martes, 6 de marzo de 2012

Capítulo 23

Presente, Estados Unidos.

-Quedó fantástico chicos, una más de refuerzo. – abrí los ojos y deseé que nadie hubiera notado mi pequeño desliz.
 Solo quedaba la parte de la fogata y terminaría  por hoy. En una pausa había logrado hablar con mi agente para que cancelara mis citas del día siguiente y después de mucho regañar, había aceptado.
Me dirigí  otra vez a la parte de maquillaje para que me hicieran los últimos toques. El sol estaba casi completamente escondido en el horizonte y una gran fogata iluminaba el sector de playa en el que nos encontrábamos.
Estuve lista bastante rápido, ya que no era mucho lo que tenía que arreglar. Entonces me dirigí directo  a las llamas y me senté lo más cerca que pude sin quemarme. Tomé mis rodillas y las abracé con los brazos, apoyando el mentón sobre ellas. Fijé la vista en el fuego. A mi mamá le encantaban esta clase de cosas. Pensé con cierta nostalgia que se hubiera enamorado de todos los chicos de The Beatles. Bueno, a John ya lo conocía, era como su segundo hijo. Ringo sería como el pobre que acribillaría a preguntas; George el que ingresaría en tu casa y se acomodaría como si fuera su hogar, ese al que una madre siempre pregunta: “¿Quieres algo de comer? Ha sobrado un poco de la cena”; . Paul encarnaría a la perfección el papel de chico sin vergüenza que entra a tu casa y la llama “suegra”, después ella se te acercaría y te diría algo así como: “quiero que ese apuesto muchacho sea mi yerno, ¿Has visto su sonrisa?” y te dejaría pensando: “¡Mamá! Siempre tan inoportuna, ¿Qué no ves que está ahí escuchando?”… 
Apreté fuerte los párpados para evitar que las lágrimas cayeran, no quería arruinar el maquillaje. Solté un suspiró para calmarme del todo.
-¿Te encuentras bien?-preguntó una voz a mis espaldas. Me giré sobresaltada y me relajé en cuanto descubrí que solo era George. Estaba parado detrás de mí y al perecer había notado mi soledad frente al fuego. Sé que le había dicho a Paul que para mí George era muy sexy, pero no produjo nada en mí comparado a lo que causaba el rostro sonriente de su amigo.
-Sí, solo me distraje pensando. –Comenté- ¿Te quieres sentar? –dije palpando con mi mano la arena junto  a mí.
El chico se instaló sonriente, en posición de indio. Se quedó contemplándome.
-¿Y…? ¿Qué era eso que te tenía tan distraída? –dijo para empezar la conversación.
-¿La verdad? –levanté una ceja.
-Solo si tú quieres decírmela. –contestó asintiendo lentamente. Lo pensé varios segundos. No encontraba mal hablar de mi madre, era extraño, pero de pronto sentí la necesidad de hacerlo.
-Pensaba en las diferentes reacciones de mi madre si los hubiera conocido.-me quedé en silencio- Ella… murió unos cuantos meses atrás.  –agregué por fin.
-Me apena mucho oír eso. Estoy seguro de que fue una gran mujer. –fijó su vista en el cielo, yo le imité, ya podía apreciarse la primera estrella.
-¿A sí? ¿Por qué estás tan seguro?- Intenté retirar esa sensación de que las personas no podían amarte, tenerte afecto o incluso respetarte si no te habían conocido.
-Nadie capaz de criarte merecería menos que eso. Eres una chica genial, no hace mucho desde que te conozco, pero no es necesario para decir que eres buena. –Me quedé en silencio, sopesando sus palabras.
No eran ciertas, yo no era una buena persona. Alguien así no viviría concentrada en sí misma, o rogaría llevar una vida completamente diferente a la propia, o abusaría de sus amistades para sentirse mejor.
Sentimos unos pasos acerarse, un chico con gorra nos llamó la atención. Era ayudante del director, nos venía a decir que nos preparásemos para la toma. Harrison se puso de pie y luego me ayudó a levantarme.
-Gracias.-susurré. No me creía merecedora de sus palabras, pero eso no cambiaba el hecho de que me hacían bien.
-Cuando quieras. –Luego me guiñó un ojo. Yo sonreí y me mordí el labio. Me parecía bastante patético cuando los chicos hacen eso, o tiran besos al aire. En George se veía cómico, tal vez alguien más romántico que yo sabría apreciarlo. 
Llegamos hasta el círculo de personas que se había congregado en torno al director. Todos escuchaban atentos sus indicaciones. Al parecer teníamos que sentarnos alrededor de la fogata y actuar normal. George tocaría con su guitarra y nosotras podíamos hacer palmas y cosas por el estilo. Fuimos gritando y corriendo, me parece que eso también lo fotografiaron. Estuvo divertido.
Esa vez me senté en otro lugar, desde el que las olas del mar eran apreciables. Paul tomó asiento a mi derecha. Pasó un brazo sobre mis hombros.
-¿Qué haces? –pregunté divertida.
-Oh, nada. Solo descanso un poco. –dijo como si eso fuera normal… comenzó a silbar. Lo miré incrédula, aguantando la carcajada. Quité su brazo de mis hombros.
Él lo volvió  a poner, yo a quitar. Poner, quitar, poner, quitar, antes de que me diera cuenta habíamos empezado una especie de guerra sin sentido. Terminó abrazándome bien fuerte con ambos brazos y pegándome contra su pecho. Yo tenía mis manos sobre él para intentar separarme, pero me era inútil. Empecé a reírme ante lo patética de la situación y Paul se me unió. Nos desequilibramos y caímos de espaldas sobre la arena, separándonos por fin y respirando entre cortado.
-Te gané-dije.
-Te dejé ganar-aclaró.
Volvimos a sentarnos y enganchamos las tomas que estaban haciendo. Nos agregamos. Paul haciendo muecas tan graciosas que me era imposible quitar la sonrisa de mi rostro. Procuré mirar hacia otra dirección para enterarme de qué hacían los demás. Algunos posaban con una perfecta sonrisa, otros seguían el ritmo con los pies. John y Ringo se habían puesto de pie, entrelazado sus brazos y saltaban dando una vuelta, luego paraban, aplaudían, volvían a tomarse y giraban para el otro lado. Eso me dio mucha risa. Noté que una cámara la capturaba. Sería la carcajada más sincera de mi historia fotografiada.  
Sofi se había sentado junto a George y cantaba emocionada, sabía todas y cada una de las canciones de ese grupo británico. Mary miraba las estrellas, bastante concentrada. Debbie aplaudía efusiva y también disfrutaba con los juegos de John y Ringo. Por un minuto me detuve a pensar en las chicas que verían las fotografías, de seguro se morirían de la envidia. ¿O no? Bueno, con mi amiga seguro porque no era actriz profesional. Pero allá ellas, era uno de los  mejores días de mi vida. 
Al final terminamos a eso de las nueve con la jornada laboral, que no tenía nada de dura. Era un poco tarde para la cena y nos moríamos de hambre. Pero la habíamos pasado tan bien que ninguno tenía demasiadas ganas de separarse… Fue como escuchar un “click” y que una lamparita imaginaria se encendiera sobre mi cabeza. ¡La Casa Antigua! Era el lugar perfecto, estaba más o menos cerca de allí, y nadie nos incomodaría. Bendije el día en que mis padres me aconsejaron comprarla. Solía pasar mucho tiempo en ese lugar, era donde lograba desconectarme de mi ajetreada vida. Se trataba de una gran mansión a las afueras de la ciudad, en la colina de un barrio privado, tenía una pileta, parrilla y varias habitaciones bien equipadas.
Me acerqué a las chicas para proponerles la idea. Todas sonrieron encantadas. Luego tuve la intención de decirles también a los muchachos, pero de un momento a otro habían desaparecido. Me costó un poco, sin embargo localicé a Ringo caminando a lo lejos. Estaba solo y con un cigarro encendido en la mano. Me acerqué.
-Hola-le salude.
-Hola-respondió él, -¡Tanto tiempo sin vernos! –agregó sarcástico para hacerme reír. Lo logró.
-¿Harán algo esta noche?-pregunté, rumbeando la conversación para donde yo quería. El moreno se baterista de hombros.
-Me pareció que los chicos querían invitarlas a cenar.
-¿Qué? ¿Tú no quieres? –inquirí haciendo mal uso de sus palabras.
-Sabes que no lo dije para que sonara así. –se defendió.
-Es cierto. –Caminábamos lado a lado, dejando una estela de humo tras nosotros- Tengo una casa no muy lejos de aquí, podríamos ir y quedarnos a pasar la noche.
-¿No crees que Paul se enojaría si nos vamos solos? –preguntó. Esta vez era él quien distorsionaba mis palabras. Lo golpeé juguetonamente con el hombro. Agradecí que ya estuviera oscuro y que mi rubor no se notara.
-Pensé que sería divertido si todos vamos; chicas y chicos; nosotras cuatro, ustedes cuatro; Sofi, Mary, John.. –Ringo comenzó a reír y cortó mi enumeración.
-Me parece perfecto. No tengo la menor duda de que les agradará la idea.
-¡Genial! Por cierto…-dije mirando a mi alrededor- ¿Y los demás?
-Estaban cambiándose de ropa. -¡La ropa! ¡Todavía tenía puesto ese vestido prestado! Me parece que notó la expresión en mi rostro, porque sonrió y dijo acusadoramente- Lo olvidaste.
-No, claro que no, no sería capaz. –Exageré el tono para que se notara que mentía- yo… tengo que irme a… sí, esas cosas. Tú entiendes.
-Completamente-siguió él con el juego.
Volteé y salí corriendo hacia los camerinos. Sin girarme, grité.
-¡Nos vemos en media hora junto al auto que manejaba hoy Paul! ¡TODOS! – escuché su risa característica de fondo.

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