Un año y medio en el futuro, Londres.
-Lo que sea. Tú dijiste que no te gustaban los chicos de bandas contemporáneos… ¿Por qué?
La contemplé tragar saliva y dirigir su mirada a la ventana de forma brusca, había comenzado a llover y ahora apretaba fuerte sus labios, como decidiendo si decir o no algo que obviamente la preocupaba.
Comenzó a jugar con las mangas de su suéter y se concentró en ello. Luego volvió a alzar la vista, pero esta vez se centró en mis ojos. Un relámpago pasó de pronto, iluminando el cielo y dejando un brillo especial en sus pupilas.
-Yo… -soltó un poco de aire, ya me había tensionado de lo impaciente que estaba por una respuesta- Detesto todo lo que tenga que ver con la fama.
La afirmación me calló igual que un balde de agua fría, o todavía peor, como si otra vez estuviera bajo la lluvia helada. ¿La fama? ¿Era ese todo el problema? No lo veía un motivo válido para comportarse tan amargamente como en un principio. Es decir, yo era famoso, pero no por eso mala persona o algo así.
-No te entiendo. –y de verdad que no lo hacía. La chica dejó de jugar con sus mangas al tiempo que soltaba un suspiro de exasperación.
-No planeo que lo hagas.–dijo. Parecía que se quedaría callada, pero luego continuó-Es solo que no soporto a todas esas personas que aman a la gente importante sin conocerla.
-¿Te refieres a los fanáticos? –pregunté. Más o menos estaba entendiendo el sentido de sus palabras. Angie asintió con la cabeza.
-Es que no es justo. Ellos se pasan la vida soñando por conocerlos, y la simple verdad es que no lo harán nunca.–Iba a replicar, pero me cortó- Emplean horas y horas en sueños inútiles. Lo más importante en la vida es el tiempo, porque es algo que no podrás recuperar.
Sus manos me traían loco. No paraba de moverlas mientras hablaba y hacía diversos gestos. Así que se las tomé y las dejé en el almohadón que nos separaba, entrelazadas. La miré fijo a los ojos.
-No todo tiene que ser así. Hay muchas formas de mirarlo.-comencé- Para mí y el resto de la banda es un alago tener a todas esas chicas empleando su tiempo en nosotros. Saber que podemos alegrarles el día si logramos saludarlas, o hablarles, o tan solo mirarlas.-tomé aire- Nos enorgullece saber que escuchan nuestra música, que se sientan identificados con The Beatles.
A medida que hablaba sentía mi voz más potente. El sentimiento me abrazaba el pecho y había entrado en calor. Los ojos de Angie se humedecieron, tenía el entrecejo fruncido y los dos mirábamos a las pupilas del otro. Dejé de hablar y el silencio se instaló entre nosotros. Solo se escuchaba la lluvia, y si alguien hubiera mirado desde afuera, no se habría dado cuenta de lo fuerte de la situación. Sin embargo estaba cargada de sentimientos.
-¿Te lo mereces? –preguntó con voz débil. Había un tono de amargura en su voz. Quería huir de allí y escapar, pero sus ojos me tenían anclado al sillón. ¿Si me lo merecía? Jamás me había preguntado eso. –Paul…-dijo de pronto, y bajó su mirada a las manos. Fue como si estuvieras viendo una película en su punto más culminante y alguien desenchufara el televisor.–Estás lastimándome, suelta por favor.
Al instante dejé de hacer presión. De hecho, no me había dado cuenta de que apretaba tan fuerte. Sus manos estaban pálidas y contrastaban algunos puntos rojos dónde habían estado mis dedos.
-Lo siento mucho Angie. –me disculpé de la forma más apresurada. –No quería…
-Está bien.–sonrió débilmente. ¿Qué le pasaba ahora? Se levantó del sillón y se dirigió a la cocina. Yo me quedé sentado viéndola alejarse. Me dio la espalda y comenzó a buscar algo que hacer, pero Greg ya la había ayudado a limpiar antes de marcharse. Al final se dio la vuelta y se apoyó en la mesada.–Me parece que deberías irte.
No puse objeción a su pedido, pero no podía hacerlo sin aclarar algo antes. Me levanté y caminé despacio a su encuentro. Solo me detuve cuando estuvimos frente a frente.
-Respóndeme algo.–supliqué en forma de susurro. Verla a los ojos era casi una droga. Me sentía como en casa. Parecía que llevaba mucho tiempo conociéndola, pero apenas era un día. La muchacha asintió con la cabeza, incapaz de emitir sonido.-¿Crees que me he ganado todo lo que me ha sucedido? –La oí tragar saliva trabajosamente.
-¿Por qué te importa mi opinión? –me encogí de hombros.
-No lo sé seguro y tal vez te parezca estúpido, pero siento que te conozco. No te das una idea de las cosas que me haces sentir. –solté le aire y le regalé una sonrisa triste. Detestaba ponerme sentimental, pero había veces que simplemente no podía evitarlo-Supongo que sabrás de mi relación con Miranda Kane.- ¿Qué haces Paul? Me reté a mí mismo. ¡No se supone que la hablas a la chica que te gusta de tu ex novia muerta! –Hace poco tiempo hizo un año que falleció. –me mordí los labios, no dejaría salir las lágrimas. Angie me observaba atentamente.- Hoy es el primer día que realmente la paso bien. Me gusta esforzarme para intentar gustarte un poco. Apenas soy consciente de que deberíamos ser extraños el uno al otro. Sonará cruel, pero gracias a ti no he pensado en ella durante..
Y me vi obligado a guardar silencio. Sin darme cuenta, sin prevenirlo siquiera, Angie había tomado mi rostro entre sus manos y estaba besándome. Tardé un poco en reaccionar, pero nuestros labios encajaron como piezas de un rompecabezas. Al instante la había sentado en la mesada para más comodidad. El beso se intensificaba lentamente. Una mínima parte de mi cerebro se preguntó si todos serían iguales. Hice un esfuerzo mental para recordarme que Angie no era Miranda. Una de sus manos comenzó a jugar con mi cabello profiriéndome una sensación agradable en la parte baja de la nuca. La tomé de las piernas y comencé a cargarla. No podía dejar de besarla, me sentía como en el cielo. Caminé unos pasos inseguros hasta llegar al sillón, donde nos deposité. Separé nuestras bocas para tomar aire y le bese el cuello. Una descarga de electricidad me recorrió de arriba abajo y supuse que también a ella. Ahora tenía mis manos en su cintura y las suyas jugaban con mis cabellos. Volví a su boca y sentí que sonreía cuando nuestros labios volvieron a tocarse. Eso hizo que yo copiara el gesto.
-Te extrañaba- murmuró en un tono tan bajo que de no haber estado cerca no la habría escuchado.
-¿Qué? –pregunté confundido. Angie abrió los ojos grandes debido al asombro.
-Yo…-miró a los lados rápidamente.-Nota mental: siempre que estaba nerviosa hacía eso.- también siento como si ya te conociera.
No hizo falta más. En seguida volví a besarla y no sé cuánto tiempo pasamos así. Entre caricias, roses y algunos besos que se nos iban de las manos. De pronto comencé a sentir algo incómodo en el bolsillo del pantalón. Intenté ignorarlo pero me fue imposible. Me separé de ella y se quedó mirándome intrigada. Tenía el pelo alborotado y las mejillas sonrojadas, se veía hermosa. Extraje el móvil y le di a la tecla verde.
-Lennon.-dije a modo de saludo.
-¿Dónde has estado Paulie? –Cuestionó curioso- no me digas que otra vez estás haciendo tus paseos solitarios. –le dediqué una rápida mirada a Angie. No, definitivamente no estaba solo.
-Para nada.–Contesté- se me ha volado el tiempo. ¿Necesitan que vaya? –sentí que John vacilaba unos momentos.
-Sí. Olivia y Mick han llegado como a hace una hora. –me quedé estático. ¿Mick? Ella era mi hermanita, pero… ¿Mick?
-Olvide completamente que venía.–me disculpé. –Estaré allí en menos de una hora. –y con eso corté la llamada.
-¿Todo bien? –preguntó Angie. Le dediqué una sonrisa.
-Sí. Lo siento, pero ya debo irme.
-Sería lo mejor, mi padre está por llegar y dudo que le agrade que todavía estés aquí.
-Al menos estoy vestido.–comenté. Los dos comenzamos a reírnos.
-Iré a traer tu ropa. –dijo al tiempo que se ponía de pie- no estará seca, pero puedes llevarte esa y devolvérmela otro día.
-Gracias.
En pocos segundos la muchacha había desaparecido de la vista. Esperé paciente hasta que regresara y en el medio llamé al de la camioneta para que vinera a recogerme; seguía lloviendo a cantaros.
Me incorporé cuando sentí que abría la puerta. Me acerqué a ella y le di un beso en los labios mientras le robaba de la mano la bolsa con mis cosas.
-No me has respondido- le reproché. -¿Crees que valgo la pena? -Angie sonrió, su gesto se reflejó en sus ojos. Si había alguna diferencia muy marcada con Miranda, era esa. No podía perderme en ellos como lo hacía en los de Angie.
-Una y mil veces, McCartney. –Esta vez fue mi turno de sonreír y me incliné para volver a besarla. Me hubiera quedado un rato largo, pero mi deber de hermano mayor estaba reclamándome.
-El portero esta abajo-dijo a modo de despedida.
-De acuerdo. ¿Estaría bien si te llamo luego?
-Siempre y cuando seas Paul. –Sonreí de costado con el comentario.
Me abrió la puerta y salí al pasillo. Después me metí en el ascensor.
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