelvas a asustarme así. Y ahora pídele perdón por haber interrumpido sus cosas. –la regañó en tono maternal.
-No hace falta, no hay nada por lo que tenga que disculparse- recién después de escuchar su voz, caí en cuenta de que Paul ya no seguía acuclillado en el piso.
-Ally, ¡Qué bonito nombre tienes! –le dije yo a la pequeña que continuaba mirándome hipnotizada.
-A mi me encanta el tuyo, Miranda- dijo cortés, y luego se asombro de haberme hablado.
La madre se sorprendió y me miró con atención por primera vez.
-¡Madre santa! ¡De verdad que eres Miranda Kane!
-Eso dicen-comenté al tiempo que me levantaba.
-¿Podrías por favor firmar esto para mí? ¿Por favooooor? –reclamó mi atención Ally, tendiéndome la libreta y haciendo un puchero.
-Por supuesto- dije tomándola- ¿Paul, por casualidad tienes un bolígrafo? –el muchacho comenzó a tocar sus bolsillos para inspeccionarlos, resultó que guardaba uno en el izquierdo.
-Aquí tienes. –me lo pasó. Yo lo así firme y abrí la  libreta. Busqué una hoja en blanco donde le dejé un mensaje que decía: “Querida Ally, nunca te rindas, te deseo lo mejor!” luego lo firmé. Me agaché para devolvérsela y le susurré algo al oído.
La rubiecita avanzó hasta Paul y le dio un buen abrazo.
-¡Muchas gracias!-exclamó este, sorprendido, y le correspondió.
-The Beatles es la mejor banda. –agregó la pequeña. Yo me reí. A continuación, luego de que la madre diera cuanta que tenía en frente a Paul McCartney y luego de expresarle su admiración, tomó de la mano a la pequeña y se fueron alejando. En cierto punto, ella se dio la vuelta y gritó.
-¡Adiós, Miranda! ¡Eres mi ídola!
Paul y yo nos subimos en el auto y lo primero que hice fue abrochar mi cinturón.
-Tú le dijiste eso, ¿Verdad? –preguntó a la vez que encendía el motor.
-¿De qué hablas? –fingí estar desentendida.
-Del abrazo y las palabras que dijo después.
-¿No eras tú el que quería fanáticas de por aquí? Ahora ya tienes una. –le guiñé un ojo.
-¿Qué acaso tú no lo eres? –atacó pícaro, como siempre.
-¿Saldrías con una fanática?-volví a repetir la pregunta de hace unas horas.
-Por supuesto.
-Pues entonces, sí. –sonrió vencedor. –Ya arranca, o Brian te matará por retrasarte.
Después solté una carcajada, acababa de tirármele a Paul McCartney. ¡Por dios, Miranda!

lunes, 27 de febrero de 2012

Capítulo 18

Un año y medio en el futuro, Londres.

<<Vamos, Paul, tú puedes hacerlo, solo aprieta el botón>>
Me encontraba tumbado en la cama, tenía mi teléfono móvil asido con fuerza por ambas manos. Lo levantaba a unos treinta o cuarenta centímetros de mi cabeza. En la pantalla podía leerse solo un nombre: Angie.
Tenía el pulgar sobre la tecla verde, pero no atinaba a presionar. Sentía que las palmas me sudaban y los brazos comenzaban a acalambrarse debido a la posición incómoda que había adoptado. 
Todo el tiempo había creído que sería fácil. Es decir, “¡Hola! ¿Cómo te encuentras? Es Paul McCartney, me preguntaba si saldrías conmigo…”; luego ella diría “sí, encantada” y fin de la cuestión. Un plan simple, con un diálogo fácil, pero ni siquiera era capaz  de pulsar el botón.
Desde aquel almuerzo ya habían pasado… ¿Qué, una semana, nueve días? No podría decirlo con exactitud. Lo que sí tenía bien claro era que me había acobardado. Es decir, ni siquiera intenté establecer contacto. Al principio me melancolicé con el tema de Miranda, después tan solo ponía trabas inútiles. Lo más probable fuera que en serio era la primera vez en un año que quería esforzarme por una chica. Me refiero a que, probé coquetear con algunas fanáticas, pero ese era el problema. Ellas jamás me dirían que no, porque en serio me querían. Bueno, a menos que se interesaran por algún otro miembro, en cuyo caso me pondría demasiado celoso…
Lo había hecho otra vez, de nuevo me había ido de tema. Giré en la cama hasta apoyar el teléfono y las manos en la almohada y los codos en el colchón.
-¡Deja de moverte, Paulie! Algunas personas normales intentamos dormir. –era Ringo, por lo general se trata de un chico muy paciente, pero digamos en su favor que estábamos de gira. En una hora más o menos llegaríamos con el bus a la estación, y entonces no tendríamos ocasión de dormir hasta después del concierto, en la noche. Por ello, si fuera una persona sensata, estaría durmiendo, o intentando, al igual que Ringo. Podría roncar como John o hablar en sueños como George, pero en vez de eso, no paraba de dar vueltas y más vueltas, tanto en la cama como en mi cabeza y había logrado molestar a Ringo, quien había tenido la mala fortuna de elegir su lugar bajo el mío.
Procuré quedarme quieto por un rato. Eran las nueve de la mañana, momento perfecto para llamar a Angie. Y las dudas volvían a mí. ¿Qué tal si no le caía bien? ¿Me reconocería? ¿Sería demasiado temprano? ¿Y si ni siquiera se molestaba en atender? No podía dar por seguro que me quería. Estas cosas no me pasaban desde… ¡Ya qué! Desde Miranda.  
Solté un bufido, me dolía la cabeza. Necesitaba dejar de pensar por  un tiempo. Podría escuchar algo de música, pero despertaría a los demás. Deseaba por sobre todo estar en el escenario y desahogar mi frustración con un maravilloso concierto. Por lo menos eso se me daba bien.  La verdad, cuando estaba en casa celebrando el año nuevo, no me apetecía irme de gira. Parecía demasiado trabajo… y al final resulto sentarme increíblemente bien.  Conectar directamente con el público, sentir sus gritos y cómo cantan nuestras canciones. Increíble. Impresión única. Además, las canciones del nuevo álbum eran grandiosas. De igual manera cantábamos algunas como “I saw here standing there”  “Love me do”.  Tenía el presentimiento de que el 1965 sería un buen año. -Oh, sí. Ya que estoy haciendo tiempo para evitar la parte en la que hablo con Angie. Volviendo a lo importante, estaba física y mentalmente muy cansado, asique accidentalmente dejé que mi cabeza cayera con fuerza sobre la almohada. Mi frente le dio a mi pulgar y sin planearlo, estaba llamando a esa linda chica de nombre Angie.
Me levanté bruscamente y me senté en la cama.
-¡McCartney! –se hoyó a Ringo protestar, otra vez.
-¡Lo siento! no volverá a pasar-le respondí en susurros.
Sentí que el corazón se me aceleraba a medida que escuchaba los “tuu, tuu” del teléfono. Lo tenía fuertemente pegado a mi oreja. Una… dos… tres… cuatro veces. Comencé a soltar el aire que no sabía estaba conteniendo, ella no atendería.
-¿Hola? –Una voz femenina un poco adormilada se coló en mi cerebro. Yo no atinaba a responder y para colmo, no podía hacer ruido alguno sin molestar a los demás. -¿Hay alguien ahí?
Al fin logré entrar en acción. Me bajé de la cama de un salto, aterrizando justo al lado de la cabeza de Ringo. El muchacho abrió un ojo bastante rojo debido al cansancio y me fulminó con él. “discúlpame” articule con los labios.
-¡¿Hola?!
¡Mierda! ¡Debía darme prisa!
Atravesé veloz el pasillo y me colé a la parte en la que desayunábamos. La luz cálida e intensa del sol hizo que los ojos me picaran. Como era de suponer, el sector “sueño” estaba completamente a oscuras.
-Sí, disculpa-empecé, pero ella me interrumpió.
-¿Quién habla? –preguntó, cautelosa.
-Ehh- titubear así al teléfono no estaba bien ¿Qué estaba pasando conmigo? De repente, mi vista se posó en una fotografía de una batería que se hallaba pegado en la pared- Ringo Starr.-respondí.
¡¿Qué?! ¡¿Se puede ser más idiota?! ¡Paul! ¡Paul McCartney era yo, no Ringo!  
Silencio, eso era lo único que se escuchaba del otro lado.
-Bueno…-ahora la que parecía nerviosa era ella, solo que comparada conmigo, eso no era nada. Yo estaba que me arrancaba la cabellera, pelo por pelo- Sofi no está conmigo, pero si quieres puedo dejarle un mensaje.- Y ahí estaba, otra vez esa voz que me recordaba a la de George por su acento tan marcado, aunque claro, siendo inglés también yo, no distinguía del todo bien nuestros acentos. -¿Ringo?
-Sí, muchas gracias-respondí hablando más grueso de lo normal y haciendo una patética imitación del tono del baterista. Agradecí al cielo que nadie estuviera filmándome en esos momentos.
-¿Y bien? –Preguntó ella con urgencia, como si se muriera de ganas de cortar- ¿Qué es lo que quieres que le diga?
-Yo…- <<Piensa, Paul, piensa>>- solo dile que la extraño y que… le compuse una canción. –si bueno, eso no era lo que se dice un comentario inteligente. Ahora Starr me re-mataría cuando se enterase de que debe escribirle a su novia otra canción; y digo “re” porque yo ya me habría suicidado a causa de esta conversación tan patética.  
-Esta bien…-comenzó insegura, luego se puso firme- y no es por ofenderte ni nada, pero recuerda a mi querida amiga que detesto que pase mi número de teléfono. Ella ya sabe que desapruebo a los miembros de bandas contemporáneos. –Auch! Eso era ser mala, pobre de Ringo, digo, de mí. Esperen, yo también aplicaba a ese concepto, ¿Verdad?
-Ouo. Calma. –la frené, ahora que ya había empezado –o de alguna forma retorcida, mi amigo lo había hecho- no quería perder a esta chica- ¿Qué quieres decir con eso de “desapruebo a los miembros de bandas contemporáneos”? –se hoyó un bufido.
-Déjalo, no importa. Yo le paso tu mensaje a Sofi. –y con eso se escuchó un clik y se cortó la llamada.
Me acerqué a uno de los asientos y me derrumbé en él. Apoye los codos sobre la reluciente superficie de madera y hundí mi rostro entre mis manos. Comenzando a fregarlo exasperadamente.  Había sido la peor conversación telefónica de la historia. Horrible. ¿Por qué había intentado llamarla siquiera? Y lo peor era que, conociéndome, no me rendiría hasta conocerla; porque había algo en esa chica que me resultaba especial, casi tan emocionante como recuperar aquello que creía perdido. Además, si existía algo que odiaba hacer, era dejar cosas inconclusas.
Sentí movimiento a mi alrededor y abrí los ojos. Dejé que mis manos cayeran en la mesa. A unos metros de mí había una  linda muchacha. Tenía el pelo castaño algo rizado, era más largo de lo que en realidad aparentaba. Poseía unas pestañas largas y ojos color café. Era morena. Nuestra maquilladora, Isa.
No entendía muy bien por qué el personal viajaba en el mismo bus, ni siquiera comprendía que tuviéramos maquilladora personal, pero ahí estaba ella. Dirigí la vista hacia otro lado. George nos tenía prohibido mirarla, o más bien a mí, dado que los otros dos estaban muy enamorados con sus respectivas novias, aunque últimamente no le interesaba en lo más mínimo ya que andaba muy enamorado de Marianne. Asique mi rostro volvió directo a mis manos, e increíblemente, al poco rato,  me quedé dormido. 

domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 17

Presente, Estados Unidos.

-Ehh, sí, encantado. –sonrió de oreja a oreja- ¿Cómo que no? –luego devolvió su atención al chico del mostrador-¿Tienen mesa para dos?
-Por supuesto.

Al final nos concedieron un lugar algo apartado, en el rincón más lejano a la puerta o las ventanas. -¿Qué diría el mundo, si me viera abrazando a John y algunos días después, almorzando con Paul?- Todo en el restaurante era de vivos colores y los del fuego predominaban, aunque también se mezclaban con un verde vivo.
Paul tomó uno de los menús y se dedicó a mirarlo un rato largo. Por mi parte, me había puesto a observar su rostro. A medida que leía, hacía muecas extrañas; arrugaba las cejas, fruncía los labios. Un par de veces levantó el brazo para rascarse la cabeza, consternado.
-¿Hay algún problema? –le pregunté. El muchacho se sobresaltó, como si hubiera olvidado que yo estaba allí. Luego soltó la carta y suspiró.
-No entiendo nada de lo que dice, está en español. –lo miré fija, conteniendo la carcajada- si por lo menos George estuviera aquí…-agrego de manera teatral, exagerada.
-¿Él sabe hablar español?
-Sí. No. Bueno, algo así. Por lo menos sabe leer los menús. –se quedó pensativo- o tal vez tiene que ver con comida, Harrison sería capaz de leer mandarín hasta por un trozo de queso.
Me reí ante la ocurrencia.
-Paul-lo paré antes de que pudiera continuar, pues había tomado aire- dudo que George aparezca milagrosamente, asique… ¿Por qué no le damos la vuelta al menú y leemos el que está en inglés?
El muchacho se irguió de pronto y sus mejillas se pusieron algo coloradas.
-Sí, esa era mi segunda opción. –miró el techo como si allí estuvieran escritas sus siguientes palabras- y además, solo para que lo sepas, te estaba probando. Siempre estuve al tanto de la parte en inglés. –volví a reír y enarqué una ceja. -¿Qué?
-Pasas demasiado tiempo con John. Se te ha contagiado su incapacidad para mentir. –entonces fue Paul el de la carcajada. Dio vuelta el menú y se puso a leer en voz alta. Al finalizar, los dos hablamos al mismo tiempo.
-Tacos. –luego reímos otra vez.
-¿Para qué tanto lío si ya sabías que querías tacos?-inquirí con la respiración algo alterada.
-Tal vez tú querías otra cosa. –se encogió de hombros- ya sabes, las damas primero.
-Pero qué caballeroso. –le dije, en broma.
-Y con orgullo. –Luego me regaló una sonrisa. Agradecí internamente los años de actuación que tenía encima, así no sería posible que él notara lo acelerado que estaba mi corazón o las mariposas que se habían colado en mi estómago. Dos hoyuelos se formaron en sus mejillas, algo que sucedía a veces cuando sonreía.
-Eso no vale-dije casi sin pensar. Para mi desgracia, me había oído.
-¿Qué cosa?
-Que se te formen hoyuelos, es trampa.
-¿Trampa?-preguntó más extrañado todavía, pero sin quitar la sonrisa de su rostro.
-A mí jamás se me formaron.
-¿Me estás diciendo que envidias mis hoyuelos?-fue su turno de enarcar una ceja y el mío de colorarme. Justo en ese momento vino el mozo a tomar nuestro pedidos, se puede decir que fui salvada por la campana… o el mexicano.
-¿Paul?-lo llamé luego de unos minutos en silencio. El asintió con la cabeza. - ¿Crees que alguno de ustedes podría salir con una beatlemaníaca? –él me miró sorprendido.
-Sí, por supuesto.-respondió sin titubear.
-Me alegro de oírlo.
-Dime, si no te molesta que pregunte, ¿Por qué?
-Oh, es solo que una amiga mía se muere por el baterista, quería saber si tenía oportunidad.
-Espera, ¿Amiga tuya?
-Sí, es lo que acabo de decir. ¿Pero eso que tiene que ver…
-¿Estamos hablando de lo que yo creo que estamos hablando?-me cortó.
-Sí. ¿Debo suponer que sabes a quién me refiero?
-¿Sofia?
-Prefiere Sofi, pero sí. –Paul abrió los ojos como platos.
-¿Ella es beatlemaníaca?- Dijo, yo lo miré incrédula.
-¡Claro que sí!-dije riendo, era imposible que lo haya pasado por alto.- ¡Estabas ahí cuando ella se desmayó!    
-¿Y eso se relaciona con ser fan porque…-dejó la pregunta en el aire para que yo la respondiera.
-Ringo y tú le sonrieron al mismo tiempo, y a la pobre le fallaron las rodillas.
-Ohh. –de repente se puso pensativo, colocó una mano en su barbilla- Esto cambia mucho las cosas.
-¿Por qué? ¿Es malo que sea una fanática? –Volvió a mirarme sorprendido.
-¡No! Todo lo contrario, mi pequeño duendesillo narigón se pondrá muy contento.
-¿Tu qué? –Paul comenzó a reír otra vez.
-Lo siento, es que a veces acostumbro a llamarlo así, ya sabes, por su estatura. –Eso me causó mucha gracia, a que clase de loco se le ocurriría ese apodo, solamente al lunático de Lennon, y por qué no, también a Paul.- En fin, creo que nos enredamos con la conversaciónDeduzco que te interesa saber si a Ringo le atrae Sofi.
-Eres muy observador-dije con un tono de sarcasmo, pero sonriendo- Correcto. ¿Tiene alguna posibilidad?
-Miles. Hace rato que no lo veía tan nervioso por una chica. –“Bien, ¡Punto para Sofi!” pensé en mi interior- Lástima que no pudieran venir.
-¿Qué?-esa parte me la había perdido.
De pronto recordé al chico del mostrador preguntándome por siete personas. Até cabos. The Beatles, cuarto. Marye y yo -porque no se me ocurría otro alguien-, seis. Solo faltaba alguien, que bien podría ser Sofi si el baterista la había invitado. ¿Por qué demonios no me había dicho entonces?
-¿Miranda?-lo siguiente que supe fue que Paul intentaba captar mi atención.
-Perdón. Me distraje.
-Eso seguro.-comentó él. Le fruncí el entrecejo. Paul sonrió- te ves tierna cuando te haces la enfadada. –lo dijo como un comentario al aire, obviamente no premeditado. Estuvo a punto de retractarse, pero no lo dejé.
-Gracias, te ves tierno cuando dices cosas que no querías decir. –Paul sonrió de lado, extrañamente complacido de que hubiese adivinado sus pensamientos.–Tengo curiosidad.
-Satisfácela. –dijo haciendo un movimiento con la mano que indicaba algo como “acércate”.
-¿La reserva era para ocho personas?
-Sí. Tú, Marianne, Sofi y nosotros. –así que sí habían invitado a mi amiga. Decidí que sería mejor dejarlo para después. Había otra cuestión que me intrigaba.
-¿Qué pasa con George ahora que conoció a Mary? –las palabras del día anterior en la playa regresaron a mi mente. “Si tienes la oportunidad, ¿Me prometes que preguntarás que opina él sobre mí?”. Paul no pareció disgustado con el cambio de tema.
-Es el hombre más feliz sobre la faz de la tierra. –zanjó.–No para de repetirlo.–nos miramos y reímos.–Espero que ella no le rompa el corazón. De verdad está muy emocionado.
-Yo también lo espero. De todas formas, a él debe de irle genial con las chicas.
-En realidad… no tanto.
-¡¿Cómo?!-me sorprendí.-pero él es tan…-me mordí la lengua. No tendría que haber comenzado esa frase. Paul me miró de reojo. Con sus ojos color miel fijos en mí.
-¿Tan qué?
-Emm- sentí que la sangre subía corriendo a mis mejillas- sexy.
No me malentiendan, pero de lo poco que los conocía antes; eso de verlos en alguna revista o en las tapas de los discos de vinilo que adornaban las paredes del cuarto de Sofi, George siempre me había llamado la atención. Paul cambió la cara. ¿Qué era eso que se reflejaba en sus ojos? ¿Celos?
-¿Qué tienen las mujeres famosas y seductoras de aquí con él? –preguntó molesto. Y una vez más, su pregunta fue formulada como si yo no estuviera presente.
-¿Me estás llamando mujer famosa y seductora?-inquirí.
En ese momento llegó el mozo con la comida. ¡Pero que oportuno este mexicano!