sábado, 11 de agosto de 2012

Capítulo 54


Angela.

La taza humeante de té se calló de mis manos y se hizo añicos en el suelo.
-¿Lo dices en serio? –consulté incrédula, sin intentar siquiera reparar el desastre que acababa de cometer. La mujer asintió enérgicamente y un brillo se coló en su mirada. – John… despertó. –repetí incrédula, todavía tenía la mano suspendida en el aire, como si el recipiente no se me hubiera caído.
-Así es. –confirmó Ray, sonriendo ante la mueca de estupefacción que debía de dominar mi rostro. –Acaban de avisarme, lo cambiaron de habitación. ¡Ya no está en terapia intensiva, Angela! –Notificó feliz.
Me quedé estática, reaccionar me estaba resultando imposible. ¿Mi Johny? ¿Mi mejor amigo? ¡Al fin lo vería luego de tanto tiempo! Sí, es cierto. Nos habíamos encontrado cuatro días atrás, cuando empezó todo, pero ahora sería diferente. Podríamos charlar; le agradecería un millón de veces sus palabras; le pediría concejos; nos reiríamos. Me presentaría a su novia oficialmente. ¡Incluso estaba dispuesta a cocinarle algo! Claro, si lo podía comer. También cabía la posibilidad de que se hubiera enojado conmigo por mentir, y eso era una duda constante clavada en mi corazón. Pero si las cosas se hubiesen dado al revés, si yo estuviera internada por su culpa… bueno, lo perdonaría. Entonces, John… él de seguro que no se ha enojado. Era demasiado dulce ese castaño.
-¿Angie? –preguntó Ray, trayéndome a la realidad.
Al fin recuperé la movilidad y me di cuenta de que mi mano estaba acalambrada. Abrí y cerré el puño varias veces, para aflojar.
-¡Esto es magnífico! –exclamé sonriente, levantándome de mi silla. Sentí que pisaba algo viscoso en el suelo, y miré en esa dirección. -¡Oh, Raina! ¡Lo siento mucho! –me disculpé, buscando con los ojos algún trapo para limpiar la catástrofe de té. –Qué desastre… -murmuré.
La mujer me tomó las manos y me hizo sentar de nuevo. Los dos tras el mostrador (aunque no me hallaba del todo segura si estaba permitida mi presencia allí).
-Cálmate. –pidió. Yo, por el contrario, me inquieté aún más. –Mírame, Angela. -ordenó con su tono suave y pausado. Le hice caso, me concentré en sus ojos oscuros y traté de aferrarme a esa paz que me expresaban. Después posó una mano en mi mejilla. – No te preocupes, yo limpiaré esto. –informó. Una sonrisa se coló en mi rostro. –Ahora, vete. –exigió. – Antes que se acabe el horario de visitas.
Yo me acerqué hasta ella y la abracé.
-Gracias. –dije simplemente.
Me levanté para irme, pero en seguida me di la vuelta.
-¿Qué pasa si no me quiere? –pregunté apenada.
-No seas tonta, niña. –me retó, con tono amable. – He estado pidiendo por ti. –aseguró, llevando una mano a la cruz de plata que descansaba en su pecho, prendida a una fina cadena del mismo material.  Luego me guiñó un ojo. Solté una carcajada y finalmente me fui. -¡Angie! –me gritó, y paré en seco.
-¡¿Qué?! –ya casi había salido por la puerta a los pasillos.
-¡La 544! –avisó.
-¡Gracias! –Oh, Dios. ¿Dónde tengo la cabeza?

Me tomó mucho más de lo que pretendía. El hospital era realmente enorme y me perdí unas cuantas veces, pero al fin encontré la dichosa habitación. Su corredor era amplio y largo, parecía interminable. Frente a la puerta, en la otra pared, había unas cuantas sillas destinadas a las visitas. Dos personas estaban sentadas allí, una mujer y un hombre. A la primera reconocí inmediatamente: Mimi, la tía de John. En cuanto al hombre, seguramente sería algún pariente.
Procuré tapar con mi cabello la mayor parte de mi rostro. No había mucho problema con ella, porque hace años que no nos veíamos y nunca había sido un alguien con mal genio, o por lo menos no conmigo, pero cabía la posibilidad de que sí se diera cuenta. No quería causarle más problemas. Primero, su sobrino casi muere, ¿Y ahora aparecer de la nada? ¿La hija de su difunta mejor amiga que también estaba muerta? No parecía lo correcto, en lo absoluto.
Me posicioné frente a la entrada del cuarto y levanté mi brazo, con la mano hecha un puño para tocar. Los nervios me recorrían de pies a cabeza. Nunca había visto a John en esta situación. Por la terapia intensiva, no me dejaban; e incluso si hubiera podido, me habría dado mucho miedo. Exactamente igual que ahora.
-¿Y tú quién eres? –volví a quedarme helada, mis músculos debían de odiarme a estas alturas.
-Yo…-intenté ahorrar tiempo e inventar una excusa.- Miranda. –dije al fin. <<Ay, Angela ¿Dónde te estás metiendo?>> pensé.
-¿Y qué haces aquí? –no me había volteado todavía, pero era el señor quien me hablaba.
-Quería ver a John. –continué.
-Pues tendrás que esperar hasta que salga del hospital. –sentenció. – solo pueden entrar amigos y familiares. –Tragué saliva. <<Piensa, piensa, ¡piensa!>>
-¿Paul está aquí? –consulté de la nada. Me había parecido ver algunas camperas de los chicos en las sillas no más llegar.
-Sí, pero eso qué…
-Tengo que hablar con él. –me expliqué. No sabía a dónde iba a terminar con esto, solo me moría de ganas de ver a mi mejor amigo fuera de peligro.
-Creí que deseabas ver a John. –dudó.
-Sí, es que necesito las dos cosas. –solté un suspiro y me volteé. Sería mejor mantener la charla de frente. Concentré toda mi energía en la actuación.
-Mira, no quiero ser grosero, pero si no te vas, tendré que pedirles a los de seguridad que te saquen. –amenazó.
-¡Es que usted no entiende! –exclamé, pero sin gritar. Había descubierto que Mimi estaba plácidamente dormida en su lugar. –Paul es mi novio.-Inventé, e inmediatamente anhelé que fuera cierto. -Ha estado terriblemente mal por toda la situación ¿Sabe? –Proseguí.- Necesita de mí, le prometí que estaría para él en este momento. –Con cada segundo me metía en el roll más y más. – El cree que todo es por su culpa… -dije bajando el tono de mi voz para darle más dramatismo a la situación. – Por favor. –supliqué. –necesito entrar y darle mi apoyo. Tengo que saber si Johny se encuentra bien. –mi visión se emborronó, en parte porque era cierto y en parte porque me dolía que la realidad con Paul fuera otra. –John es una persona tan maravillosa. Por favor… -Imploré.
Un aplauso, luego otro y otro más, hasta que se hicieron constantes.
 Di un respingo y me giré lentamente. Me encontré con sus ojos, sus profundos iris verdosos me miraban con incredulidad y dolor. La parte blanca se había irritado por las lágrimas. Mierda.
-Paul, no es lo que crees. –avisé, mientras el pánico comenzaba a invadirme.  
-Tienes razón, eres todo menos lo que yo pensaba. –dijo con… ¿Desprecio?
No otra vez…
-Ella no es mi novia. –le aclaró al hombre que continuaba sentado en la silla, mirándonos confundido. –Tenga cuidado, -le advirtió- es una buena actriz.
El señor nos miró sin entender.
-Tienes suerte. –comentó, utilizando ese tono vacío de sentimientos que me causaba escalofríos. –John quiere verte. –agregó alejándose por el pasillo. Sin embargo, paró en la mitad del recorrido y  se dio vuelta una vez más. –Y si, te hubiera necesitado hace unos minutos, lástima que estás muerta. ¿Verdad, Miranda? –agregó con sarcasmo.
¡No podía estar ocurriendo! ¡Justo ahora que todo comenzaba a mejorar! Con el beso yo… había creído que las cosas pasarían; pensé que estaba perdonada, o pronto lo estaría. Pero ahora… la había cagado por completo.  
Quise avanzar y seguirlo para explicarle, y sentí una opresión fuerte en el hombro. Me giré enojada, ¿Quién quería detenerme? Si lo dejaba ir… ¿Cómo lo recuperaría?
-¡Suéltame! –le exigí, sin fijarme quién era.
-Angela...-susurró. - ¿Cálmate, si? Dale tiempo.
-¿Para que se olvide de mí? –pregunté irónica y con un tono tan glacial que hasta yo me sorprendí. – No gracias.  -Y tuve que mirarlo, no podía decir semejante cosa y no acompañarla con una buena mirada asesina. -¡Oh, Ringo! –le grité, frustrada.
-¿Qué? –se sobresaltó el muchacho de ojos claros.
-No puedo descargar mi furia contigo. – Resoplé. El muchacho me miró extrañado y soltó una carcajada.
-¿Por qué no? –preguntó, curioso.
-Eres demasiado tierno. –lo culpé. Ringo volvió a reír, su risa seguía siendo tan característica y alegre como siempre.
-Es bueno saberlo.- comentó. –Ven, John dice que quiere verte.
Miré uno segundos a la puerta, luego giré un poco mi cabeza para observar el pasillo, donde no quedaba ni rastro de su cabello…
-Pero Paul… -Protesté. Ringo hizo una mueca que claramente indicaba que debía dejarlo estar. –Está muy usada, demasiado diría yo… -comenzó y supe enseguida qué era lo que pretendía citar.
-“Si amas algo, déjalo ir; si regresa, siempre fue tuyo, si no, nunca lo fue”. –dije con voz neutra, porque estaba segura que si le ponía sentimiento, terminaría con lágrimas. Richard asintió una vez.
-Exacto.
Luego me abrazó muy fuerte, y yo dejé que lo hiciera, porque lo necesitaba.

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Genteeeee, volví con el otro fic así que si tienen tiempo si ganas pasen y vean (?) 
http://theothersideoflivepool.blogspot.com.ar/

1 comentario:

  1. Me ha encantadooo *-*
    Pero pobresito paaaaul :(
    Pero no era la intencion de Angieee :S
    nooo era su intenciioooon !!
    Espero que se arregle pronto esta situación ..

    Saluuudoooss Julii :)

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