Presente, Estados Unidos.
Una semana, había transcurrido toda una semana. Me limitaba a seguir con mi vida casi como un fantasma, esperando siempre una llamada, un mensaje. Lo único que hacía era pensar en Paul, en tan solo siete días había aprendido tanto sobre ellos que hasta parecía ser una fanática más. Sofi estaría orgullosa, y hablando de ella, Ringo sí la había llamado. Todos los días, incluso más de una vez por jornada.
Paul no había pensado en mí… por lo menos no había llamado. Pero claro, eso era imposible; si en cinco días que estuvieron conmigo, fui lo suficientemente estúpida como para olvidar pedirle su número. Y por supuesto que él no tenía el mío. Ni Paul, ni cualquiera de los demás.
Solté un suspiro y giré en la cama. Metí mi cabeza bajo la almohada con frustración. Grité apretada entre las plumas. Luego volví a liberarme y gire nuevamente hasta quedar mirando el techo. La luz estaba apagada y era de noche, pero una fina línea centelleante se colaba por entre las cortinas que tapaban la ventana. Era posible oír el murmullo de los autos como fondo amortiguado. No podía dormir, estaba desvelada.
Estiré el brazo y prendí la lámpara que descansaba en mi mesita de luz. Descubrí con sorpresa que allí se encontraba el viejo guardapelo que había llevado a la fiesta de Mary. Repasé los momentos que pasamos juntos, como cuando le había gritado en la fiesta, o cuando devolvimos al Lennon borracho. De seguro el mejor de todos era el almuerzo, ese que mi mejor amigo me había propuesto pero que había pasado con Paul.
Mi corazón dio un vuelco. ¡John me había invitado con un mensaje! Rogué con todas mis fuerzas que hubiera usado su móvil. Busqué el mío con desesperación y lo encontré cerca del collar. Lo tomé un poco agitada y comencé a indagar frenética en la lista de mensajes un número desconocido, con característica de Londres.
A penas lo vi tecleé el botón de llamada. Me lo acerqué al oído y aguanté. Estábamos en 1964, no tenía que esperar como una princesa a que él diera el primer paso.
-¿Hola? –respondió una voz muy adormilada del otro lado. El pánico me invadió casi al instante, no era John.- ¿Quién habla? –Pensé en cortar, pero una vocecita en mi interior me indico que no lo hiciera.
-Mi nombre es Miranda. ¿Es este el teléfono de John Lennon?
-¿Miranda Kane? – Cuestionó. Realmente parecía una especie de zombie. No había duda que el acento era británico, pero apenas separaba la boca para hablar, y me constaba entenderlo.
-Sí… -respondí con cautela.
-¡Soy Paul! –comentó con un tinte de alegría en su tono ronco. ¿Cómo no lo había reconocido antes? Me había pasado los últimos días dedicada a él, y no había sido capaz de reconocer su voz al teléfono. No sabía qué hacer, realmente contaba charlar con John antes de esto. Intenté concentrarme y no perder la calma, al fin y al cabo, era solo un chico. –mentira, era McCartney!-
-¡Oh! ¿Cómo has estado?
-Bastante bien. –un silencio se coló en la línea, pero él continuó.– Siento no haberte llamado, es solo que no tenía tu número.
-Descuida, no hay problema- La mitad de mí se redujo a ternura por su comentario, en tanto la otra solo era capaz de pensar en que podría habérselo pedido a John.
-Bueno… -siguió con timidez. –en realidad no sabía muy bien si querías hablar conmigo.
-¡No! –fue mi primera reacción, tal vez algo exagerada. Sentí su risa baja tras el auricular.- Es decir, no me molesta. Es más, sí tenía ganas de charlar. ¿Por qué has pensado eso?
-Corriste a encerrarte en una habitación luego de que te besara.–Las palabras me dejaron como si alguien hubiera arrojado un balde de agua fría sobre mí. Puede que haya olvidado ese detalle…
-No fue por eso. –me excusé. Otro silencio algo incómodo me sucedió.
-Ahora me siento mejor.–dijo al fin, con un tono exagerado de alivio. Yo me reí. -¿Puedo preguntar a qué se debió, entonces? –negué con la cabeza instintivamente, luego caí que en realidad él no estaba viéndome. Ahora que sabía de quién se trataba, su voz adormilada se me antojaba terriblemente sexy.
-Problemas personales, no te preocupes.
-Sí tu lo dices… -fue su única respuesta, en seguida lo oí bostezar.
-¿Paul?
-¿Qué? –pregunto él entre más bostezos que intentaba reprimir.
-¿Qué hora es en Londres? –escuché que se movía del lugar y se despegaba del teléfono. De seguro había ido a fijarse.
-Las seis de la mañana, -bostezo- seis y algunos minutos.
-¡Oh! ¡Lo siento tanto!- intenté disculparme. ¿Quién más que yo olvida que hay nueve horas de diferencia entre aquí y allá? Por Dios…
-Descuida, -intentó reconfortarme- igual debía levantarme como en media hora.
Me pareció que Paul era simplemente maravilloso. Siendo Miranda, sabía a la perfección que treinta minutos de sueño era un deleite cuando tenías un día completo por delante.
-En serio, perdona.–repetí. Él se rió todavía un poco adormilado, pero mucho más despierto que en un principio.
-No hay problema, en todo caso agradece que John haya olvidado su teléfono en mi habitación, es bastante gruñón por las mañanas.
-¿De verdad? –cuando éramos más pequeños, no tardaba mucho en despertar. Al parecer los años habían logrado cambiarlo en algo, incluso aunque se tratara de algo tan simple.
-Sip. Una vez estábamos viajando y se despertó porque sonaba el móvil de George. –comenzó a relatar- Él estaba tan dormido que lo tomó y lo arrojó por la ventana.
Ambos reímos con la anécdota. Dos minutos hablando con Paul y ya me sentía reconfortada.
-¿Qué pasó después?
-Georgie se enojó muchísimo, pero nadie dura en ese estado cuando se trata de John. Intentó mantenerse así por una semana y no duró ni dos días.–sonreí ante aquello, era simplemente imposible enfadarte con Johnny.
-Y… ¿Qué van a hacer hoy?- el muchacho se puso a meditar del otro lado de la línea.
-Para serte sincero, creo que una sesión de fotos y algo más, pero no sé qué. –soltó una risa un tanto nerviosa. Luego suspiró.- Debes pensar que no me tomo nada de esto en serio. –dijo por fin.
Había estado tan concentrada en escuchar su voz, tan contenta de hablar con él, que se me había olvidado contestar.
-En lo absoluto. –Le aseguré- todavía debes de sentirte mareado ante tanto cambio a tu alrededor, es normal que no conozcas tu agenda.
-Entonces me has quitado un peso de encima. –comentó él. Luego estalló en carcajadas. Yo también reí, a pesar que desconociera el motivo.
-¡Paul! ¿Qué es tan gracioso? –conseguí preguntarle.
-Eso que has dicho de los cambios… no puedo creer que hoy este manteniendo esta conversación contigo.
-¿Por qué te es tan imposible? –pregunté con verdadera curiosidad.
-¿Hola? ¿Miranda Kane? ¿Te suena conocida?
Las palabras abandonaron mi boca por un segundo que se me hizo eterno. Había logrado dejar todo de lado por solo charlar con él. Había olvidado mi vida y simplemente me había sentido alguien normal… Angela Smith, tal vez.
-¿Sigues ahí?- preguntó quitando el tono de sarcasmo que había adquirido la última vez.
-¿Eh? Sí, sí. –Me apresuré a responder- es solo que me distraje.
-Está bien.-juro que si hubiéramos estado frente a frente, lo hubiera visto encogerse de hombros-He observado que eres muy propensa a ello.
-¿Disculpa? –inquirí fingiendo molestia en mi voz. Paul rió del otro lado y soltó el que sería su cuarto o quinto bostezo.
-¡Sin ánimos de ofender! –se excusó. – Muchas veces he notado que te abstraes del mundo como si pusieras en pausa una película… y luego vuelves tan fresca como si el tiempo no hubiese seguido corriendo, como si nadie hubiera notado que tú cambiaste de expresión.
En ese momento no supe si Paul hablaba conmigo o de mí, pero sus palabras lograron inquietarme. Tenía razón, vivía con esos ratos en los que me iba y luego regresaba fingiendo que todo estaba bien. No obstante, decidí cambiar el tema, tampoco quería ponerme emocional.
-¿Eso quiere decir que has estado fijándote en mí, McCartney? –pregunté con picardía. Paul pareció sobresaltarse en Inglaterra, lo que más me divertía era tratarlo de este modo.
-Todos y cada unos de los días que pasé contigo.-Admitió sin la más leve alteración. Está bien… eso no me lo esperaba.- Pero no puedes decir que no he llamado tu atención.
-¿Tú? ¡Por favor! No me hagas reír. –y esa era mi faceta de “chica mala,” aunque él sabía que lo decía en broma.
-Sí claro. –bufó. – y por eso fuiste tú la que se me tiró primero.
-¡Eso no es verdad!- repliqué entre risas.
-¡Sí lo es! Señora “¿Saldrías con una fan? Yo soy una”.–dijo entre cortando las palabras y haciendo una mala imitación de mi voz aquel día en su auto.
-¡Yo no hablo así! –solté una carcajada- Además, recuerda lo que me dijiste en la fiesta de Marianne –antes de proseguir, utilice un tono mucho más bajo y grueso- “solo en una fiesta me encontraría tan cerca de tus labios”. –Los dos reímos con ganas.
-Está bien, tú ganas. –aceptó por fin.
De pronto algo encajó dentro de mí y recordé con una mezcla de pánico y excitación las palabras que Paul acababa de citar. Ese día, luego del almuerzo, me había asegurado que por supuesto sería pareja de una fan.
-Espera… ¿Nosotros, estamos saliendo? –indagué confundida.
-¿Acaso no era un hecho, ya? – De pronto me descubrí sentada muy rígida en mi cama, con el corazón latiendo desbocado sobre mi pecho y los dedos sudorosos contra el teléfono.
-No…- negué. Un vació silencioso se hizo presente, creí que me moriría si no seguía hablando.
-¿Quieres salir conmigo, Miranda Kane?-Preguntó. Obviamente había intentado parecer relajado al hacerlo, pero instintivamente descubrí que no era así, que estaba tan nervioso como yo.
-Claro que sí, Paul James McCartney.
Y después me obligué a respirar.
¿Me puedo casar con esta novela? Es que creo que la amo AAAAAAAAAAAW!!! ME ENCANTA LO AMO AMO AMO AMOOOOOOOOOOOOOOOO!!! <3
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