domingo, 29 de abril de 2012

Bueno, estoy empezando a escribir una novela nueva así que pasen a leer y si les gusta dejenme un comentario para aparecer :)


The Otherside of Liverpool Fic

Capitulo 41


Presente, Londres.

Continuamos a paso apresurado por los pasillos. Atravesamos un control especial, y en menos de lo que puedes decir The Beatles, me hallaba instalada en mi lugar. Por delante tenía como doce  horas de vuelo ininterrumpido. Tiempo suficiente para pensar. Cavilar acerca de mi vida. Sobre Paul, sobre mi padre, sobre mi futuro. Y para ser sincera, no estaba segura de lograrlo, porque dos segundos antes de despegar, ya me había quedado profundamente dormida, vencida por el cansancio.

Estar entre sus brazos era reconfortante. El olor familiar, me hacía sentir tranquila y segura. John se limitaba a sostenerme, consolándome mientras yo lloraba amargamente. Más que nada era una especie de catarsis por todas las cosas que habían estado sucediéndome.
Paul estaba bien. Al parecer la herida era superficial y se le curaría pronto. Unos puntos y  andaría como nuevo.
John y yo estábamos en el departamento que ellos compartían, dentro de un complejo.  Los demás chicos vivían allí también, pero poseían su propio espacio. Básicamente nos habían echado del hospital porque mi presencia allí atraía demasiadas personas, y eso no era bueno para Paulie (o cualquier otro paciente). De todas formas me dejaron pasar a verlo. Mi visita no duró más de cinco minutos, y con eso me bastó para calmarme. El observar su pecho subir y bajar normalmente, era como un regalo para mí. No tenía en lo absoluto la imagen que me había formado en mi cabeza; parecía dormido, no muerto.
Al fin las lágrimas dejaron de caer.
Me separé un poco y mi amigo me regaló una sonrisa.
-Gracias. –susurré.
-¿Por qué? –preguntó él. Vamos, como si no lo supiera.
-Por todo. –el muchacho ensanchó su gesto, yo me reí. –incluso por sonreír cuando estoy peor que Chuckie.
Soltó una carcajada y me estrechó más fuerte. Luego me levantó y movió hacia los lados como si yo fuera una muñeca y él una niña pequeña.
-Bueno ya. –logré pronunciar. –Me ahogas Lennon…
-¡Oh! Lo siento. –se disculpó, inmediatamente me depositó en el suelo.
-Descuida, no es nada. –sonreí.
John se quedó observándome de forma extraña, parecía estar analizando algo.
-Estás muy flaca. –anunció por fin. Yo lo miré incrédula y solté una carcajada.
-Te pareces a nuestras abuelas. –Bufé. El puso los ojos en blanco pero también rió.
-En serio. ¿Cuándo fue la última vez que comiste algo? –me sonrojé en seguida.
-En el almuerzo… -John me dirigió una mirada de desconfianza. – de ayer.
-¡Por Dios, Randi! –me retó. No es que lo hubiera hecho apropósito, no planeaba volverme anoréxica ni nada, simplemente olvidé ese detalle con todas las cosas que estaban ocurriendo.- Nos vamos a lo de George- anunció.
-Está bien…
-Y agradece que ese chico no tiene fondo.
Después me tomó de la muñeca y me arrastró hasta la salida.  

La casa del guitarrista no era muy diferente a la de John y Paul. De hecho guardan un parecido muy profundo. Achaqué eso al hecho de que siempre estaban de gira y, por supuesto, que eran hombres.
Georgie nos recibió encantado. No hizo ninguna acotación sobre mi aspecto deplorable. Para ser sincera, se le veía más que emocionado. Se dedicó a hacerme un tour por el pequeño lugar mientras John se tendía en el sillón del living a mirar la tele. La cocina era pequeña, allí me preparó un sándwich “a la George”. Este consistía en pan, queso, jamón, lechuga y un montón de otros ingredientes que no supe reconocer, pero que quedaban a la perfección.  Mi estomago le estuvo enormemente agradecido.
Luego pasamos a su habitación y el muchacho se puso más rojo que un tomate cuando ingresamos. En una de las paredes, sobre un escritorio de madera, había pegado un poster enorme de mí. Lo único que atiné a hacer fue levantar las cejas y comenzar a reír. Digamos que era una foto bastante graciosa de una de mis últimas películas.
-¡Miranda! ¡Oh por Dios! ¡Perdóname, olvidé por completo que estaba allí! –exclamó mientras se precipitaba sobre el escritorio y procedía a despegar la imagen. -¡Soy un completo idiota! –continuaba culpándose en un tono más bajo que de todas formas llegaba a oír. De verdad quería pararlo, pero el ataque de risa que estaba teniendo no me lo permitía. –Paul me matará. ¡Seré picadillo de inglés!
-George.–lo frené como pude-Tranquilízate. No me molesta.
-¿A no? – se frenó en seco con el poster enrollado en la mano. Yo negué con la cabeza.–De todas formas es horrible por mi parte. –declaró y metió el pedazo de papel en uno de los cajones.- ¿Te gustaría otro sándwich? –consultó con una sonrisa al notar que ya casi me acababa el primero. Obviamente el tema le incomodaba.
-Seguro. Estaba delicioso.
Así que volvimos a la cocina donde encontramos a Lennon husmeando la heladera.
-¿De qué se reían ustedes dos? –preguntó a penas entramos.
-George tenía un poster de mí en su pared. –contesté casi por acto reflejo. El guitarrista volvió a ponerse rojo. Mi amigo soltó una carcajada.
-¿Viste el de Elvis que colgaba sobre la cama? –no quería reír, porque sabía que George se pondría incómodo, pero de nuevo no pude evitarlo. Pensé en algo que lo sacara del apuro, ya que su rostro no se veía normal. ¿Es que alguien puede colorarse tanto?
-Sí, lo hice. Y también me di cuenta que tú duermes con una foto de Paul en tu mesa de luz.
¡Punto! El castaño cerró la boca y el otro soltó una carcajada fuerte y sonora.
-Qué te puedo decir… extraño a mi baby face por las noches.
Me alcanza con decir que tardamos alrededor de quince minutos o más en volver a respirar adecuadamente, y que Georgie pudiera por fin hacer otro sándwich.

...

-Sí papá. ¿Tú crees? 
-Será lo mejor para todos.
-¿Entonces solo tengo estas dos semanas? –intenté que mi voz no se quebrara. El tema a discutir no era de los mejores, de hecho, apestaba.
-Así es. Espero que te sean suficientes. –traté de confirmárselo, sin embargo, tenía tal nudo en la garganta, que me vi incapaz. –Mira hija, yo sé lo que supone para ti. Entiendo que será un gran cambio. Lo extrañarás muchísimo. A él y a todos… pero si estás segura de que esto es lo que quieres… sí, son dos semanas.
-Está bien… te amo.
-Sabes que yo también.
Me quedé tildada bastante tiempo luego de finalizar la comunicación telefónica. El plan era descabellado, pero funcionaría.
No se enojen con mi padre. Greg no tenía la culpa. Yo había querido organizarlo así. Incluso dudo si él estaba muy seguro. Haría todo lo que pudiera por mí. Tal vez piensen que solo me malcriaba; la verdad es que me amaba. No había estado muy presente en mi vida y quería que eso cambiara. Deseaba que todo fuera diferente. Como debió. Las cosas antes de ser actriz. Necesitaba tiempo, quería estar bien.

Nadie que yo amara volvería a salir herido.

Esa es la razón por la cual decidí matar a Miranda Kane.

Y solo tenía dos semanas para despedirme de Paul.

Capítulo 40


Un año y medio en el futuro, Londres.

El corazón me latía  rápido, demasiado. Caminaba a paso apresurado por las calles de Londres. El día era espléndido, un sol radiante bañaba los edificios y los adoquines. Sin embargo, continuábamos en invierno y el aire estaba halado. Me crucé de brazos y los froté un poco con mis manos para infundirme calor. Por esas casualidades afortunadas de la vida, nadie me  había reconocido aún.
Saqué mi móvil del bolsillo y llamé a John. Necesitaba hablar con él para aclararme las ideas.
-¿Aló? –contestó al tercer pitido, se notaba que estaba comiendo algo.
-Tengo que hablar contigo. –le informé. No planeaba que mi voz sonara tan desesperada, pero al parecer, me encontraba más nervioso de lo que creía. Mi amigo se puso serio al instante.
-¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? 
-Yo… -titubeé un momento. –Sí, lo estoy. Solo necesito contarte algo. –sentí un ruido extraño del otro lado de la línea y su voz se oyó muy amortiguada, no hablaba conmigo. De seguro estaba con alguien y hablaba con esa persona.
-Está bien, ¿Dónde te encuentras? –me tomé un segundo para mirar alrededor. Divisé las calles escritas en una esquina y se las dije. –perfecto, no estamos muy lejos de allí.
-¿Estamos? –consulté. Solo deseaba hablar con mi mejor amigo.
-Sí, Chio y yo. –explicó. No tendría nada de malo que ella viniera, después de todo, era como mi hermana. –pasamos por ti en cinco o diez minutos.
-De acuerdo. – y con eso cortó la llamada.
Decidí sentarme a esperar. Busqué con la mirada un porche al cual le diera un poco de sol y allí me quedé. No pasaba mucha gente por esa zona, gracias al cielo. Saqué el gorro y los anteojos negros de uno de mis bolsillos y me los coloqué. Mi cabeza continuaba trabajando como loca. Comparaba cada mínimo detalle entre ellas. Deseaba detenerme con desespero, pero la realidad era otra. No podía parar.
De todas formas era inútil. ¿Qué esperaba descubrir? Lo único que estaba consiguiendo era lastimarme.  Miranda estaba muerta, esa era le verdad.
Aproveché el extraño momento. Jamás estaba solo, nunca. Asique me dediqué a pensar… por supuesto que al principio intentaba con otros temas, pero luego terminé dándome por vencido y solo me concentré en los recuerdos.
Los últimos tres años habían sido una locura. Nunca imaginé este presente cuando formamos una pequeña banda de Livepool con amigos de John. Conocer a los chicos fue de las mejores cosas que le sucedieron a mi vida. Se habían convertido en algo más que mis amigos, eran hermanos. Podía confiar en ellos y ellos en mí. Cuando nos fuimos a tocar a  Estados Unidos, jamás esperé conocer a Miranda Kane, ni siquiera Ringo. John nunca había mencionado ese pequeño –estoy siendo sarcástico- detalle de que la conocía desde la infancia.
La muchacha era grandiosa. Como era mi costumbre, comencé a coquetear con ella casi al instante. En realidad no esperaba nada, pero noté que correspondía. Recuerdo que el baterista casi me liquida cuando les conté eso a los chicos, y entonces Miranda le presentó a Sofia. Asunto resuelto, Ringo quedó perdidamente enamorado. Y hablando de romances… la suerte de George era gigantesca, ¡Mira que Marianne Johnson! El día siguiente a la fiesta nos comentó que no se había animado a besarla. Todos nos abalanzamos sobre él como correctivo.
No pensé que llegaría a algo serio con Miranda. Es decir… yo era Paul, y ella una mega estrella de Hollywood. Además vivíamos separados por el océano Atlántico. Sin embargo, cuando la besé aquella vez en su piscina… algo cambió dentro de mí. Ya no me pasaba el tiempo en busca de una chica bonita con la cual ligar. Solo pensaba en Miranda, y si volvería a besarla de nuevo. Pasó una semana hasta que respondí al teléfono de John por error y escuché su dulce voz del otro lado. No me quedó duda de que quería algo con ella, y le propuse salir.
Los siguientes dos meses me los pasé pendiente de mi celular.  Hablándole, viéndola por una cámara, y contentándome con ello. Llegué a conocerla a fondo y ella a mí. Supe de sus inseguridades y sus miedos, no obstante, estaba seguro de que ella era fuerte y superaría cualquier situación. Incluso aunque existieran veces en las que la notaba un poco deprimida.
  Nunca antes había empezado una relación de ese modo, pero me sentó de maravillas. Lo nuestro se hizo público rápidamente, igual que lo de George y Mary. Ringo se las arreglaba para que nadie supiera de sobre Sofi… todavía. Por todos lados se repetían las fotos de nuestra estadía en América y jamás había escuchado tanto nuestros nombres en la televisión en toda mi vida.
Hasta una vez que bajé del departamento para comprar unas cosas. No recuerdo qué quería. De hecho esa jornada se encuentra bastante confusa en mi memoria. Sé por lo que me han dicho que un fanático desquiciado apareció de la nada y me arrojó una piedra. Fue el causante de la cicatriz que tengo en la cabeza, por suerte puedo cubrirla con mi cabello.
Lo que pasó después sigue siendo muy duro de analizar para mí. Tanta felicidad y dolor juntos… Luego de que ella muriera me concentré a fondo en nuestra carrera. En las entrevistas y eventos filmados tendía a sobreactuar, pero me entendían. De hecho, John, George y yo cambiamos bastante. Su amor, su mejor amigo, su fan. Ringo y Epstein lo sintieron mucho también, pero la verdad es que nunca llegaron a conocerla demasiado. La fama que ya habíamos obtenido por la música y –vamos a reconocerlo- por salir con las dos adolecentes más famosas del momento, aumentó considerablemente. Somos buenos como banda, así de simple.
No pude empezar nada con ninguna otra chica hasta que conocí a Angela. Me sentí igual que un perro que ha estado perdido y sus dueños lo han encontrado. A pesar de que era una completa extraña para mí, sentía conocerla. Experimenté esa conexión especial que solo había tenido con… bueno, Miranda.
La bocina  del auto de John me sacó de mis pensamientos. Chio bajó la ventanilla del lado izquierdo para saludarme con la mano y hacerme señas de que subiera. Me dirigí a la puerta trasera y me instalé en el asiento. John arrancó en seguida.
-He llamado a los chicos para avisarles que llegaremos a la entrevista como en cuarenta minutos.–me informó- espero que te alcance el tiempo. –Asentí una vez.
-Tengo problemas de chicas. –admití con cierta vergüenza. Ambos soltaron  una carcajada.
-¡Lo sabía! –exclamó mi mejor amigo con tono de victoria.–Cuéntame baby face, ¿Qué ha pasado?
-Bueno, la conocí hace como dos meses y llevamos algunas semanas saliendo.
-¡Eso es genial!- respondió. Sabía que Chio continuaba en silencio porque ya conocía esta parte de la historia- Me alegro que lo de Miranda no te priv…
-No te adelantes. –lo corté en un tono frío. –ese es mi problema.
-Es normal que tengas un poco de miedo a una nueva relación y que todavía no la hayas superado del todo, Paulie. –me consoló Chio, con un tono dulce y compasivo. Suspiré.
-Lo sé, pero… ¿No debería haberla olvidado ya?
-Mira Paul-comenzó John- jamás lograras eso. Fue tu primer amor y se acabó de una forma terrible. Tienes que aprender a vivir con ello.
-Es difícil. –repliqué, pero sabía que tenía razón-A veces pienso que voy a encontrar un mensaje suyo cuando miro mi móvil.
-Todos la extrañamos. –afirmó con los ojos puestos en la carretera.
-Espera, -intentó Chio.- mejor cuéntanos de esta chica. ¿Qué ha pasado con ella?
-Veníamos más o menos bien, y hoy comencé a compararla con Miranda. No es justo. Y lo peor es que he encontrado un montón de cosas en común.
-Es decir que temes que solo te guste porque te recuerda a ella. ¿Entendí bien? –consultó mi amiga.
-Es exacto lo que siento. –afirmé.
-¿Cómo dijiste que se llamaba? –consultó Johny.
-Angie.
Al instante John pegó un volantazo muy violento que casi nos causa la muerte.

sábado, 28 de abril de 2012

Capítulo 39


Presente.

-¿Fanático de quién? –inquirí adivinando la respuesta. Un vacío interno me recorrió de pies a cabeza.
-Tuyo.

No sabía qué sentir o qué pensar. La frase “Paul está en el hospital” no tenía sentido para mí. Era simplemente imposible. John calló del otro lado del teléfono, dejándome en silencio para pensar. Paul… el chico que me alegraba los días yacía inconsciente en una camilla blanca, rodeado de un pulcro entorno. Sus ojos verdosos ya no destilaban luz y alegría, sino se encontraban cerrados; su sonrisa característica no dominaba su rostro y sus hoyuelos no se habían formado. Me lo imaginaba pálido, solo, dolorido…
Las lágrimas comenzaron a caer lentamente por mis mejillas. Al principio silenciosas, y, poco a poco, se fueron convirtiendo en un gemido incesante. Comencé a temblar de forma violenta sentada en mi cama, mientras asimilaba lo que en realidad estaba pasando… Él estaba en el hospital; Dios sabe en qué condiciones; y era todo por mi culpa.
-¿Angela? –Preguntó John tímidamente. Sonaba bastante preocupado. -¿Te encuentras bien?
Yo no era capaz de responder, no en el estado en que había caído. Apretaba mis labios fuertemente para controlar las lágrimas, pero apenas me servía. Mis ojos eran como dos fuentes que nunca se secarían. Al final abría la boca para tomar aire, era lo único que atinaba a hacer. John continuaba hablándome por el teléfono, pero no podía oírlo.
¿Por qué? ¿Por qué todo esto tenía que pasarle a él? Si tan solo no me hubiera conocido… no. No podía desearle eso, sería casi como matarme a mí misma. Tal vez, si yo continuara siendo Angela Smith. Tal vez si jamás hubiese entrado a ese casting que me llevó a la fama… Pero… ¿Cómo podría volver el tiempo atrás? ¿Cómo conocer a Paul sin ser Miranda? No era lo importante. Solo me interesaba que si yo no fuera ella, él no estaría así ahora.
Imaginé un flash, un breve momento de luz. Ahí me llamaba Angela. Vivía con mi padre en Londres, tenía amigos y amigas normales, y concurría a la Universidad. Por su puesto que Paul se figuró en el dibujo. Él era mi pareja tanto como ahora. La diferencia recaía en que la fama estaba con el muchacho, no conmigo. No existían lunáticos obsesionados que pudieran herirlo, lastimarlo…
Enfoqué la vista, debía dejar de delirar. Eso jamás pasaría. Desde la posición que había adoptado en la cama, podía ver mi reflejo en el espejo del tocador. Miranda Kane en todo su resplandor, (pues no me había cambiado para dormir la siesta). Rubia, cabello lacio y liso, largo. Ojos oscuros, lunar. Kilogramos de maquillaje que hasta parecían deformar un poco mis facciones… gruesas líneas negras de rímel esfumado por las lágrimas. Todo lo que ella representaba. Todo lo que era su culpa. La pérdida de mi vida personal; la falsedad en casi cada instante; la incapacidad de demostrar sentimientos reales; el accidente de Paul… La muerte de mi mamá.
La furia se encendió en mi interior. La odiaba, la odiaba demasiado. Sentía que me quemaba por dentro. Apreté el teléfono en mi mano y actué sin pensar. El aparato voló por los aires hasta chocar contra la imagen en el espejo, rompiéndola en mil pedazos, todo ello acompañado de un grito desgarrador que salió desde el fondo de mi alma.  
Me quedé observando un instante el daño que había causado. No habían volado pedazos de vidrio ni nada por el estilo. El cristal se hallaba en el mismo lugar, solo que ahora tenía muchas resquebrajaduras cerca del impacto, y se iban alargando hacia los costados. Todavía podía divisar mi imagen, multiplicada por mil. Continuaba temblando y llorando incontroladamente.
Despacio, muy despacio, fui cayendo en la cuenta de lo que acababa de hacer. Una locura. Me tapé la boca con ambas manos y cerré los ojos, así expulsé los rastros de agua que quedaban en ellos.  Estaba demente. Realmente mal. ¿Qué pasaba conmigo? ¿Qué tal si en vez de un espejo, hubiera sido otra persona? ¿Habría reaccionado igual? Mi acto había sido casi idéntico al de aquel hombre que tenía la culpa del estado de Paul. Mi Paul.
Me levanté despacio, en ningún momento había dejado de temblar. Busqué a tientas el teléfono hasta dar con él. Lo observé, tenía un rayón en el lugar del choque, pero además de eso, estaba sano. La llamada con John se había cortado. De seguro se había preocupado, y eso que ya cargaba con lo demás… <Otra cosa que haces mal> me regañé a mi misma. Intenté no pensar en ello por el momento, necesitaba las pocas fuerzas que me quedaban. Me apresuré y busqué un número en la lista de contactos. Greg Smith.   Respondió al tercer pitido.
-¿Papá? –pregunté con la voz temblorosa, era inútil disimular.
-¿Angie? ¿Qué ha pasado, mi niña?
-¿Re-recuerdas ese viaje que preparamos para Navidad? –continué.
-Sí…-contestó no muy seguro, no debía de entender a dónde quería llegar con esto.
-Creo…-tomé aire para aclararme la voz y las ideas- creo que debemos adelantarlo. –mis palabras fueron recibidas por un corto silencio.
-Claro, hija.-respondió dulcemente- Sabes que siempre estoy para ti. ¿Cuándo quieres venir?
-Ahora.

Lo único que me hiso falta explicarle a Monique, era que Paul estaba herido. Con eso mi representante consiguió un pasaje en primera. Dijo que lamentaba muchísimo tener que mandarme sola, pero no podía hacer más. Tenía mucho trabajo allí en New York y además era imposible que encontrara más de un asiento vacío. Por lo general habría utilizado el Jet, pero los pilotos no se encontraban disponibles.
El pasar por el aeropuerto fue un muy arduo trabajo. Tardaron menos de cinco minutos en reconocerme y al instante se llenó de cámaras y personas –si es que pueden llamarse así- unos guardaespaldas me escoltaban hasta la parte VIP, donde estaría más tranquila. Me hicieron preguntas de todo tipo. Y en especial sobre Paul. La noticia ya debía ser de conocimiento mundial. El esfuerzo que hacía para no descontrolarme otra vez era enorme. El tiempo que tardé en recorrer los pasillos es más una mancha borrosa que un recuerdo, pero sí hubo algo que resaltó.
Una niña. Era rubia y tenía grandes ojos marrones verdosos como los de Paul. No tendría más de  ocho años. Llevaba puesta una camiseta de The Beatles. Apareció casi de la nada y se plantó frente a mí, de seguro se había escapado del lado de su madre. Me resultaba muy familiar, creía conocerla de algún sitio… hasta que la recordé. Ally. La pequeña que nos había encontrado a él y a mí a punto de besarnos, ese día luego de almorzar en el restaurant mexicano. Era imposible, pero allí estaba.
-No dejes que se muera.–me rogó. Se encontraba al borde de las lágrimas; de repente mi contagió su dolor.–Cuídalo hasta que se mejore.
Sentía su mirada penetrante clavarse en la mía. No era una petición, ni una pregunta. Sino una orden, hecha y derecha. Me obligué a asentir.
-Lo haré, te lo prometo.
-Vamos Miranda, se te hace tarde. –dijo uno de los grandotes que me escoltaba. Tenía razón.
Continuamos a paso apresurado por los pasillos. Atravesamos un control especial, y en menos de lo que puedes decir The Beatles, me hallaba instalada en mi lugar. Por delante tenía como doce  horas de vuelo ininterrumpido. Tiempo suficiente para pensar. Cavilar acerca de mi vida. Sobre Paul, sobre mi padre, sobre mi futuro. Y para ser sincera, no estaba segura de lograrlo, porque dos segundos antes de despegar, ya me había quedado profundamente dormida, vencida por el cansancio. 



El avión askjdgasl que pasará? chan chan chaaan (?

Capítulo 38


Un año y medio en el futuro, Londres.

Estuve abrazándola hasta que logró calmarse. Luego se alejó un poco de mí a aproveché para quitarle los rastros de lágrimas con mi pulgar.
Una sonrisa débil se extendió por su rostro.
-Lo siento.- se disculpó otra vez. Acto seguido sorbió un poco por la nariz.
-¡Hey!- la frené. Podía observar que su labio inferior temblaba, no quería que volviera a llorar. – No te preocupes.- luego intenté sonreírle con calidez, para que ella copiara el gesto.
La verdad era que me moría de la intriga. ¿Por qué había dicho eso de John? ¿Era tan malo como para largarse a llorar? Sin embargo, sabía que si insistía en ese momento solo lograría empeorar las cosas, y era lo último que deseaba.
En ese momento sonó el timbre a mis espaldas. ¿Acaso sería Greg buscando algo olvidado? Miré a Angie con la intriga escrita en los ojos. Ella solo hizo un gesto para que me despreocupase,  me corrió suavemente hacia el costado y avanzó hacia la puerta. Yo giré lentamente; Dios… era tan bonita de atrás.
Posó su mano sobre el picaporte e hizo presión. Del otro lado se hallaba una chica como de nuestra edad. Tenía el cabello negro recogido en una cola alta y su piel era extremadamente pálida.
-¡Candy! –exclamó Angie con un tono de alegría y sorpresa, después se inclinó para saludarla con un beso en la mejilla. –Entra, entra. –la apremió.
La muchacha avanzó con paso seguro y se detuvo en seco cuando se percató de mi presencia. No pude menos que notar el buen estado de su cuerpo, y eso que llevaba un abrigo.
-Yo… lo siento.-dijo casi en un susurro. –No sabía que tenías visitas. - Angela soltó una risita.
-No te preocupes.- se acercó a ella y me indicó con la cabeza que me acercara. Le hice caso y la plantó frente a mí.–Candy, él es Paul. –me presentó- Paul, ella es Candy; vamos juntas a la Universidad.
-Mucho gusto. –dije tendiéndole la mano.
-El placer es mío. –respondió con gesto ausente, sus ojos me recorrían a gran velocidad. –Espera un segundo… -“¡Tú eres Paul McCartney de The Beatles!”, imaginé que diría. - ¡Conoces a Bob Dylan!
Admito que tardé unos cuantos segundos en reaccionar. No era envidia, pero vamos, ¿Aun que sea un poquito de crédito para mí? Al fin y al cabo éramos todos músicos, no solo él. –Lo admito, le había dado a mi fibra sensible-
La risita disimulada que Angie emitió me trajo de nuevo a la realidad, al parecer había descubierto mi pequeño ataque de celos. Me encogí de hombros y logré que ella ensanchara su sonrisa. Para entonces Candy se había movido e instalado en el sillón. Aproveché su posición de espaldas a nosotros, me acerqué hacia Angela, puse mis manos en su cintura y le robé un beso. Mi intención era que durara un poco más, pero ella se separó de mí.
-Ayúdame con los platos. –exigió. Yo hundí un tanto la cabeza e hice una especie de puchero. Angie me observó y rodó los ojos. Luego se inclinó y rozó sus labios con los míos.
Al instante sonreí, renovado.
-Eres un tonto, McCartney. ¿Lo sabías? –comentó entre risas.
-Pero me quieres.-alegué. Nos recorrió esa sensación electrizante al cruzar la mirada que tan solo nosotros compartíamos.
-Está bien, sí. Te quiero.
Candy emitió un carraspeo.
-Ponerme de espaldas y hacerme la desentendida funciona unos minutos nada más. –nos reprendió desde el sillón con tono divertido. - ¿Podemos comer, por favor? Tengo hambre. –levantó su brazo izquierdo y nos hizo señas para que fuésemos a su encuentro. Me sorprendió notar que en el reverso de su muñeca tenía tatuado el símbolo del Ying y el Yang, del equilibrio.
Al final simplemente había querido decir que lleváramos el almuerzo, así que me dirigí a la cómoda que había en un rincón y de allí saqué los individuales. Se había hecho rutina para mí, lo hacía siempre que venía. Los deposité en la mesa ratona y Candy los ordeno mientras yo volvía a la mesada de la cocina en busca de los platos y vasos que Angie había sacado antes. Una vez que estuvo todo bien dispuesto, Angela trajo la comida y comenzamos el almuerzo.
Resultó que Candela, mejor conocida como Candy, era una muy buen amiga de la universidad y Angie la había invitado porque quería que me conociera. La muchacha no sabía que yo estaría aquí, y mucho menos quién era, pero no se trataba de una persona tímida, por lo que no hubo problemas. Conocía a The Beatles -¿Quién no?- pero según ella no pudo evitar preguntar por Bob a lo primero, porque estaba “enamorada” del él desde que lo vio en un viejo programa de televisión; más o menos.
La evalué bastante, sabía que al cantante estadounidense podría llegar a gustarle. 
Candy prendió la tele con el control remoto. La conversación versaba de los exámenes que darían este semestre, así que puse mi atención en el aparato.
Hay veces en las que desearía predecir el futuro, para evitar este tipo de acontecimientos. ¿A que no se imaginan quién ocupaba un primer plano en la pantalla? Si… Miranda Kane.
Mi cuerpo se tensó inesperadamente. Por un segundo solo fui capaz de observar su lacia cabellera rubia, sus brillantes ojos oscuros y su lunar. Distraídamente llevé la mano a mi frente e introduje los dedos en el cabello, buscándola. Di con la cicatriz casi al instante.
Mientras la observaba llorar quién sabe por qué razón, miles de recuerdos volaron a mi mente: rodeados de semillitas en su departamento; yo cantándole Michelle, con las estrellas, la arena y el mar de espectadores; ambos en la barra de aquella fiesta; los dos sentados en el restaurante mexicano; todos juntos en su casa de lujo a las afueras de la ciudad…
Me sentía incapaz de de controlar mis pensamientos. Verla llorando, incluso aunque fuera en una de sus películas… Creía que esas cosas dejarían de pasarme, y, sin embargo, allí estaban de nuevo. Igual que el día en que supe de su muerte, cuando contemplé los pedazos de avión flotando en el mar…
-¡Paul!- la voz de Angela me regresó al presente.- ¿Te encuentras bien?- preguntó con cautela, preocupada. Logré hacerme con el control de mi cuerpo y asentí despacio, quitando la vista de la pantalla y todavía conmocionado por la intensidad de los recuerdos.
-Siempre admiré a esta chica.- comentó Candy totalmente ajena a la situación- ¿Sabes? –continuó dirigiéndose a Angela. Su rostro solo mostraba una leve preocupación- Yo creo que eres idéntica.
Duró tan solo un segundo, e incluso menos. Pero estoy seguro de que existió un momento donde su expresión cambió por completo. Su rostro adoptó una mueca casi terrorífica y luego nada. Otra vez volvía a ser la linda y hermética Angie. Y eso, mezclado a las palabras de Candy, me hizo recordar a Miranda. Ella tenía la misma forma de actuar, por lo general era imposible leerle el rostro, y si alguna vez llegabas a conocer sus sentimientos, sería solo porque la muchacha te lo habría permitido.
-¡Por Dios, Candy! –exclamó- ¡Qué cosas dices!
-De acuerdo- cedió la morena- tal vez no sean idénticas- rodó los ojos- pero debes aceptar que tienen cierto parecido.
-Ni siquiera coincidimos en el color de cabello- contradijo Angie.
No obstante, mi mente ya se encontraba muy lejos y comenzaba a realizar mis propias conjeturas.
Jamás me permitía hacerlo. Tenía un año entero de comparar a todas las chicas con Miranda, no deseaba realizarlo con ella también, pero debía, tenía que.
Empecé por lo más sencillo, como la forma de andar y gesticular. En eso eran parecidas, igual que en altura y tamaño-aunque por lo general Miranda usaba tacones y Angie, zapatillas- . Referido a su voz… hablaban muy diferente, Miranda como una autentica americana y Angie fiel a la tonada inglesa. Sus ojos; definitivamente jamás me había perdido en los de Miranda de igual manera que con los luceros de Angie.
Tampoco había similitud en lo personal. Solo en raras ocasiones la primera había sacado a relucir su mal genio; por el contrario, la segunda lo hacía casi todo el tiempo.-por supuesto que eso hace más especial los ratos en los que se pone tierna, pero me he ido de tema- y sus besos definitivamente tenían demasiado en común.
Volví a centrar mi atención en Angie. Ahora pasaban comerciales por la tele. Al instante me descubrí a mi mismo intentando compara sus rostros en detalle. ¡Basta ya, McCartney! Me reté a mi mismo. Necesitaba aire.
Me puse de pie y las chicas me miraron extrañadas.
-¿A dónde vas, Paul?
-Yo… lo siento- dije cerrando los ojos para concentrarme- quedé con los chicos en… - ya había hecho unos cuantos pasos hasta el perchero.- Fue un placer, Candy.- posé mi mano sobre el pomo de la puerta. –Adiós chicas…- salí.



Apareciste aslkdjsd Agus, tenía pensado que aparezcas también pero no sé como ponerte, lo voy a pensar