Un año y medio en el futuro, Londres.
Consideré mis opciones. Podía quedarme y comer hasta reventar con la chica que me gustaba mientras esta se portaba bien conmigo; o podía volver a casa con John a almorzar zanahorias, y eso suponiendo que él seguía allí incluso después de ver el cartel que decía que no me esperara.
Decidí que si su padre me había conocido casi desnudo y no me había echado, no sería tan terrible.
-Yo me canto la pata. –anuncié.
Comimos entre risas y anécdotas. Greg era uno de esos padres que les gusta discutir temas importantes, aprovechando cada comentario para instruir un poco más a la juventud, es decir, nosotros.
Una vez que terminamos me levanté para ayudarles a juntar las cosas, pero no me lo permitieron. Su respuesta era: “tú eres el invitado, Paul”. Yo no me sentía tan así, de hecho, hubiera preferido el término “colado,” pero no había nada que pudiera hacer.
Me dediqué a observarlos desde el sillón. Angie era mucho más bajita que su padre. Ella lavaba los platos mientras él los secaba y guardaba. Si mantenían una conversación, no llegaba a mis oídos. Pasé mi vista a la ventana, ya había dejado de llover. Me levanté y dirigí mis pasos hacia ella, la abrí para que un poco de aire fresco se colara en la habitación. En ese mismo instante me llegó un fragmento de charla; Greg parecía estar disculpándose por algo, sus palabras eran de lo más extrañas: “no pude pasar la oportunidad de conocer al famoso Paul.” ¿Es que acaso Angie le había platicado sobre mí? ¿Por eso se había calmado apenas la oyó decir cómo me llamaba? No tenía sentido, hasta esta mañana, ella me odiaba. No obstante, había algo en el tono de su padre que me llamaba poderosamente la atención. El famoso Paul…
-¡Hey! –di un respingo, no me había dado cuenta de que me llamaban.- Cierra la ventana, hace frío.
Reaccioné de golpe e hice lo que me pedía de torpemente.
-Lo siento- balbuceé- creí que estaría bien ventilar un poco. -todavía me rondaba esa sensación como si hubiera leído mis pensamientos.
Angie sonrió, comprensiva. Dios, ¡Qué hermosa sonrisa! Tenía los dientes blancos y muy parejos, se le formaron unas arruguitas a los costados de los ojos y un brillo especial se coló en sus pupilas.
-¿Paul? - ¡Mierda! Me perdía mucho en mis pensamientos.
-¿Si?
-Nada, te habías tildado. – continuaba con la sonrisa en el rostro, eso me hizo copiar el gesto.
-No quiero interrumpir su intercambio de gestos tiernos, chicos - habló de pronto Greg. Su hija lo miró sorprendida y sus mejillas se tiñeron de rojo. – asi que ya me voy.
-¡Papá! – lo retó, pero luego suavizo sus facciones- ¿No que habías vuelto antes para hacerme compañía? – el hombre sonrió comprensivo.
-Me parece que estás en buenas manos-dijo, y me guiñó un ojo. Instintivamente me erguí y llevé las manos atrás, en una pose… ¿Madura?
-Seguro, señor- respondí.
-Ah, no.–inquirió levantando una ceja.- ¿Qué te pedí?
-Digo Greg. –me corregí. Angie soltó una carcajada, debía de verme patéticamente nervioso. Por lo general no era así, pero tenía que admitir que los padres de las chicas solían intimidarme bastante.
-Así está mejor.- aceptó él.
Se puso un abrigo, tomó el paraguas del perchero que estaba junto a la puerta, se acercó a su hija, le dio un beso en la frente y salió… dejándonos solos. Angie suspiró.
-Lo siento. – se disculpó- simplemente no sabe comportarse de otro modo. –me encogí de hombros.
-No tienes por qué. Tu padre es genial. – la chica sonrió animada por el comentario.
Un silencio algo incómodo se formó.
- Yo… -comenzó ella, y de pronto fijó su mirada en el bollo que mis ropas todavía conformaban sobre la mesada.– iré a colgar esto- se dirigió allí y agarró las cosas entre sus manos. – en seguida regreso. – y estaba casi cerrando la puerta del pasillo cuando la frené.
-Espérame. – Dije agarrando la madera y colándome en el pequeño espacio- te ayudo. –antes de que pudiera reprochármelo, le quité la ropa húmeda de las manos y le indiqué que fuera unos pasos delante, para indicarme el camino.
Angie me dedicó una mirada un tanto fea, pero continuó adelante. Abrió una puerta de la derecha; tenía entendido que la otra era del baño, asique supuse que las dos de la izquierda serían las habitaciones. Ingresamos a un pequeño cuarto que poseía una ventana chiquita al fondo, un lavarropas, una tabla de planchar y un perchero. Además había una pequeña mesada donde solo había espacio para el lavabo que estaba incrustado en ella, justo debajo de la ventana.
-Pásame la ropa- pidió extendiendo su mano hacia mí pero sin darse vuelta. Al contrario de lo que pensaba, -que era colgarla en el perchero- lo metió todo en el lavarropas.
-No hace falta que lo laves. – la muchacha se dio la vuelta y volvió a sonreír.
-Solo puse la función de sacado, así podrá estar lista más rápido. –se quedó contemplándome fijamente, luego soltó una risita.
-¿Qué?- pregunté. ¿Tendría algo en el rostro?
-Es solo que me hace gracia verte con esa ropa. –se tapó la boca con la mano y rió de nuevo.
-No hagas eso. –le pedí. Su rostro adoptó una expresión confusa-Tienes una sonrisa hermosa, no la escondas.
Un nuevo silencio se instaló entre nosotros. ¡Tú y tu gran bocota, McCartney! Me quedé quieto esperando una reacción, no era que me arrepintiera de mi comentario, pero tal vez ella podía molestarse.
Lentamente retiró su mano. Metió ambas en los bolsillos de su pantalón y se balanceó un poco con los pies, nerviosa.
-¿Volvemos? –preguntó con los últimos rastros del rubor que mis palabras le habían causado.
-Después de ti- dije acercándome a la puerta y haciendo un ademán.
El tiempo se pasaba como loco. Entre los dos teníamos demasiadas cosas de qué hablar. Me pareció un poco extraño que ni siquiera tocáramos el tema de la fama, por lo general es de lo primero que me preguntan, pero era mejor así. Estar con Angie me bajaba los pies a la tierra. Parecía tan sencilla y común. Tan hermosa y delicada. –disculpen las melosidades, ¿Ven lo que hace el amor conmigo?- Tan natural. De a ratos me hacía acordar a Miranda… cualquier cosa me hacía recordarla en realidad, así que decidí no preocuparme.
-¡Lo sabía! –gritó ella entre risas.- ¡Sabía que eras tú en el teléfono!
-¿Cómo? –pregunté asombrado y, quizás, avergonzado también, pero sin dejar de sonreír.
-Me sé el número de Ringo de memoria. – la miré boquiabierto.- y ese no era.
-¡¿Por qué?!
-¡Sofi me hizo aprenderlo!
Los dos estallamos en carcajadas sentados en el sillón. Estábamos conversando sobre aquella vez que me hice pasar por Ringo al teléfono. Angie hacía gestos con las manos cada vez que quería expresar algo.
-¿Reconociste mi voz? –me asombré. Ella asintió con la cabeza.
-Podría hacerlo en cualquier parte.
El comentario me tomó desprevenido. ¿Qué significaba en realidad? Dejé de reír y la miré fijo. La castaña también paró.
-Sofia es mi mejor amiga, -se explicó- está loca por The Beatles, son su mayor sueño echo realidad. -noté que disimuladamente bajó la vista, así no podía mirarla directo a los ojos-Los escucha tan seguido que hasta mi padre diferencia las voces en las canciones.
Me causó gracia la última revelación. Sin embargo, había recordado un tema pendiente y quería discutirlo.
-Angie-comencé. – cuando hablamos esa vez…
-Charlé con “Ringo” – me corrigió sonriente.
-Lo que sea. Tu dijiste que no te gustaban los chicos de bandas contemporáneos… ¿Por qué?
La contemplé tragar saliva y dirigir su mirada a la ventana de forma brusca, había comenzado a llover y ahora apretaba fuerte sus labios, como decidiendo si decir o no algo que obviamente la preocupaba...
Recién vengo leyendo todo, y me ha encantado! :'D
ResponderEliminarquiero llorar (?
okno, espero el siguiente ansiosa x3
saludos :3