sábado, 18 de febrero de 2012

Capítulo 4

Un año y medio en el futuro.

Caminaba por las calles de Londres repletas de nieve. Llevaba las manos arremetidas en lo más hondo del bolsillo de mi chaqueta. Cubría mi pelo con un gorro de lana gris y los copos de nieve se derretían al golpear contra mi rostro, derritiéndose al contacto con mi piel. Cada vez que respiraba, un pequeño vaho se escapaba por mi boca. Eso me recordaba a los primeros días de The Beatles, los grises de The Cavern, cuando Ringo fumaba.
Una ráfaga fuerte recorrió la calle y tuve que sujetar mi gorro para que no se fuera con el viento. Estábamos a 26 de diciembre, faltaban cuatro horas para la medianoche y entonces habría trascurrido un año completo. Doce insufribles meses desde la última vez que vi a Miranda Kane.
Levanté la vista, las luces de Navidad todavía adornaban los porches de las casas y los postes en las veredas. La volví a bajar y descubrí miles de pisadas en la nieve, así como las que yo estaba dejando. No había gran cantidad de personas, probablemente eso se debía a que eran las ocho de la noche y casi todos habían cenado ya.
Me acerqué a un teléfono público, esos que están cuidadosamente refugiados dentro de una cabina roja. Marqué el número de John.
-Paulie, hermano. ¿Dónde estás? Epstein llamó, se preocupa por ti. No hagas que continúe cubriéndote.
-Esta bien John, ya voy para allá.
De acuerdo, era cierto que últimamente había tomado la extraña costumbre de dar largos paseos en solitario sin decir adónde iba, pero no quería molestar a los chicos. Sobre todo cuando no había regresado a casa para Navidad.
Volví a guardar el aparato y llamé un taxi que justo pasaba por allí. Me sorprendió que se parara a la primera señal, por lo general tardaba años en conseguir uno.
Cuando abrí la puerta trasera, sentí que la otra lo hacía también. Ingresé al interior y me encontré con una chica sentada a mi lado. Era delgada y llevaba una bufanda gruesa alrededor del cuello. Por lo poco que pude notar (ya que estaba algo oscuro) tenía el cabello marrón chocolate hasta los hombros, recto y con flequillo. Ella venía mirando hacia otro lado, mientras hablaba por su móvil y dudo que haya notado mi presencia.
-Y bien? ¿Me pasarán su dirección?- preguntó el taxista de mala manera, echándole a la chica una mirada por el espejo retrovisor.
Entonces ella dejó de lado su teléfono y al fin volteó a verme. Pareció sorprenderse muchísimo. De seguro no se esperaba encontrarme allí. Abrió grande los ojos y pude notar que sus iris eran claros. Me recordaron a los de Ringo. Se mordió el labio inferior e intentó abandonar el automóvil. Yo la tomé de la muñeca e hice fuerza para que se quedara.
-Esta bien, tranquila. No conseguirás otro coche a estas horas-para agregar lo siguiente me acerqué un poco más- Y los taxistas son degenerados, déjame acompañarte hasta tu casa. –ella asintió sin dejar de clavarme sus mirada penetrante y adoptar una expresión de cautela. Parecía hipnotizada por mi voz.
Murmuró una dirección casi inaudible y el conductor puso en marcha el vehículo con una sacudida del motor. La muchacha parpadeó y pareció despertar de un sueño. Se irguió lo más que pudo y dejó de mirarme. Tomó su celular y comenzó a juguetear con él, incómoda.
No se podía decir que ella era la única que se había comportado extraño. Tampoco yo podía quitarle los ojos de encima, ella me recordaba a alguien, pero no podría decir a quién.
El taxi frenó con un chirrido frente a un edificio algo viejo, pero que estaba bien mantenido. La muchacha intentó sacar su billetera pero yo le dije que no hacía falta. Una última vez me dirigió esa mirada profunda y abandonó el coche. Entonces largué un suspiro. Me froté las manos por el pantalón y le di la dirección de mi departamento al conductor. Nos pusimos en marcha.
Faltaban pocos metros para llegar cuando sentí un tintineo y una luz. Miré a mi costado y me llevé una sorpresa. Allí descansaba su celular. Lo había olvidado. Mi primer impulso fue volver y entregárselo, pero luego caí en la cuenta de que ni siquiera conocía su nombre, mucho menos su piso y departamento.
Lo tomé entre mis manos y leí la pantalla. “Angie, tienes un mensaje nuevo”. El nombre me llamó la atención. Era muy bonito y, a mi parecer, poco usual. Cuando el auto frenó, pagué y me bajé rápido. Guarde el aparato en el bolsillo  y comencé a caminar todavía con su imagen rondándome la mente.   



Es muy raro que en 1963 haya celulares, no? Jajaj pero bueno, acostúmbrense a eso, porque la novela original es así y pasan cosas debido a que ''existen'' los celulares, entonces tendría que modificarla toda.

2 comentarios:

  1. AaaAAAAAAAAA me ha fascinado tu fic!!!!!!!! Me encanta! La ame! Es original es...es...AAAAAAAA ok ya. Ohhh eres tan genial! La idea en general es fantástica, me encanto. Quiero saliiirrrrr!!! Porfavor!!! Quiero casarme con George!!!! Jajajajajja sube pronto pronto!!!! :D

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  2. AAAAAAAAAAAAAAAAHH (?)
    Sí, creo que me parece más práctico que hayan celulares en 1963 ajajajaja
    Bueno, la verdad esto de tener que escribir una puta prueba para 'demostrar que no soy un robot' me tiene las pelotas reverendamente jodidas. Pero aún así voy a seguir comentando porque te amo! No te preocupes n_n ajslkajala

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