Un año y medio en el futuro, Londres.
-¡Agendé mi número por si te interesa! – le grité cuando ya estaba a unos cuantos metros de mí. Me quedé sonriendo como un tonto. Ohh, sí. Paul estaba de vuelta. No hubo respuesta por su parte.
-¡Paulie!- me sorprendí. Volteé a ver y me encontré con los ojos claros de Ringo.
-¿Qué?-pregunté algo embobado todavía.
-Esa era la amiga de Sofi.
-Ohh, bueno, dijo que se tenía que ir. –Comenté despreocupado- ¿Por casualidad tienes su número?
El baterista me miró raro, como si estuviera delante de un fantasma. Yo largué un suspiro.
-Se que hace mucho que no salgo con chicas,-me expliqué- pero ella me intriga. Es casi como si ya la conociera.
-¿Y que hay de Miranda?-preguntó dudoso. Vi en su rostro que Ringo estaba preocupado y que casi le daba miedo hacerme esa pregunta. –Esto va a sonar medio raro, pero no quiero que te derrumbes de nuevo por una chica. Apenas hoy es la primera vez que te veo disfrutar de una fiesta en todo el año.
Me erguí, él tenía razón. Últimamente me sentía mejor, pero desde el día en que lo mío con ella se terminó, actuaba bastante raro. ¿Conocen esa frase, la que dice que no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes? Bueno, es exacto lo que me pasó. Miranda y yo nos separamos muy de repente, fue como si me la arrancaran de los brazos sin ni siquiera haber tomado conciencia de que la sostenía. Luego de eso… simplemente deje de ser el alegre Paul de siempre… pero ya no más. Estaba dispuesto a recobrarme. ¿Y que mejor forma de hacerlo que así? ¿Conociendo gente nueva? Estaba seguro de que Angie sería muy interesante.
-Se que lo único que hacen todos es preocuparse por mí. Pero ya han pasado doce meses. Se supone que tengo que superarlo, y de verdad quiero hacerlo. Tampoco es que voy casarme con la amiga de Sofia, solo me interesa conocerla.
-Está bien- aceptó mi amigo con una sonrisa- solo tendrás que esperar un poco, porque no soy yo quien tiene su número, sino Sofi.
-Eres el mejor, Ringo! –le di un abrazo alegre, él se apartó entre risas.
-Si, si. Cuando te conviene-comentó. Solté una carcajada. – y… Paul?
-¿Qué?
-Sabes que te queremos y que te apoyaremos siempre, no tienes que recuperarte de la noche a la mañana. –sentí que él estaba incómodo, a decir verdad, en la vida había mantenido una conversación tan seria con Ringo, pero me gusto. -¿Está bien?
-Sí, gracias. Se todo lo que han hecho por mí, no pienso desperdiciarlo, pero de verdad necesito volver a ser yo.
-Eso seguro, baby face. –me golpeó el hombro con el puño y subió las escaleras, supuse que buscaría a Sofia para decirle que su amiga ya no estaba en el bar.
Esa misma noche, ya en casa, me costó bastante conciliar el sueño. No paraba de girar y girar entre las sabanas. Agradecí que estuviéramos de vacaciones en la semana que separaba Navidad de Año nuevo, al menos no tendría que levantarme temprano para ir a trabajar. Por suerte la calefacción funcionaba de maravilla y no tenía que preocuparme por el frío. Aún así me era imposible dormir, por lo tanto, me levanté de la cama y me dirigí a la cocina. Allí tome unas cuantas cosas de la heladera y me prepara un sándwich. Me serví un vaso de agua y puse todo en una bandeja, para comerlo mientras veía la televisión.
Abrí la puerta y me sorprendió escuchar unas risitas y la voz de mi hermana hablando entre susurros. Me pregunté por qué estaría levantada a las 5am. Se encontraba recostada en el sillón y al asegurarme que no había nadie más por allí, llegué a la conclusión de mantenía una charla telefónica. Vi sus piernas elevarse en el aire y moverse de forma extraña, como expresando con ellas alguna sensación que debía mantener en silencio. Me dirigí hacia donde estaba y apoyé la bandeja en la mesita del centro. Luego me senté en uno de los sillones individuales. En cuanto Olivia me vio, su cara sufrió un cambio y cortó la llamada bruscamente. Sus ojos se agrandaron por la sorpresa.
-Paul yo… -comenzó a balbucear- no quería… solo estaba… Agh!
-¿Estás bien?-le pregunté a mi vez levantando una ceja, pero no la dejé responder- No, no lo estás. No estarías defendiéndote por nada si te encontraras en buenas condiciones- entonces ella se quedó en silencio y calló en la cuenta de que nada le había dicho yo acerca de su extraña charla.
-¿No estabas escuchando?-preguntó, desconfiada.
-Por supuesto que no-me indigné- podré se cualquier cosa, pero metiche, jamás. –proclamé haciéndome el solemne. Olivia se echó a reír en el sillón, de seguro no era respeto el sentimiento que le estaba mandando.
Se incorporó una vez más con su pijama de invierno que consistía básicamente en unos pantalones cómodos y calentitos, y un viejo remerón gastado, que por supuesto, era mío. Después se aproximó, tomo mi sándwich y le dio un mordisco.
-¡Olvia!-protesté.
-Es solo un cachito. –ella trató de quitarle importancia mientras masticaba.
-Si, bueno. Tu boca no es muy chiquita que digamos-comenté bajito y resentido como un niño pequeño. Ambos nos miramos y nos echamos a reír. Al parecer, hicimos demasiado ruido, ya que John apareció en la puerta del living con su pijama, el cabello revuelto y los ojos achinados debido al sueño.
-¿Qué es tan gracioso a las cinco de la mañana?-preguntó con voz adormilada, y luego bostezó.
-Oh, nada. Es solo que Olivia hace extrañas llamadas telefónicas a estas horas. Me parece que esconde algo.- Mi hermana se enfadó al ver el giro que las cosas habían tomado.
-¡Paul! ¡Dijiste que no eras metiche! – Chilló. Luego me arrojó un almohadón.
-¡Y no lo soy!-me defendí- solo es que a John le interesa saber con quién habla la hermana pequeña de su amigo a estas horas. –Olivia se indignó todavía más ante la excusa.
Mi amigo siguió mirando confundido, dudo mucho que entendiera algo de la conversación.
-Ya basta, mi relación con Mick no es cosa tuya. –me espetó. Entonces yo le respondí bajito.
-Así que hay un Mick…-Olivia abrió bien grandes los ojos y se tapó la boca con las manos. Se levantó furiosa y se dirigió a su habitación. Cerró de un portazo.
-¿Qué pasó?-preguntó John todavía mirando extraño y con otro bostezo.
-Nada de lo que debas preocuparte.-respondí al tiempo que encendía la tele y le daba un mordisco al sándwich- Todavía tienes como tres horas de noche.-comenté con la boca llena.
Eso bastó para que el castaño pegara media vuelta y abandonara el living. Me trasladé al sillón grande y me estiré en él todo lo que pude. Me quedé dormido con la comida entre los dedos.
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