miércoles, 22 de febrero de 2012

Capítulo 15

Presente, Estados Unidos.

Me sentía… feliz. No como si mi madre todavía estuviera conmigo, pero sí mejor que la mayoría del tiempo.
 Al final me había pasado el resto de la fiesta con Paul. Nos fuimos mucho antes de que amaneciera, digamos que John… tuvo un problema. ¡Ya qué! No es como si ustedes vayan a contarlo por ahí.
 El castaño estaba tan borracho que apenas podía mantenerse en pie, asique entre él y yo lo llevamos al hotel en el que los chicos se hospedaban. Decidimos que los demás podían volverse solos, yo sabía que Sofi nunca tomaría de más, asique podría cuidar del simpático baterista en caso de que a este se le fuera de las manos, lo que no pasó. Temí por George, sabía que Mary amaba el alcohol y que le encantaba compartirlo, pero Paul me aseguró de que su amigo jamás se dejaría llevar. Además, llegamos a la conclusión de que ella no sería capaz de emborracharse en su propia fiesta. En cuanto  a Brian… estuvimos buscándolo un rato largo, al final decidimos ir al hotel y salvar a Lennon de cometer alguna estupidez. Paul dijo que por lo general no solía tomar de más, asique, cuando estaba borracho había que tenerlo bien vigilado, se ponía demasiado… fiestero. Nos asustamos al abrir la puerta y escuchar ronquidos, pero luego nos tranquilizamos cuando encontramos al manager plácidamente dormido en su cama. Lo que me sorprendió, debido a que más que ser manager, él se encargaba de controlar las estupideces de John y haberlo dejado solo en una fiesta de esa magnitud, no fue una buena decisión. 
Después Paul me llevó en el coche (alquilado) a casa. Al parecer, la fiesta de Mary estaba resultando tan entretenida que la mayoría de los paparazis no estaba. Terminé siendo yo la que conducía. Paul me confesó que no se sentía del todo seguro al volante porque en Inglaterra acostumbraban manejar por el otro carril. Le pregunté cómo haría para volver al hotel sin mí, pero dijo que “soy un hombre, algún día me iba a tocar esto”, yo solo reí ante el comentario y penetré en el departamento.
Desde ese momento habían pasado dos días. John y yo dejamos bien claro que no salíamos, simplemente dijimos la verdad, éramos dos amigos que se reencontraban luego de mucho tiempo. En ese lapso los chicos estuvieron muy ocupados con su nuevo disco, que era para lo que en realidad habían venido. Por lo tanto, se iban mañana. Mañana. No quería que se fueran. La sonrisa se borró de mi rostro. En tan solo dos días, estos chicos me habían enseñado un montón de cosas.
Ayer por la tarde, Mary y yo los acompañamos a una sesión de fotografías, era en una playa. The Beatles, causaba una enorme sensación en el mundo entero, aunque en Estados Unidos la gente estaba acostumbrada a ver famosos caminar por la calle. La cosa es, que cuando un par de chicas se acercaron con unos carteles y a pedirles un par de autógrafos, ellos les correspondieron maravillados. Sonrieron, conversaron y les dieron sus autógrafos. Se notaba que cada miembro de la banda adoraba a sus fans, lo hacían todo por ellas, soportaban con agrado flashes y preguntas porque sabían que serían imágenes agradables, con significado. Aunque no faltaron las persecuciones de las fanáticas locas.
Yo no tenía esa especie de carisma. Deseaba con anhelo la privacidad, y no me creía merecedora de todo ese cariño que hacían llegar hasta mí. No veía por qué les importaba. Temía defraudarlos.
Un sonido me llegó de lejos, a continuación sentí vibrar mi bolsillo y extraje de él el teléfono. Era un mensaje de John, decía que si me apetecía almorzar con ellos en un restaurant de por ahí y luego pasar la tarde. Esa mañana había terminado de grabar y les habían regalado el resto del día, para que hagan lo que se les plazca. Añadió que me recogería.
En seguida le respondí encantada, le avisé que en media hora me pasara a buscar.  Me levanté de la cama donde había estado tirada todo este tiempo y me metí en el baño. Tenía varias hondas en el pelo porque lo había dejado secar al natural, asique lo alisé. Me puse los lentes de contacto marrones, para cubrir mis ojos claros y coloqué el lunar en su sitio. Me maquillé bastante –como siempre- y fui a elegir algo que ponerme. Me quedé unos jeans claros y rotos. Los convine con unas zapatillas locas que tenía por ahí y una remera blanca. Me llevé una campera con capucha. Hacía un poco de frío y me serviría para cubrirme. Cuando me miré en el espejo, me asombro lo simple que había quedado, me gustó, hacía rato no me sentía tan cómoda con mi ropa.
Sentí una bocina, me asomé por la ventana y una sonrisa pintó mi rostro cuando reconocí el auto de Paul. Comencé a ponerme nerviosa y bajé corriendo las escaleras. ¿Pero qué estaba pasando conmigo? ¡Era Miranda Kane! McCartney no me ponía nerviosa, ¿O sí? Decidí que no había nada de malo con eso. Hacía mucho nadie me provocaba esa sensación… y quería experimentarla.
Cuando me subí en el auto, el sol entraba a raudales por los vidrios polarizados, sonreí con ánimos, parecía que el clima estaba de mi parte, aunque corría un viento fresco.
-¡Paul! ¿Qué haces tú aquí? –le saludé contenta, a la vez que me colocaba el cinturón de seguridad.
-Te recojo, ¿Acaso esperabas otro alguien? –preguntó, haciéndose el ofendido y tratando fruncir los labios, pero la verdad era que se le curvaban en una sonrisa.
-De hecho… sí. –él quitó la vista de la calle para observarme ceñudo- ¡Cálmate!-le reproche mientras sonreía,- solo me refería  a John. –al parecer no estaba en sus planes que yo notara la leve sensación de celos que se había colado por un segundo en sus ojos, porque se sonrojó. Los dos estallamos en carcajadas. Paul pegó un volantanzo para esquivar el auto que casi se nos viene encima. El otro conductor sacó la mano por la ventanilla y elevó su dedo más largo, lo acompañó con una chorreada de palabras groseras. Mi risa era imparable, en cambio, Paul se había concentrado al completo con el tráfico e intentaba aguantarse. Por supuesto le era imposible así que soltaba pequeños ruidos por su boca que hacían algo como prrrr, lo que hacía la situación mucho más cómica.
-Ufff-empecé una vez calmada, masajeándome las mejillas con los dedos- Eres un pésimo conductor Paul.
-No lo soy-se defendió, yo le miré mal, claro que lo era- Bueno, tal vez me distraje un poco-fruncí el seño- ¿Se me hace difícil con todo dado vuelta?-preguntó para probar, yo negué con la cabeza y me cruce de brazos- está bien, apesto como conductor.
-Sí. –otra vez comenzamos a reír- ¿Cuánto falta? –Curioseé- Johnny dijo que quedaba cerca.
-De hecho, está en la esquina-Paul comenzó a mirar  por un lugar de estacionamiento.
-¡Allí! –él se sobresaltó un poco pero miró a donde le indicaba. –Puedes dejarlo allí y caminamos hasta el restaurante. –rectifiqué, un poco culpable por haberlo asustado.
-Perfecto- el muchacho hizo una maniobra algo rara y no estoy segura si legal, pero quedamos perfectamente ubicados. Me sonrió con suficiencia. –Dilo-exigió.
-No. –le sonreí.
-Dilo-insistió él- o no te dejaré bajar- a continuación le puso traba  a las puertas. Largué un suspiro.
-De acuerdo… eres un pésimo conductor-Paul frunció el seño-pero sabes estacionar.
-Me basta por ahora- se escuchó un click, el muchacho abrió su puerta, yo estaba por hacer lo mismo, pero me detuvo- quédate aquí- luego bajó del vehículo, le dio la vuelta y me abrió. Incluso me ofreció la mano para ayudarme a salir. Una vez afuera me lo quedé mirando fijo, la luz del sol le daba un tono extraño a sus ojos avellana, y relucía en su cabello chocolate algo despeinado.
-¿Siempre eres tan caballeroso? –le pregunté levantando mi ceja. Él se encogió de hombros.
-He pasado mucho tiempo con mi mamá y mi hermana, me enseñaron a tratar a las mujeres igual que princesas. –sentí que se me estrujaba el estómago, eso era lo más tierno y sincero que le había oído, funcionó en mí como sus coqueteos habituales en cualquier otra chica.  En cualquier caso, me mordí el labio para contenerme, no fuera a ser que Paul se enterara de que ganaba terreno cada vez más deprisa.
-¿Tienes una hermana?-procuré cambiar el tema.
-Sí, su nombre es Olivia. Es fotógrafa.
-Grandioso, yo no tengo hermanos, ¿Dónde estudió?
-No lo hizo. Mi tía le enseñó unas cuantas cosas y ahora recorre el mundo con su cámara, tiene dieciséis.
No pude evitar abrir la boca con asombro. Era fantástico.
-Asique la escuela no es algo que se les dé bien a los McCartney-comenté. Paul se echó a reír, al parecer encontró mis palabras graciosas.
-En lo personal, yo prefiero decir que se nos da por lo artístico.
-Vago-lo culpé. Él solo continuó riendo mientras recorríamos los pocos metros que nos separaban del restaurant. Era un sonido magnífico, tranquilizador, que pintaba una sonrisa en mis propios labios y hacía que el corazón se me acelerase.
La campana tintineó cuando abrimos la puerta del lugar, que resultó ser de comida mexicana. Lo agradecí, era de mis favoritas. Estábamos caminando al mostrador cuando el teléfono de Paul comenzó a sonar. Lo miré extrañada, no me creía que tuviera de tono una canción interpretada por Marilyn Monroe.
-Fue John, -explicó-gran fan¿Me disculpas un momento? Tú ve pidiendo la reservación, está a nombre de George. –luego se alejó para tener más privacidad, o escuchar mejor, porque el salón estaba bastante concurrido y el español se mezclaba con el inglés. Yo me sabía unas cuantas palabras en ese idioma. Me acerqué al tipo del mostrador. Un chico de cabello oscuro con un gran sombrero de mariachi. Abrió los ojos grandes al reconocerme, ya que me había quitado los lentes de sol.
-¡Miranda Kane! Un placer tenerla en nuestra humilde morada. ¿Qué lugar desea ocupar?
-¡Oh! Muchas Gracias…-miré su placa- Erik.-el muchacho sonrió complacido.-en realidad, estoy en la misma mesa que George Harrison. –El chico revisó en su lista, sonreí pensando que George sería el único capaz de hacer la reservación, descartaba  a los otros tres… bueno, tal vez no a Ringo.
-Muy bien, aquí está. –dijo chequeando de reojo- ¿Siete personas? - ¿Siete? ¿Qué no éramos solo cinco? Supuse que los chicos abrían invitado a alguien más. Me hice una nota mental para preguntárselo a Paul después, al parecer, éramos los primeros en llegar.  
Justo en ese momento el castaño volvió a entrar por la puerta agitando la mano en señal de negativa. Yo no entendía nada y el muchacho al lado mío, menos.
-¿Algún inconveniente?-preguntó a Paul cuando este se situó a mi lado, era apreciable que nos conocíamos porque él posó una mano sobre mi cintura y me atrajo más hacia sí, en un gesto que parecía acostumbrado a realizar. Él lo hacía ver tan natural, que a mí no me pareció incómodo en lo absoluto. Es más, me gustó.
-En realidad, los chicos cancelaron. –dijo mirándome a mí. Noté que ahora lo hacía desde arriba y no a la misma altura, ya que era la primera vez que nos veíamos sin que yo usase tacones. –Ringo dice que lo siente mucho pero no llegan para el almuerzo.
-Oh, es una lástima. –una idea cruzó mi mente- ¿Te gusta esta clase de comida?
 -Me encanta- Paul se extraño- yo mismo elegí el lugar debido a eso.
-Perfecto. Podríamos quedarnos y luego nos reencontramos con los demás. –se quedó pensativo. Tal vez sopesando la posibilidad de, que en cierto modo, estaba invitándole una cita. –Si quieres.- Me apresuré a añadir. También cabía pensar que no quisiera pasar demasiado tiempo conmigo, aunque a mí no me lo parecía.
-Ehh, sí, encantado. –sonrió de oreja a oreja- ¿Cómo que no? –luego devolvió su atención al chico del mostrador-¿Tienen mesa para dos?
-Por supuesto.  

2 comentarios:

  1. :D amo tu fic (: ese Paul 1313 hahahaha!

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  2. Sospecho de ti Paul.... Sospecho terriblemente de ti... Ahora ALL SIGUIEEENTEE CAPITULOO COMPROBAREE MIIS SOSPECHAR (?

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