lunes, 12 de marzo de 2012

Capítulo 27

Presente, Estados Unidos.

-Porque, si de algún modo estuviéramos emparentados,- comenzó él con el tono bajo y rasposo que lo caracterizaba- jamás podría invitarte a salir.   

Me quedé pasmada con el comentario. Es decir, yo lo había provocado esa misma mañana, pero no esperaba una respuesta tan repentina. No estaba bien que él causara esos efectos en mí. ¡Yo era Miranda Kane! Un chico bonito no podía desestabilizarme de esa manera… y sin embargo, ya lo había hecho.
Un sonido me trajo a la realidad, de hecho, fue su nombre.
-¡Paulie! – lo llamó George.- Ven, jugaremos un partido con esto.- Invitó señalando el palo de billar que sostenía con la mano derecha. Los demás chicos ya se encontraban alrededor de la mesa.
Paul me miró con la incógnita en el rostro.
-Vete, te esperan- lo despedí. Él sonrío, se acercó a mí y me plantó un beso en la mejilla. Después se dio la vuelta y empezó a caminar al tiempo que gritaba: “¡Yo con John!”
En lo que se refiere a mí, continuaba parada como una estúpida en el lugar. Una sonrisa boba pintada en el rostro y la mano sobre el pedacito de piel que sus labios habían rosado con delicadeza.
Pestañé varias veces para despejarme. Localicé a Mary en el sillón y me acerqué hasta ella. Salté por encima del respaldar y aterricé a su lado. La muchacha dio un respingo.
-¡Miranda!-se quejó. Solté una carcajada.
-¿Has visto  a las otras dos?-pregunté colocando mi cabeza en su hombro, ella se corrió y yo caí contra el almohadón. Las dos reímos.  Me giré hasta apoyar la espalda y subí mis pies al sillón, de modo que la miraba desde abajo.
-Me pareció que Debbie le pedía a Sofi que le muestre las habitaciones. –dijo, y luego se encogió de hombros.
-Perfecto. Nos viene muy bien para alejarnos de los chicos. –anuncié, intentando poner una cara malévola. Marianne se rió ante mi mueca extraña.
-¿Por qué quieres alejarte? –cuestionó. La miré un rato y luego me incorporé de forma brusca. Bajé del sillón y le tendí la mano.
-Necesito una charla femenina. AHORA.-Mary la tomó y se puso en pie.
Las dos salimos disparadas como críos hacia la elegante escalera que llevaba al piso superior.
-¡En seguida volvemos! – les grité a los chicos.
Como única respuesta recibí un gruñido general, estaban demasiado metidos en su juego.

Tras el último peldaño se desenvolvía un largo pasillo alfombrado. Hacia la izquierda había varias puertas de madera oscura que dirigían a las habitaciones, y para el otro lado se agrandaba hasta convertirse en una mini sala con paredes vidriadas y un balcón. Las estrellas brillaban en el cielo y el patio trasero relucía con el fulgor de la noche. La luna se reflejaba redonda en el medio de la piscina. Encontramos  a las chicas sentadas en dos butacas de terciopelo contemplando el paisaje.
-Muero de hambre- comentó Sofia apenas notó que estábamos allí.
Hasta que ella lo mencionó, no me había dado cuenta del hambre que sentía. Lo peor era que seguramente todos estábamos igual; vaya anfitriona había resultado ser…
-Tengo una idea.–Dije- ¿Por qué no vamos a la cocina, preparamos la cena y de paso charlamos de un par de cosas?
-Suena genial- Debbie se mostró de acuerdo. Las demás apoyaron la moción.
Cuando las chicas se pusieron de pie, desandamos nuestro camino hacia el living. Nos recibió la voz de locutor de Ringo que gritaba algo.
-El partido se pone feo, señoras y señores. McCartney intenta meter la bola en el hoyo, pero le erra, Lennon se enoja; Harrison sonríe con suficiencia…
-¡Y Starkey tendrá la nariz rota si no se calla!- gritó John, frustrado. Al parecer no le iba demasiado bien jugando con Paul.
Aún así seguían sumergidos en el billar. Pasamos de largo y llegamos frente a una doble puerta vidriada. La abrí e ingresamos a la cocina.
El lugar era bastante amplio. Poseía una gran mesada de mármol que recorría dos paredes enteras, tenía varias alacenas, una heladera y un congelador. Además había un mueble grande donde Phil (el cuidador) solía guardar las botellas del alcohol finas, y un juego de mesa y sillas en el centro.
-¡Pero qué cocina te has echado, Kane! –exclamó Mary dirigiéndose al mueble grande.
-Alto ahí-la frené. La muchacha se dio la vuelta y me observó confundida- si tomas algo de eso con el estómago vacío, estarás vomitando en menos de una hora.
Ella hizo una mueca, pero finalmente se alejó y se sentó sobre la mesada de mármol, balanceando sus piernas. Extrajo un cigarrillo de su bolso y lo prendió, dándole una calada. Al instante todo su cuerpo se relajó.
Me apresuré a acercarme y correr la ventana más próxima para que el humo huyera por allí.
-Bueno… -empecé mirándolas a todas- ¿Alguna sabe cocinar?
Nos quedamos en silencio por un rato. Luego estallamos en carcajadas. Me dirigí al congelador y lo abrí. Justo como lo había supuesto… Extraje varios paquetes de hamburguesas y se los enseñé.
-Sé cómo prepararlas- anunció Debbie sonriente.
-También yo-Concordó Sofi- Te ayudo.
La castaña se acercó a mí y me quitó la comida de las manos. No opuse resistencia. Sonará feo, pero no recordaba un día en el que haya tenido que prepararme la cena. Además, nunca tuve el tiempo necesario que se requiere para aprender a cocinar. Miré de reojo a Mary, que miraba entretenida como las chicas sacaban sartenes y las ponían al fuego. A ella debía de pasarle igual.
-¿Cómo va todo con George? –le pregunté, para conversar un rato.
-¿A qué te refieres? –Sinceramente me sorprendí.
-¿No que ustedes estaban saliendo?-inquirí, temiendo echar todo a perder. Ella sonrió un poco triste.
-Todavía no.–luego se quedó algo pensativa-¡Ni si quiera me ha besado!
Debbie, que justo pasaba frente a nosotras porque venía de buscar un no-se-qué, se quedó asombrada. Miró fijo a Marianne.
-¿De verdad te gusta mi hermano?
-¿No es obvio?- pregunté yo. Si iba a meter la pata, sería hasta el fondo.
-¡Randi! –protestó la súper estrella. –No…, tal vez un poco… ¡Es adorable!
Entonces, de la nada, Debbie comenzó a reir. Mary y yo intercambiamos una mirada de desconcierto, ¿Y ahora qué? Sofi, al oír el alboroto, se acercó para averiguar lo que sucedía.
-¿Qué es tan gracioso? –preguntó con una sonrisa en la cara, como de costumbre. Debinder se había tentado.
-Es –tartamudeó entre risas- a-a Mary le-carcajada- ¡Le gusta George! –Soltó la última parte esperando la misma reacción que si hubiera contado un buen chiste.
Ninguna de las tres respondió. La muchacha estaba doblada en dos mientras se apretaba el estómago y respiraba agitadamente. Al final se irguió e inhaló una gran bocanada de aire. Se quitó con el dedo el rastro de las lágrimas en sus mejillas.
-Perdonen, es que lo oigo y no lo creo. –explicó- Es tan irreal.
-¿No le gusto a George?- preguntó Mary, yendo al grano. Por el tono de voz, yo diría que estaba dolida y un poco resentida.
-¡¿Bromeas?! –se apresuró a corregirse Debbie- ¡Todo lo contrario! –Mi amiga sonrió, retomando esa confianza en sí misma que la caracterizaba. – Mi hermano ha pasado tanto tiempo admirándote… tiene su cuarto en casa lleno de pósters, la primera canción que cantó en público fue tuya, ¡Ni siquiera era capaz de explicarse en el teléfono cuando me llamo después de tu fiesta! – cambié una mirada con Sofi. Las dos sonreímos enternecidas. Mary se mordía los labios encantada. – Lo que quiero decir es que tú eres Marianne Johnson y él... George!
Se formó un silencio. Nos llegaron gritos y quejas desde el living.
-Wow, wow, wow.–Reaccionó Sofi. Me imaginé lo que estaba por decir.-¿Solo Liam? Él es miembro de The Beatles, la banda contemporánea de rock más popular del momento. Posee una gran habilidad para la guitarra y está como quiere.  -Las tres la miramos fijo con el último comentario. - ¡Vamos! No me nieguen que es sexy. –murmullos de aprobación se hicieron presentes- De todas formas, nadie puede contra mi baterista –dirigió su vista al frente como si contemplara un lugar más allá de la cocina- Ringo… su voz, su cabello, ¡Su sonrisa!
-Bueno ya. –la frenó Mary riendo- hablábamos de George. ¿Por qué creen que aún no me ha besado?
-Simple. –respondió Debbie. – has sido el amor platónico de su vida, él siente que no te merece.
-En ese caso tendré que dejarle las cosas bien en claro –anunció ella con la sonrisa plantada en el rostro.–no me molesta dar el primer paso.–de pronto su mirada cayó fija en Debbie - ¿A ti no te importaría?
-Oh, para nada. Te doy luz verde. – todas nos reímos ante el comentario.
-Eso me recuerda…- dije- ¡Hoy yo se la di a Ringo!
Las chicas me miraron confundidas, en especial mi mejor amiga.
-¿De qué hablas?
-Solo diré que te prepares para una posible cita con tu narigón favorito. –me hice la misteriosa, tampoco quería dejar a Ringol totalmente descubierto.
De inmediato, Sofi se puso colorada. Tenía tal emoción que las palabras no le salían de la boca. Mary clavó su vista en mí, estrellando contra el cenicero su cigarro consumido.
-¿Qué hay de Paul y ti? –preguntó suspicaz. Un nuevo silencio se presentó. Sé que mi intención inicial era hablar de ese tema, pero llegado el momento me sentí incapaz.
-¿No sienten olor a quemado? –me hice la inocente- ¡Chicas, las hamburguesas!
Eso bastó para que todas nos levantáramos apresuradas a controlar la comida. Aún así noté en su mirada que todavía esperaba una respuesta.   

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