Presente, Estados Unidos.
-¿No eras tu el que quería fanáticas de por aquí? Ahora ya tienes una.- Le guiñé un ojo.
-¿Qué acaso tú no lo eres? –atacó pícaro, como siempre.
-¿Saldrías con una fanática?-volví a repetir la pregunta de hace unas horas.
-Por supuesto.
-Pues entonces, sí. –sonrió vencedor. –Ya arranca, o tu agente te matará por retrasarte.
Después solté una carcajada, acababa de tirármele a Paul McCartney. ¡Por dios, Miranda!
Había salido el sol, el tiempo en la playa era perfecto para una sesión de fotografías. Llegamos y Pauly se apresuró a reunirse con los demás, que estaban en los vestidores y preparándose.
Yo decidí sentarme en una silla de por allí y disfrutar de la vista. Ahora tenía bastante calor con mis pantalones largos y me sudaban los pies en las zapatillas. Pasé mi mirada por el personal y los equipos, entonces divisé a otras dos chicas sentadas un poco aparte. Una era rubia y la otra poseía una cabellera castaña. Me levanté y fui a su encuentro. Al llegar descubrí a una tercera, a quien reconocí como la hermana de George, Debbie.
-¡Chicas! –las saludé.
-¡Miranda! –correspondieron. Noté que el cabello de Marianne estaba alisado, a ella no le gustaba su cabellera rizada aunque a mi me encantase. Me saludaron. Bueno, por lo menos Mary y Debbie, pues Sofi se hallaba en otro planeta. Decidí sentarme a su lado.
-¿Estás bien?-le pregunté por lo bajo.
-Nunca mejor. –me respondió, risueña y con la vista fija en el camarín de los chicos, como si fuera capaz de ver a través de la pared. -¡Es el mejor día de mi vida! ¡Me la he pasado con los chicos de The Beatles y Marianne Johnson! ¿Qué más puedo pedir?
-¿A Miranda Kane? –pregunté, de broma. Las dos reímos, entonces se fijó en mi por primera vez, con auténtica curiosidad escrita en sus ojos azules.
-Dime, ¿Cómo es que llegaste en el mismo auto que Paul McCartney?
-Yo… la verdad es que… cuando ustedes no se presentaron al restaurante, lo invité a almorzar.
-Awww! ¡Pero qué tiernos! ¿Continúas pensando que es un mujeriego incurable? –indagó, pícara. Eso hizo que comenzara a devanarme los sesos en busca de una respuesta que no me comprometiera.
-¿Y qué me dices tú de que Ringo te ha invitado? –JA! Fue su turno de colorarse y no saber qué responder.
En ese momento John se acercó a nosotras, acompañado por Brian Epstein.
-¿Miranda? –llamó- ¿Podría hablar contigo un rato?
-Claro Johny, -dije levantándome- ¿Cuál es el problema? –caminamos un poco hasta apartarnos del resto. Mi amigo parecía nervioso. Removió un poco la arena con los pies y se rascó la cabeza.
-Es…-levantó la vista hasta clavarla en mis ojos- las modelos que estarían en algunas fotografías no pueden venir hoy, ya tenían otro compromiso… y como que necesitamos reemplazarlas. –cavilé sus palabras por unos instantes.
-¿Quieren que yo salga?
-Sí, y también Mary, Sofia y la hermana de George.
-¡Eso es fantástico! –me alegré. Luego lo abracé- ¿Por qué creíste que me negaría?-inquirí leyendo la expresión de su rostro.
-El problema- prosiguió dudoso, como si yo nunca hubiese hablado.- no tenemos el dinero como para pagarles a Marianne y a ti. – Sus mejillas empezaron a colorarse. Lo último lo dijo muy apresurado, me recordó a cuando te pinchas con algo y lo sacas rápido y con fuerza. Clavó la vista en la arena, esperando mi respuesta.
-Por mí no te preocupes, lo hago gratis. –John levantó la cabeza deprisa, sin atreverse a creerlo- Eres mi mejor amigo, me fascina actuar y estaré en las fotografías del nuevo boom mundial-enumeré. Él me abrazó de pronto. Lo hizo tan fuerte que me levantó del suelo y comenzamos a girar. Mi risa era descontrolada.
-¡Gracias! No te imaginas lo que nos servirá a nosotros que actúes en él. –luego me dejó en el piso y le hiso una seña afirmativa a Brian, que se marchó de allí.
-Digamos que tienes suerte de que Miranda sea famosa. –comenté. John solo sonrió.
Volvimos abrazados hasta donde estaban las chicas. Cambiamos una mirada en la que quedó bien claro que yo sería la que les comunicara las noticias.
-Mujeres-empecé en tono teatral- tenemos una misión. –todos rieron ante lo tonta que me veía actuando así. Ese era el punto, actuar. Nada más cómodo que ser otra persona. –The Beatles necesita nuevas chicas para su sesión de fotografías. ¿Quién está conmigo?
Al instante todas se levantaron y llevaron su mano hacia delante, posándola sobre la mía, que había extendido previamente. En realidad Sofi se quedó en su asiento murmurando algo del estilo “¿Esto en realidad esta pasándome?” pero después reaccionó y se abalanzó sobre nosotras, convertida en el remolino de emociones que tendía a ser. Resbalamos hasta quedar tendidas en la arena, donde estallamos en carcajadas.
Los chicos se acercaron preocupados por el ruido y nos ayudaron a levantarnos, también riendo de la situación y visiblemente más calmados. Bueno, después de todo, habíamos salvado el día.
Unos tipos del personal nos llevaron hasta los vestidores, allí nos produjeron de pies a cabeza. No obstante, tenía un resultado natural. Con mi pelo, por ejemplo, habían hecho un batido espectacular que parecía creado por la brisa marina.
Salimos al set de filmación. Básicamente se trataba de jugar con cosas de la playa y luego sacarían algunas de los chicos, para promocionar un nuevo single, o algo así. Nosotras, por lo que nos dijeron, debíamos volver mañana.
Nos pasamos la tarde haciendo payasadas, hacía mucho tiempo no vivía un día tan espectacular. Arrojamos a Ringo con una alfombra, nos metimos en el océano, caminamos, hicimos carreras de caballo, cualquier cosa. No podía creerlo, primero el almuerzo con Paul y ahora esto.
Cuando el cielo comenzó a tornarse anaranjado, prendieron una gran fogata donde realizaríamos más tomas. Sin embargo, había una parte que me preocupaba casi tanto como me embargaban las ganas de realizarla.
Debía sacarme algunas con Paul.
Nos encontrábamos frente a frente. La cámara estaba por encenderse.
-¿Qué tal tu día hasta ahora?-preguntó él, con esa sonrisa que me hacía estremecer interiormente.
-Normal-respondí, haciéndome la desinteresada. Advertí que sus ojos se abrían ante la sorpresa, ¿Qué? No estaría pensando que me pasaría el día a sus pies. -¿El tuyo?
-Maravilloso- sincero, eso había sonado completamente sincero. Me mordí el labio inferior. Otra vez lo tenía a centímetros.
-En tres, dos –el director hizo el uno sin pronunciar palabra, señal que indicaba que ya todo estaba en posición. No podía evitar perderme en sus ojos, a la vez que él en los míos.
Se aproximaba, podia sentirlo. Cerré los ojos por segunda vez en el día…
-Quedó fantástico chicos, una más de refuerzo. – abrí los ojos y deseé que nadie hubiera notado mi pequeño desliz.
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