jueves, 8 de marzo de 2012

Capítulo 25 parte 1

Un año y medio en el futuro, Londres.

Caminábamos en silencio, lo normal era que me sintiera incómodo, pero no podía estar más feliz. Había vuelto a ponerme mis lentes y el gorro, y continuaba con las manos en los bolsillos del pantalón. Angie iba cruzada de brazos. Me sorprendía que no me hubiera echado todavía; esto atribuía en gran parte a la sonrisa que dominaba mi rostro. La muchacha levantó la vista hacia el cielo, escudriñándolo. El sol se había escondido tras unas gruesas nubes grises que indicaban tormenta. Siempre pasaban estas cosas en Londres, la lluvia era casi tan impredecible como John Lennon. 
-Está a punto.-anunció Angie.
-Lo sé. ¿Te gusta la lluvia?
-Sí, pero mojarme con ella no es algo que me agrade mucho. Sería mejor que me vaya a casa. –Y ahí estaba otra vez, ¿Por qué se negaba tanto? Es decir, no quiero sonar como un cretino, ¡Pero yo no era tan mala compañía! 
-O podrías quedarte y dejarme que te enseñe. –sin siquiera haberlo notado, ambos habíamos frenado y nos mirábamos cara a cara.
-¿A qué? –inquirió confusa.
-A disfrutar de una buena caminata bajo la lluvia.
Como si la tormenta hubiera estado esperando mis palabras, se hoyó un trueno y el agua comenzó a caer de las nubes precipitadamente. Vi que Angie cerraba los parpados sorprendida, esperé a que se corriese  el maquillaje, pero nunca sucedió. Entonces reparé en que no llevaba ninguno. Eso hizo que me gustara todavía más. Había encontrado ese tipo de chica tan sincera que ni siquiera se esconde tras una capa de rímel. –se dice así, ¿Verdad?- Me quité los lentes que estorbaban y los enganche en el cuello de mi suéter.
Ella levantó los brazos y se tapó la cabeza, aun así no impedía que se mojara, pero al parecer creía que sí. Yo la miré unos segundos, disfrutando de las gotas de agua en mi piel. La tomé de los codos y suevamente tiré de  ellos para que los quitara. Luego la tomé de ambas manos, entrelazando nuestros dedos, y estiré mis brazos, los dos quedamos en una extraña pose de cruz.
-¡¿Qué estamos haciendo?! –preguntó a los gritos para que la escuchara sobre el rumor del agua.  Por primera vez la veía desconcertada, y hasta dispuesta, me atrevería a decir.
-¡Tú solo disfruta!- le respondí, elevando también yo mi tono. Luego deje caer la cabeza hacia atrás, para que el agua me diera más de lleno. Tenía todo el cabello pegado a los costados.
Con un movimiento, junté más nuestros cuerpos y comencé a girar, lentamente. Noté que Angie se estremecía, solo que no supe si por el contacto conmigo o con el agua. Sonó otro trueno entre las nubes y un relámpago cruzó el cielo. La chica dio un verdadero respingo y se abrazó a mí casi por inercia. Decidí aprovechar el momento y la tomé de las rodillas con un brazo. En pocos segundos la tenía cargada como princesita. Angie gritó sobresaltada y yo me reí. 
-¡Bájame! -logró pronunciar, pero ignoré sus palabras. Comencé a girar en la calle mojada y noté que se abrazaba a mi cuello, no quería caer, por supuesto que yo no permitiría una cosa así, pero ella no sabía eso. 
-¡I’m singing in the rain!- me puse a cantar.
-¡Estás loco! – dijo ella, pero se notaba que ya no estaba enfadada. La carcajada que esperaba no tardó en llegar.  Realmente me sorprendió cuando se unió con satisfacción a mi loca idea de cantar.  Supuse que la gente que por allí pasara, nos miraría como a dos extraños, pero poco me importó.
Deposité a Angie en el suelo y ella me miraba con una sonrisa. Tenía los dientes blancos, era más baja que yo y los ojos le brillaban.
-¡¿Y ahora qué?! – curioseó. La lluvia continuaba cayendo fuerte y empezaba a notar el frió que antes no había sentido. Rápidamente estaba calado hasta los huesos.
-¡¿Vives cerca?! –ella negó. La hubiera invitado a mi edificio, pero se encontraba demasiado lejos.
-¡Vivo a muchos kilómetros de distancia, pero tengo un departamento a unos cinco minutos! -¡Cierto! Otra vez olvidaba que no era de Londres. Angie me sonrió burlona.  -¡Vamos, antes de que nos congelemos aquí a fuera! –añadió.
Asentí agradecido. Era mi plan original, y ni siquiera había tenido que proponerlo. La morena comenzó a correr, sorteando charcos y personas. Yo me apresuré a seguirla. No era cosa de que me quedara detrás. Cuando doblamos la esquina, Angie se resbaló. Por suerte yo me encontraba cerca, asique fui capaz de sostenerla. A partir de ese momento, continuamos el recorrido de la mano, ya saben, por seguridad. Admito que no me molestó en lo absoluto. 

1 comentario:

  1. RRRRR LO AME DEMASIADO! ROMÁNTICO Y HERMOSO! PERFECTO! ESPERO EL PRÓXIMO :D

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