sábado, 18 de febrero de 2012

Capítulo 7

Presente, Estados Unidos.

-¿Me estas invitando a una fiesta de la fantabulsa actriz-barra-cantante-barra-modelo-barra-detodo, Mary Johnson?
- Así es. No tengo ganas de ir sola.
-Estás loca, Randi, pero aún así te amo.
-También yo, y no me llames Randi.

Luego de que Re se fuera a eso de las tres porque tenía que prepararse para la fiesta (cosa que me pareció algo exagerada, ya que estábamos invitadas a eso de las diez de la noche) decidí instalarme en mi cuarto para realizar unas cuantas llamadas que tenía pendientes.
Primero en principal telefoneé a Monique, mi representante. Ella era una señora de unos cincuenta años y siempre había trabajado para mí. Además había sido gran amiga de mi madre. Por lo tanto, no me costó mucho que me perdonara si le prometía que jamás faltaría a otra entrevista.
La segunda llamada fue un tanto más compleja. Verán, el problema era que hace tiempo que no veía a esa persona y no sabía cómo reaccionaría al escuchar mi voz. Lo busqué en los contactos de mi teléfono celular y, cuando lo encontré, pulse el botón de llamada cerrando los ojos. Me llevé el aparato al oído y esperé.
Uno… dos… tres timbres. No, no iba a responder.
-¿Hola?-se escuchó del otro lado. Arrodillada en mi cama, di un respingo al oír su voz grave y potente.
-¿Papá?-Un silencio se produjo.
Mi padre se llamaba Gregory Smith. Casi siempre nos llevamos bien. No es que lo viera muy seguido, pero habíamos mantenido una buena relación a la distancia. Él en Londres y yo en Estados Unidos. Cada año que iba, pasaba una semana entera en el pequeño bungalow que tenía a las afueras de la ciudad. De vez en cuando, invitaba a John a que viniera conmigo. 
Pero desde que mamá murió… las cosas habían cambiado. Explico un poco mejor para que se entienda, mis padres estaban separados, pero eso no significaba que él hubiera dejado de amarla a ella. Hace cuatro meses, cuando mamá pasó a mejor vida, los médicos dictaminaron que el infarto se había producido a causa de un pico agudo de stress. Y mi padre pensó (probablemente con razón) que eso se debía a mi carrera y la vida agitada que llevábamos juntas.
-¿Angie? ¿Eres tu?- se me encogió el corazón, él jamás había dejado de llamarme por mi nombre, pero me llamaba Miranda desde el incidente.
-¡Si! ¡Feliz Cumpleaños!- estábamos a 21 de septiembre y eso significaba que Greg cumplía sus 42- ¿Cómo lo has pasado?
Notaba que los párpados se me llenaban de lágrimas poco a poco. Lo que sentía dentro de mí era inexplicable. Papá parecía el de siempre y no sabía si ponerme feliz y enojarme por su permanente cambio de humor.
-¿Angie? ¿Estás bien mi amor?- cada palabra dulce era como una droga. Entonces tomé una decisión, le sería completamente sincera. Si no podía serlo con mi padre… ¿Con quién más?
-No. No lo estoy. Llevo cuatro meses soportando esta vida sola y sabes que hace tiempo que no me gustaba tanto. Pero ahora que mamá no está, siento que no puedo seguir…-las palabras comenzaban a ahogarse en mi garganta, pero hice lo imposible para sacarlas a flote. – Perdóname, yo no quería que se muriera por culpa de Miranda.
-Mi niña, ¿Cómo es posible que pienses así? Tu madre su fue porque Dios lo quiso así. No puedes echarte la culpa.
-Es lo que tú llevas haciendo desde entonces- se lo dije cruda, en un ataque de maldad que no fui capas de contener. Entonces noté que él rompía a llorar, y se me partió el corazón. –Papá, yo no quise… Lo siento tanto.
-No, no lo hagas Angie. Tienes razón, no estuve comportándome como el padre que debiera ser. Todo este tiempo tú has jugado el roll de adulto, pero ya no tienes que fingir más. Te prometo que desde hoy estaré siempre que me necesites y ahora mismo iré a reservar los boletos para que te vengas en Navidad. – me quedé muda por un instante, hasta recuperar el aliento. Ese era mi Greg, completamente sincero, y no la voz algo falsa del principio.
-Te quiero, papá. Mucho más de lo que imaginas.
-También yo,  mi niña, también yo.
Me pasé la mano que tenía libre por debajo de los ojos para secarme las lágrimas. Todo mi maquillaje se había corrido. Se escuchó ruido en su lugar.
-Oh, Angie. Ha venido gente al estudio, luego te llamo.
-Si, esta bien. Te quiero. –Soltó una pequeña risa profunda y suave.
-Yo mucho más-y con eso colgó.
Me tumbé en la cama, sobrecogida por tantas emociones. Respiré hondo varias veces hasta calmarme del todo. Luego me levanté y me dirigí al baño. Iba a lavarme la cara, pero al ver el desastre que era, me metí a bañar. El agua ayudó a que me relajara. Ahora el único sentimiento que me acompañaba era la felicidad, y no pensaba desperdiciarlo.
Tomé una toalla y me envolví con ella. Sostenía una risita tonta en el rostro. Me sequé el cuerpo y me coloqué un camisón corto y sin mangas (para máxima comodidad) y volví a la habitación luego de secarme el cabello. Otra vez sostuve el celular y marqué el número de John. Por casualidad me había pasado el nuevo ayer en la noche.   
-John habla-contestó una voz que no me sonó para nada familiar. Sí, tenía acento británico, pero no era mi mejor amigo.
-Tú no eres John.
-Pero mira que inteligente, Miranda. –la voz intentaba sonar interesante. A lo lejos se escuchó un “Paulie devuélveme mi teléfono o si no…”
-Con franqueza Paul, no tengo ganas de hablar contigo. Pásame con John – acababa de descubrir una nueva diversión: decirle NO a Paul McCartney, el bajista sexy más codiciado del mundo entero.
-Antes deja que te invite a cenar. –me causó gracia su tono de voz, parecía algo incómodo ante mi negativa.
-Lo siento, tengo planes.
-Ah, ¿Si? ¿Y se puede saber cuáles son?-preguntó, ahora sí, más que indignado.
-Oh, solo la fiesta de Mary.  
-¿Me estás diciendo que irás a la súper fiesta de Marianne Johnson?-preguntó emocionado. De fondo se escuchó un: ¡Dios mío, creo que estoy enamorado de esa mujer! Me reí.
-¿Qué es tan gracioso?-preguntó Paul volviendo a su tono “seductor”.
-Oh, nada. Solo dile a George que Mary tiene diecisiete años, no es considerada una mujer. –Entonces el bajista se rió conmigo y por primera vez logró caerme bien. Quizás algo cautivada por su risa musical.
-Dalo por seguro que se lo diré.-me contestó en un  tono normal que me agradó- Hey, te paso con Lennon, está insoportable.
-Adiós Paul. –se escuchó el típico sonido que se produce al mover el aparato.
-¡Randi!-chilló John en un tono infantil.
-¿Tu también? No puede ser verdad. –él soltó una alegre carcajada.
-Ya, en serio. ¿Qué paso?
-Es solo que necesito que vallas a la fiesta. –Esperé, pero nada se escuchó en respuesta- ya sabes… para que aclaremos que NO estamos saliendo.
-¿No lo estamos?-preguntó haciéndose el desentendido.
-¡John!- mi amigo rompió a reír.
-Tranquila… Allí estaré. –estaba por cortar, cuando del otro lado se produjo un forcejeo. –Hola ¿Qué tal? Soy Ringo, ¿Podemos ir también nosotros?
-Eee, sí claro. No creo que haya problema.
-Genial. –Silencio incómodo- bueno… creo que nos vemos allá entonces.
-Si. Hey! Espera.
-¿Qué?
-Dile a George que se vaya bien presentable. –el muchacho pareció entrañarse un poco.
-Ok, se lo diré.
-Mil Gracias.
Una idea se formuló en mi cabeza, Sofi me amaría por esto.

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