domingo, 25 de marzo de 2012

Capítulo 33


Presente, Estados Unidos.

Y se habían ido… Su avión salió en el primer vuelo de la mañana, cuando todavía me encontraba durmiendo.
Abrí los ojos con un nudo en la garganta. Un día normal esperaba por mí. Me desperecé todo el tiempo que me dio la gana y acabé sentada mirando la habitación con los ojos achinados. Me los restregué un poco y volví a tumbarme sobre el colchón. Tomé la manta y me la subí hasta la barbilla. Había sido un patético intento por levantarme. Cerré los párpados dispuesta a disfrutar de otro rato sin sensaciones, sin mi propio cerebro maquinando a cada segundo.
Ni siquiera se completó el minuto; la alarma se había encendido con ese chirrido insoportable y característico. Me giré y la apagué con el puño, pues estaba sobre la mesita de luz. Eran las siete de la mañana. Pensé con pesar que debía bañarme y estar lista en una hora, ya que Monique, mi agente,  pasaría por mí.  
Me levanté muy despacio y me dirigí al baño todavía más lento. Aún llevaba puesta la bikini del día anterior y me resultaba extraño estar en la Casa Antigua, pero así era. De pronto la ventana se abrió con un golpe seco, dejando entrar una ráfaga de viento frío. Me estremecí ante el contacto con el aire, pero eso hizo que fijara mi vista en el paisaje.
Todo estaba gris. Al parecer unas nubes densas habían decido cubrir el sol. Me sorprendió lo mucho que puede cambiar la temperatura en una noche. Digo, ayer mismo estaba metida en la piscina besando a Paul y… NO. No podía pensar en eso ahora, no quería hacerlo. Debía mantenerme optimista y feliz, ese día tenía una entrevista importante sobre me última película. – ¿Recuerdan el principio? ¿El film que “todos los adolecentes estaban esperando”?- Sin embargo, no podía hacer otra cosa que repetir en mi mente una y otra vez aquel momento. Ese preciso instante en que nuestros labios se conectaron. Nunca me había sentido así besando a alguien, tan viva, tan relajada… tan feliz. Había sido mejor que cualquier escena de película alguna –y eso que lo había hecho muchas veces, más de las que me gustaría- mejor que un apasionado beso al atardecer, en medio del campo; mejor que un juego interminable tendidos en la arena; mejor que en un balcón con la Torre Eiffel de fondo… 
Un simple roce de labios, en mi pileta, con la luna y las estrellas como testigos. Nuestros amigos dejándonos solos, pero observando en cierta manera. Un beso tierno, corto y sobretodo, real.
Sacudí la cabeza para despejarme. Apresurada me dirigí al baño y abrí el agua caliente lo más rápido que pude. Tanto me había quedado fantaseando que la piel se me había puesto en carne de gallina. Solté un suspiro cuando las gotas de agua caliente alcanzaron mi cuerpo. Me quité el traje de baño y lo enjuagué un poco, para quitarle el exceso de cloro. Continué disfrutando por un largo rato…
Cuando terminé, tomé una toalla y me sequé el cuerpo, salí del baño y me dirigí al armario para escoger algo que ponerme. Me decidí por un vestido negro de mangas largas, pero corto. Era de una tela bastante abrigada ya que el día pintaba feo. Lo acompañé con unos botines de cuero de unos ocho centímetros y me coloqué un collar largo como toque final.
Bajé las escaleras, le dí los buenos días a Phil (el cuidador) y desayuné. No había rastro de la mini-fiesta de la noche anterior. Sabía que John y Sofi los habían convencido de ir por un café y luego volver al hotel. No tenía idea si Paul o alguien más había preguntado por mí, pero nadie había subido a verme, así que supuse que los chicos inventaron una buena escusa.
Acabé mi café con tostadas, regresé arriba y me lavé los dientes, maquillé y escogí una chaqueta roja de cuero para levantar un poco el look. Me venía muy bien esto de tener un armario casi tan sustancioso como el de casa. Con mi pelo simplemente hice un rodete. Luego se encargarían de él en el set de la entrevista.
Hasta hace poco, mamá solía maquillarme para cualquier evento. Esa profesión era su placer escondido, por ello nunca había tenido que preocuparme porque otra persona se acercara tanto a mi rostro. Desde su muerte lo hacía yo sola. Ella me había enseñado todo lo que había que saber, porque a mí también me gustaba mucho, pero como hobbie. Hoy en día la gente lo encontraba curioso y, en general, lo apoyaba. Entonces, en situaciones como esta, solo se encargaban de mi cabello y vestuario.
Sentí que llamaban a la puerta. El timbre de la casa resonaba a lo largo y ancho de la mansión. También escuche que Phil la abría y saludaba a Monique con cordialidad. Siempre me había llamado la atención que ambos estuvieran solteros, y a pesar de que él fuera mucho mayor, albergaba la esperanza de que acabasen juntos.
Bajé apresurada las escaleras y los tacos de mis zapatos repiquetearon contra los escalones. Por un momento extrañé las zapatillas que había utilizado el día anterior.
-Hola Mon.–la saludé alegremente  cuando nos encontramos, utilizando un tono de voz que no representaba lo que sentía por dentro.
-Buenos días, Miranda. –Correspondió.- ¿Estás lista?
Di una vuelta sobre mi misma para que ambos pudieran apreciar mi look. Los dos soltaron una pequeña carcajada. En ese mismo instante caí en la cuenta de que eran lo más parecido a una familia que tenía en Estados Unidos. También estaba la mamá de Sofia, pero me hacía acordar tanto a la mía propia que todavía me dolía pasar tiempo con ella.
-¿Nos vamos? –pregunté. La entrevista era a las nueve y teníamos como una hora de viaje.
-En seguida, cariño.
-Adios, Phil.-me despedí de él y me acerqué para depositar un beso en su mejilla. El hombre era siempre muy correcto y reservado, y supongo que logré sorprenderlo, pero no se quejó en lo absoluto.
Monique le dio la mano y luego nos fuimos a la limusina.

El hombre que me entrevistaba era muy simpático. No paraba de bromear y se veía que disfrutaba de lo que estaba haciendo. Pensé que tal vez John sería así cuando envejeciera, con apariencia de anciano, pero con alma de niño.
-Y dinos, Miranda. ¿En qué fecha se estrenará la película?
-Está prevista para el próximo 16 de Julio. –respondí con una sonrisa. Admito que no era del todo verdadera, pero tal vez un poco.
-Todavía falta mucho para esa fecha. ¿Tienes algún otro proyecto antes de ello?
-En realidad no. Estoy dedicándome de lleno a promocionar al film. – Aproveché ese momento para tomar un poco de agua del vaso que descansaba sobre la mesa. Estábamos sentados en un living muy acogedor. En frente nuestro había diversas cámaras y equipos, se trataba de un programa en vivo.
-Eso está muy bien.–el conductor era algo… viejo, así que se sentía bien conversar con él, sin que me acose a preguntas como otros tipos.- Ya que estás para eso… ¿Por qué no nos cuentas un poco la trama de la película?
-Encantada. –dije, siempre sonriente y dispuesta. – Mi personaje se llama Lenna, y es una chica británica que viene a nuestro país para probar suerte en el teatro.
-Eso suena muy interesante. –me animó él. Realmente parecía interesado. -¿Puedes contarnos más? –fingí una mueca de dolor.
-Me temo que no es posible- negué- habrá que esperar un poco más de tiempo.
-Lo acepto, estamos al aire. Luego me cuentas a mi solito-Con lo último me guiñó un ojo. Todos los presentes dejaron escapar una sonrisa, incluso yo. –Debo decirte que algo en tu breve sinopsis ha llamado mi atención.–asentí como para darle ánimos a que continuara. - ¿Por qué crees que te han elegido para interpretar un papel extranjero? ¿Eres lo que se dice, a britsh girl?
Me contuve, estaba a punto de soltar que, de hecho, yo había nacido en Inglaterra, pero recordé a tiempo que Miranda Kane era de Nueva York.
-En realidad- aclaré- la tonada me sale muy bien.
-¿Es eso cierto?–siguió cuestionando él, curioso. Yo largué una carcajada y asentí con la cabeza, divertida.
-¡Por supuesto!- dejé escapar esas palabras como si estuviera indignada, aunque permitiendo que se note que simplemente bromeaba. Además les apliqué la típica habla inglés, para dejar las cosas bien en claro. ¿Cómo no podría hacerlo, si me había pasado los últimos días rodeada de chicos de allá?  
Todos en el estudio soltaron una carcajada.
-¿Quién ha sido tan buen profesor? – no iba a contestar “The Beatles”, por lo que dije lo primero que se me vino a la mente.
-Mi padre es de allá- ante la respuesta, el hombre se mostró sorprendido, pero asintió dándome la razón. Eso me hizo pensar que ya habían pasado varios días desde que había hablado con Greg la última vez. Me hice una nota mental para llamarlo luego.
-¿Puedes darnos otra representación?
-¿Puedes darnos otra representación? –repetí sus palabras con el acento grave y bien marcado que había aprendido a hacer. De todas las voces de los chicos, la de George era la que más había llamado mi atención (en lo que se refiera  a acentos, eso está muy claro). Tan solo había decido copiarle un poco en versión femenina y tomarlo como maestro, aunque él no estuviera enterado.
El hombre me aplaudió mirándome encantado.
-Bueno, Miranda Kane, ha sido un gusto para este viejo conocer tan maravillosa jovencita.
-El placer fue todo mío.- y no mentía, al final sí me la había pasado bien.

jueves, 22 de marzo de 2012

Capítulo 32


Un año y medio en el futuro, Londres.

-De acuerdo. ¿Estaría bien si te llamo luego?
-Siempre y cuando seas Paul. –Sonreí de costado con el comentario.
Me abrió la puerta y salí al pasillo. Después me metí en el ascensor.   

Llegar hasta el departamento me había costado muchísimo. Había cantidad de paparazis, todos haciendo preguntas sobre mi hermana y si aprobaba o no, su relación. También hubo alguno que otro inteligente que me preguntó sobre esta tarde, pero yo era lo bastante sensato como para no responder nada.
 Una vez que estuve en la entrada de mi hogar, escuché una risa del otro lado de la puerta y titubeé un par de segundos antes de abrirla con mi llave. No era de John, Olivia o algún otro conocido que quizás pasara por allí, así que tuve que achacarla a Michael Jagger, el nuevo novio de… de… de mi hermana. -¡Hasta pronunciar las palabras en mi mente me era complicado!- Pegué mi oído a la madera para escuchar de qué iba la conversación. Algo sobre el último juego del equipo de baseball, los “Yankees”. Al parecer este tipo sabía mucho sobre el tema. Y eso jugaba en mi contra. Nunca me habían interesado demasiado los deportes, excepto, quizás, el fútbol; en cambio Olivia era todo una experta. Con razón le había gustado…
Decidí dejar de espiar como un estúpido e ingresar. Después de todo era mi casa. Podía echarlo si tenía ganas… ¿Verdad?
-Hola cariño.-me saludó John, contento de verme, al parecer. Todos tenían rastros de risas en sus caras, así como las mejillas coloradas o la respiración algo agitada.
- Hola- respondí lo más alegre que pude.
Se encontraban parados en el medio de la sala. Olivia se apoya contra el respaldo del sillón mientras Jagger y Johny permanecían de pie. Entre los tres formaban un pequeño círculo. Pasé apropósito por en medio y fui a sentarme junto a mi hermana, deslizando un brazo por sus hombros en un gesto protector. Luego miré al primero, desafiante.  
En seguida mi hermana y John comenzaron a reírse, mientras Jagger se metía las manos en los bolsillos y trataba de mirar a otro lado para no caer también.
-¿Puedo saber de su bromita privada? –pregunté con ironía. Ya me estaban sacando de quicio estos tres, y yo que había llegado feliz de la vida gracias a Angie.
-Seguro.-contestó Olivia, una vez que se había calmado.- pero no creo que te agrade. –advirtió después.
-No lo sabré hasta que me lo digas. –repliqué.
-Es solo que ambos dijeron que te pondrías celoso al llegar.-dijo Jagger con simpleza. –Yo creo que también me pondría así si tuviera una hermana pequeña.
¡Mierda! Encima era buena persona… esto estaba muy mal. No podía odiar a alguien que me salvara de las bromas de John y Olivia. Entonces mi hermana se separó de mí y se fue junto a él como si se tratara de la fuerza de atracción de los imanes. Lo miró desde abajo y le dijo algo así como: “¡Que tierno eres, Mick!” ¡Puaj!
-Me encanta todo lo que me has extrañado en estos días.–hablé sarcásticamente.
Olivia se giró y me sacó la lengua, pero luego se acercó a mí y me abrazó. Dejé que me apretujara todo lo que quisiera, si bien jamás lo admitiría en voz alta, de veras la echaba de menos.
-Paul- anunció con una sonrisa en el rostro- Te presento a mi novio, Mick.
El muchacho me extendió la mano. Era castaño, mucho más alto que yo. Pero sus ojos eran celestes y su cabello era más corto que el mío. Yo ganaba.-sé que parezco un poco afeminado con esa comparación, pero no se lo tomen a mal, debía sentirme “superior” si quería manejar la situación- Estiré también mi brazo y sonreí cordial, pero apliqué un poco más de fuerza de la que hubiera debido. Solo por si acaso.
-Bueno, ahora que todos nos conocemos- comenzó John, dejando un poco en ridículo nuestro saludo cordial, de repente se me ocurrió que él tenía cuatro hermanas menores. ¡Madre mía!- ¿Quién quiere comida china?
-¡Yo! – admito que eso me salió de adentro, pero es que de verdad estaba muerto de hambre; no comía nada desde el almuerzo, Angie y yo estuvimos algo… entretenidos con otras cosas. Solté la mano de Jagger antes de que se volviera aún más embarazoso.
-¿Te gusta? –le pregunto mi hermana a su… su… su novio. –es cansador hacer eso tan seguido, asique ustedes solo imagínenselo cada que me refiera a él de esa forma-
-Cualquier cosa esta bien, con tal de comer un poco. - ¡Vamos, por favor! ¿Quién es tan humilde?
-Ayudaré a John.- Me excusé para salir de allí, ya no lo soportaba.
Encontré a mi amigo en la cocina, justo terminaba de colgar el teléfono. Se giró para verme, pues estaba de espaldas. Entonces me miró más cuidadosamente.
-Paul, ¿Qué tienes puesto? –preguntó comenzando a reírse. ¡Había olvidado por completo los zapatos de gamuza y la camisa de franela! Miré hacia abajo horrorizado y eso fue suficiente para que estallara la carcajada.
Al final no tuve más remedio que reírme también yo, aunque todavía me daba vergüenza pensar en el señor Angie y la situación en la que nos conocimos.
-Mi ropa se mojó con la lluvia- me expliqué.
-¿Y quién te ha dado la nueva?
-Una amiga- no quería contar nada aún, lo sentía demasiado irreal como para hablar de ello- ¿Cómo está Chio? – John titubeó un momento, al final decidió dejármelo pasar. Eso me gustaba de él, sabía respetar los espacios.
-De maravilla. Vino hoy a casa, ya sabes, para el almuerzo.
-Grandioso-respondí. Si lo pensaba bien, ella querría saber cómo habían resultado las cosas, después de todo nada hubiera sido posible sin su ayuda. La llamaría más tarde, no tenía muchas ganas de compartirlo, pero se lo debía.
-¡Muchachos!-Llamó Olivia desde la otra sala- ¡Preparen la mesa!
John y yo obedecimos al instante, era un poco notorio quién mandaba cuando mi hermana venía de vista… ella. En mi defensa, mi amigo y yo éramos demasiado buenos, y la dejábamos hacer de mamá de vez en cuando. Además era mujer, ellas siempre tienen todo limpio u ordenado, y no era exactamente lo que predominaba en nuestro departamento.
Cuando crucé el umbral con los platos en las manos, los encontré observando una de las fotografías de la pared. ¡JA! De seguro él no tenía semejantes imágenes en su casa… ¿O sí? No, Olivia no le había regalado eso. Teníamos estrictamente acordado que solo yo podía adornar mi casa con sus obras. << ¡Por Dios, Paul! ¡Deja ya la paranoia! >>, Me reté a mí mismo. Durante un momento me imaginé lo que mi hermanita debía soportar cada vez que tenía pareja, y me sentí culpable. Sin embargo, no tardé nada en desechar ese pensamiento, yo era su hermano mayor, estaba en todo mi derecho 

Capítulo 31

Presente, Estados Unidos.

Entonces soltó mis manos y las llevó a mi cintura, un escalofrío recorrió mi cuerpo y me tomé de sus antebrazos, pero no hice ni el menor esfuerzo por quitarlos de allí. Él nos juntó todo lo que se podía flotando en el agua.  Yo cerré los ojos… y me besó. 
Sentí sus labios sobre los míos, ambos un poco húmedos a causa del agua. Me sumergí en el momento, disfrutando cada segundo.
Al instante escuché un chapoteo a la desesperada y un grito. Eso hizo que nos separásemos de pronto. Luego un par de risas. Volteé a ver y me asombró encontrar la pileta vacía. Solo estábamos Paul y yo. Una música lenta hacía de fondo, de seguro Ringo la había colocado cuando “nos distrajimos”. Fuera lo que fuese,  nuestros amigos eran geniales.
Clavé la vista en sus ojos, que brillaban con la luz de la luna. Todo él tenía un resplandor extraño, probablemente causado por las gotas de agua milimétricas adheridas a su piel. El sonrió y yo también lo hice. Al flotar en el agua habíamos vuelto a separarnos. Sentí su mano nuevamente sobre mi cintura y me atrajo hacia sí otra vez. Con la otra acariciaba suavemente mi mejilla y me observaba como si fuera algo maravilloso.
-Qué curioso…-dijo acomodando un mechón de cabello tras mi oreja. Su voz baja y rasposa me hizo estremecer.–Podría jurar que tus ojos se ven más claros con esta luz.
Esas pocas palabras sirvieron para romper todo el encanto. Fue igual que si hubiéramos estado en una burbuja y alguien la pinchara desde fuera. Todo se hizo añicos a mi alrededor. Paul no podía conocerme. No podía saber de Angie. ¡Nadie podía! Debía hacer algo rápido, salir de allí. ¡Qué estúpida! ¡¿Cómo pude olvidar que llevaba puestos los lentes de contacto?! ¡¿Y el lunar?! De seguro habría desaparecido también.
Sus dedos continuaban acariciando mi piel rítmicamente, al compás de la música lenta.  Era un momento único, pero  tenía que escapar. Retiré su mano de la forma más suave que pude, tanto la de la cara como la de la cintura. Él no reaccionó muy bien que digamos, sin embargo aproveché sus segundos de dubitación para salir nadando hasta los escalones.
-¡Espera! ¿A dónde vas? –Lo oí que gritaba con el agua a la altura de la cadera.
-¡Lo siento, Paul!-me disculpé sin ni siquiera voltearme. –Es solo que yo… olvide…
Ni siquiera inventé una buena excusa. Cuando salí, tomé una toalla del montón y me envolví con ella, estaba empapada, pero no me importó. Deslicé la puerta ventana y me metí apresuradamente. A través del vidrio fui capaz de distinguir cómo Paul salía de la pileta y se secaba un poco la malla para entrar tras de mí. Cuando me di la vuelta, me recibieron un millar de vitoreos, chiflidos y aplausos. Sentí ganas de llorar, a todos ellos les estaba mintiendo, igual que a mí misma y a Paul.  
Me tapé la cara con las manos para evitar que vean mis ojos. Igual por las lágrimas que por mis iris claros. Subí las escaleras hecha una furia y apenas llegue a mi habitación, me introduje en ella dando un portazo. Continuaba chorreando agua y mojaba todo a mi paso. Me apoyé en el costado de la cama y flexioné las rodillas, posando mis brazos, y sobre ellos, mi cabeza.  
No entendía por qué lloraba. Tampoco era que conociera mucho a Paul como para que me afligiera de tal modo no decirle la verdad. No obstante, sentía unos deseos fervientes de hacerlo, de mostrarle mi verdadero yo.
Pero… ¿No era acaso Miranda Kane? Ya no estaba tan segura; me daba miedo, temor de abandonarla y jamás encontrar a Angela Smith. Llevaba tantos años siendo ella que ni siquiera sabía quién era yo.
Entonces… ¿Era Paul el verdadero problema? ¿O solamente estaba demasiado perdida?
Los golpes en la puerta me rescataron de mis pensamientos trayéndome a la realidad. No tenía ganas de responder, así que solamente me quedé en silencio. Un momento después entraron John y Sofia, mis mejores amigos. Ambos se sentaron a mis lados, ella a la derecha y él a la izquierda. Sofi comenzó a acariciar mi cabello mojado y Lennon me frotaba la espalda.
-¿Estás bien? –preguntaron al mismo tiempo. Lo único que hice fue negar con la cabeza.
-¿Paul te ha hecho algo? –inquirió el castaño y sentí que sus dedos se tensionaban un poquito. Volví a negar. John se relajó.
-¿Cuál es el problema? –quiso saber Sofi, con un tono bajo y maternal.
-Es-es que…-comencé entre sollozos, me erguí contra la cama y me sorbí la nariz con una esquinita de la toalla.- Ya ni siquiera sé quién soy. –ambos se quedaron en silencio, como sopesando una respuesta.
-Oh, no te preocupes, Randi. –Me consoló mi amiga.-Eso nos pasa a todos.–La miré con los ojos vidriosos y noté su sorpresa al verme. Por un segundo me puse en su lugar y hasta yo me sobresalte. Debía estar acostumbrada a una chica de pelo rubio, ojos marrones y que rebosaba confianza en sí misma, con una vida aparentemente perfecta; lo que ahora veía era alguien mojado, lloroso e inseguro, con el cabello más oscuro debido al agua, ojos claros y sin lunar…
-No conozco a nadie más que tenga que transformar su rostro todas las mañanas.-comenté con un tono frió y clavé la vista en el esquinero de la puerta.
-No es tan difícil- dijo John- Llevas siendo Miranda toda tu vida. Un nombre no define quién eres; si no lo que llevas dentro. –sus palabras me obligaron a tragar saliva- Te comportarías igual aún si siguieras llamándote  Angie ; incluso si fueras… no sé,  Roberta o Rosalinda.  
-Si fuera Angie-puntualicé- no tendría una vida tan ajetreada, vería a mi padre más seguido, no saldría a tantas fiestas…
-Y no actuarías-me cortó Sofi- Eso es lo que más amas hacer en la vida, Randi.
Está bien… si antes estaba confundida, ahora era un completo desastre. A donde sea que mirara tenía buenas y malas oportunidades. ¿No existía acaso un camino fácil, donde todo pudiera ser feliz? “No. Porque esto es la vida real, no una de tus películas” me respondía a mí misma.   
-Sé que estás en una encrucijada. –Comentó John un poco nervioso- pero abajo todos esperan ansiosos saber qué paso contigo. En especial Paul.
Paul… ¿Debía decirle? ¿Contarle mi secreto? Al fin y al cabo no era tan íntimo; es decir, ni yo misma recordaba bien cómo era Angie. Tenía cuatro años cuando empecé a ser Miranda…
-No, no puedo.
-¿Qué cosa?
-Bajar. Sería incapaz de mirarlo de nuevo en los ojos y mentirle.
-¡No estás mintiéndole! –Protestó Sofi, que había entrado en calores.–¿Qué nombre tienes en tu tarjeta de identificación?
-¿Eso qué tiene que…- se extrañó él. Tampoco yo entendía nada.
-¡Responde!
- Esta bien, esta bien. –Reflexioné un momento. Luego fruncí el seño.-Miranda Kane.
-Exacto. –Una sonrisa de suficiencia se extendió por su rostro- Si para el gobierno eres ella, para el resto igual.
-No para mí-contradije. Mi amiga resopló. Decidí ignorarla y me dirigí a John.
-No quiero salir.- Casi rogué- Inventa algo. Sé que puedes. –El castaño me miró indeciso- ¿Por mí? –él rodó sus ojos.
-De acuerdo.-Aceptó. - ¿Pero no quieres despedirte? –un nudo se me formó en el estómago.
-De todas formas los veré mañana.-  el silencio que siguió logró incomodarme.- Los veré mañana –Repetí- ¿Verdad? ¿John?
-Randi…-empezó no del todo convencido. – Tenemos un compromiso urgente en Londres, nos vamos a las siete. El director decidió que la cantidad de tomas de esta tarde serían suficientes, además pudieron salvar algunas viejas…
Lo que dijo me calló como un puño en el estómago. ¡Se suponía que tendría todo el día para despedirme! ¡Veinticuatro horas dedicadas a desacostumbrarme de las risas y el barullo! De la distracción y sentirme bien…
-No voy a bajar.–Decidí, mostrando una faceta firme que en realidad era una máscara- Dile a Paul que lo llamaré y a los otros que de verdad lo siento.
-¿Estás segura? –preguntó Sofi, con la preocupación reflejada en sus ojos. 
-Sí. -Afirmé-  Inventen alguna escusa, sé que les saldrá bien.
-Como tú quieras.-aceptó John, dándose por vencido. –Te extrañaré Randi. –agregó con ternura. Luego me abrazó. Yo correspondí con las lágrimas a punto de escabullirse, de verdad los echaría de menos. Incluso aunque solo hubieran sido tan pocos días.
-Yo a ti. –le dije antes de que se fuera.
Abrió la puerta y abandonó la habitación, la castaña salió en seguida tras él.
Después me quedé sola. Toda mojada, y un pequeño charco a mi alrededor. Un temblor me recorrió todo el cuerpo, pero no supe si fue por nostalgia, tristeza, preocupación o mariposas al recordar los suaves labios de Paul sobre los míos...

Capítulo 30


Un año y medio en el futuro, Londres.

-Lo que sea. Tú dijiste que no te gustaban los  chicos de bandas contemporáneos… ¿Por qué?
La contemplé tragar saliva y dirigir su mirada a la ventana de forma brusca, había comenzado a llover y ahora apretaba fuerte sus labios, como decidiendo si decir o no algo que obviamente la preocupaba.

Comenzó a jugar con las mangas de su suéter y se concentró en ello. Luego volvió a alzar la vista, pero esta vez se centró en mis ojos. Un relámpago pasó de pronto, iluminando el cielo y dejando  un brillo especial en sus pupilas.
-Yo… -soltó un poco de aire, ya me había tensionado de lo impaciente que estaba por una respuesta- Detesto todo lo que tenga que ver con la fama.
La afirmación me calló igual que un balde de agua fría, o todavía peor, como si otra vez estuviera bajo la lluvia helada. ¿La fama? ¿Era ese todo el problema? No lo veía un motivo válido para comportarse tan amargamente como en un principio. Es decir, yo era famoso, pero no por eso mala persona o algo así.
-No te entiendo. –y de verdad que no lo hacía. La chica dejó de jugar con sus mangas al tiempo que soltaba un suspiro de exasperación.
-No planeo que lo hagas.–dijo. Parecía que se quedaría callada, pero luego continuó-Es solo que no soporto a todas esas personas que aman a la gente  importante sin conocerla.
-¿Te refieres a los fanáticos? –pregunté. Más o menos estaba entendiendo el sentido de sus palabras. Angie asintió con la cabeza.
-Es que no es justo. Ellos se pasan la vida soñando por conocerlos, y la simple verdad es que no lo harán nunca.–Iba a replicar, pero me cortó- Emplean horas y horas en sueños inútiles. Lo más importante en la  vida es el tiempo, porque es algo que no podrás recuperar.
Sus manos me traían loco. No paraba de moverlas mientras hablaba y hacía diversos gestos. Así que se las tomé y las dejé en el almohadón que nos separaba, entrelazadas. La miré fijo a los ojos.
-No todo tiene que ser así. Hay muchas formas de mirarlo.-comencé- Para mí y el resto de la banda es un alago tener a todas esas chicas empleando su tiempo en nosotros. Saber que podemos alegrarles el día si logramos saludarlas, o hablarles, o tan solo mirarlas.-tomé aire- Nos enorgullece saber que escuchan nuestra música, que se sientan identificados con The Beatles.
A medida que hablaba sentía mi voz más potente. El sentimiento me abrazaba el pecho y había entrado en calor. Los ojos de Angie se humedecieron, tenía el entrecejo fruncido y los dos mirábamos a las pupilas del otro. Dejé de hablar y el silencio se instaló entre nosotros. Solo se escuchaba la lluvia, y si alguien hubiera mirado desde afuera, no se habría dado cuenta de lo fuerte de la situación. Sin embargo estaba cargada de sentimientos.
-¿Te lo mereces? –preguntó con voz débil. Había un tono de amargura en su voz. Quería huir de allí y escapar, pero sus ojos me tenían anclado al sillón. ¿Si me lo merecía? Jamás me había preguntado eso. –Paul…-dijo de pronto, y bajó su mirada a las manos. Fue como si estuvieras viendo una película en su punto más culminante y alguien desenchufara el televisor.–Estás lastimándome, suelta por favor.
Al instante dejé de hacer presión. De hecho, no me había dado cuenta de que apretaba tan fuerte. Sus manos estaban pálidas y contrastaban algunos puntos rojos dónde habían estado mis dedos.
-Lo siento mucho Angie. –me disculpé de la forma más apresurada. –No quería…
-Está bien.–sonrió débilmente. ¿Qué le pasaba ahora? Se levantó del sillón y se dirigió a la cocina. Yo me quedé sentado viéndola alejarse. Me dio la espalda y comenzó a buscar algo que hacer, pero Greg ya la había ayudado a limpiar antes de marcharse. Al final se dio la vuelta y se apoyó en la mesada.–Me parece que deberías irte.
No puse objeción a su pedido, pero no podía hacerlo sin aclarar algo antes. Me levanté y caminé despacio a su encuentro. Solo me detuve cuando estuvimos frente a frente.
-Respóndeme algo.–supliqué en forma de susurro. Verla a los ojos era casi una droga. Me sentía como en casa. Parecía que llevaba mucho tiempo conociéndola, pero apenas era un día. La muchacha asintió con la cabeza, incapaz de emitir sonido.-¿Crees que me he ganado todo lo que me ha sucedido? –La oí tragar saliva trabajosamente.
-¿Por qué te importa mi opinión? –me encogí de hombros.
-No lo sé seguro y tal vez te parezca estúpido, pero siento que te conozco. No te das una idea de las cosas que me haces sentir. –solté le aire y le regalé una sonrisa triste. Detestaba ponerme sentimental, pero había veces que simplemente no podía evitarlo-Supongo que sabrás de mi relación con Miranda Kane.- ¿Qué haces Paul? Me reté a mí mismo. ¡No se supone que la hablas a la chica que te gusta de tu ex novia muerta! –Hace poco tiempo hizo un año que falleció. –me mordí los labios, no dejaría salir las lágrimas. Angie me observaba atentamente.- Hoy es el primer día que realmente la paso bien. Me gusta esforzarme para intentar gustarte un poco. Apenas soy consciente de que deberíamos ser extraños el uno al otro. Sonará cruel, pero gracias a ti no he pensado en ella durante..
Y  me vi obligado a guardar silencio. Sin darme cuenta, sin prevenirlo siquiera, Angie había tomado mi rostro entre sus manos y estaba besándome. Tardé un poco en reaccionar, pero nuestros labios encajaron como piezas de un rompecabezas. Al instante la había sentado en la mesada para más comodidad. El beso se intensificaba lentamente. Una mínima parte de mi cerebro se preguntó si todos serían iguales. Hice un esfuerzo mental para recordarme que Angie no era Miranda. Una de sus manos comenzó a jugar con mi cabello profiriéndome una sensación agradable en la parte baja de la nuca. La tomé de las piernas y comencé a cargarla. No podía dejar de besarla, me sentía como en el cielo. Caminé unos pasos inseguros hasta llegar al sillón, donde nos deposité. Separé nuestras bocas para tomar aire y le bese el cuello. Una descarga de electricidad me recorrió de arriba abajo y supuse que también a ella. Ahora tenía mis manos en su cintura y las suyas jugaban con mis cabellos. Volví a su boca y sentí que sonreía cuando nuestros labios volvieron a tocarse. Eso hizo que yo copiara el gesto.
-Te extrañaba- murmuró en un tono tan bajo que de no haber estado cerca no la habría escuchado.
-¿Qué? –pregunté confundido. Angie abrió los ojos grandes debido al asombro.
-Yo…-miró a los lados rápidamente.-Nota mental: siempre que estaba nerviosa hacía eso.- también siento como si ya te conociera.
No hizo falta más. En seguida volví a besarla y no sé cuánto tiempo pasamos así. Entre caricias, roses y algunos besos que se nos iban de las manos. De pronto comencé a sentir algo incómodo en el bolsillo del pantalón. Intenté ignorarlo pero me fue imposible. Me separé de ella y se quedó mirándome intrigada. Tenía el pelo alborotado y las mejillas sonrojadas, se veía hermosa. Extraje el móvil y le di a la tecla verde.
-Lennon.-dije a modo de saludo.
-¿Dónde has estado Paulie? –Cuestionó curioso- no me digas que otra vez estás haciendo tus paseos solitarios. –le dediqué una rápida mirada a Angie. No, definitivamente no estaba solo.
-Para nada.–Contesté- se me ha volado el tiempo. ¿Necesitan que vaya? –sentí que John vacilaba unos momentos.
-Sí. Olivia y Mick han llegado como a hace una hora. –me quedé estático. ¿Mick? Ella era mi hermanita, pero… ¿Mick?
-Olvide completamente que venía.–me disculpé. –Estaré allí en menos de una hora. –y con eso corté la llamada.
-¿Todo bien? –preguntó Angie. Le dediqué una sonrisa.
-Sí. Lo siento, pero ya debo irme.
-Sería lo mejor, mi padre está por llegar y dudo que le agrade que todavía estés aquí.
-Al menos estoy vestido.–comenté. Los dos comenzamos a reírnos.
-Iré a traer tu ropa. –dijo al tiempo que se ponía de pie- no estará seca, pero puedes llevarte esa y devolvérmela otro día.
-Gracias.
En pocos segundos la muchacha había desaparecido de la vista. Esperé paciente hasta que regresara y en el medio llamé al de la camioneta para que vinera a recogerme; seguía lloviendo a cantaros.
Me incorporé cuando sentí que abría la puerta. Me acerqué a ella y le di un beso en los labios mientras le robaba de la mano la bolsa con mis cosas.
-No me has respondido- le reproché. -¿Crees que valgo la pena? -Angie sonrió, su gesto se reflejó en sus ojos. Si había alguna diferencia muy marcada con Miranda, era esa. No podía perderme en ellos como lo hacía en los de Angie.
-Una y mil veces, McCartney. –Esta vez fue mi turno de sonreír y me incliné para volver a besarla. Me hubiera quedado un rato largo, pero mi deber de hermano mayor estaba reclamándome.
-El portero esta abajo-dijo a modo de despedida.
-De acuerdo. ¿Estaría bien si te llamo luego?
-Siempre y cuando seas Paul. –Sonreí de costado con el comentario.
Me abrió la puerta y salí al pasillo. Después me metí en el ascensor.