sábado, 16 de junio de 2012

Capítulo 45

Presente, Londres

El beso fue lento, tierno y suave. La felicidad volvió a embargarme. Él seguía acariciando mi mejilla y yo comencé a juguetear con su cabello. Noté que se estremecía al rosar con particular suavidad un pequeño fragmento de su cuello. Sonreí en medio del beso y por fin nos separamos.
-Si ya han terminado de intercambiar saliva –comenzó una voz a mis espaldas. Paul y yo reímos al mismo tiempo porque sin duda alguna era John.- me gustaría saludar a mi mejor amigo. –finalizó.
Se acercó a nosotros, literalmente me corrió hacia un costado y le dio al bajista un gran abrazo. Aproveché el momento para verificar quiénes estaban allí junto a la puerta. George, Ringo, Brian Epstein y aquella señora que no reconocía. La morena con cara de cansancio.
Me acerqué al baterista ya que John y Paul continuaban hablando de quien sabe qué y poniéndose al día a mis espaldas. Lo saludé con un beso en la mejilla y le mandé saludos de Sofi, cosa que provocó un gran sonrojo. Había hablado con ella el día anterior, contándole básicamente todo lo que me había sucedido. El detalle de que probablemente ya no vería a Miranda Kane preferí guardármelo para más adelante. La cosa es que me rogó le mandara sus saludos a Ringo, así que eso hice.
Continué con Georgie, a quien también regalé un beso en la mejilla y platicamos un poco sobre Mary. Me contó que estaba algo preocupada por mí y yo me hice la nota metal de llamarla más tarde. Después siguió Brian. El hombre me dio un abrazo de bienvenida que no me esperaba. Le sonreí agradecida y, ya que parecíamos tenernos confianza, aproveché a preguntar:
-¿Tienes idea quién es la señora que ha entrado con Paul? –susurré, tampoco quería que ella escuchara, y estaba bastante cerca. Epstein se carcajeó.
-Sí, es Anne. Su tía.
El muchacho volvió a reír ante mi expresión. Supongo que debió de ser bastante cómica, porque me puse estática. Giré despacio, ya que ella había vuelto a tomar el brazo de Paul y se hallaba platicando con los chicos. Me concentré en sus ojos, en las ojeras que había debajo. Imaginé por lo que habría tenido que pasar, de seguro bastante parecido a mi propio sufrimiento. El amor incondicional que debía sentir por él, confirmado por todas las cosas que el mismo Paul me había contado. Imaginar que podría perderlo… de seguro cruzó su mente. Pero había una diferencia muy importante, no era su culpa. Ante una tragedia, las personas tendemos a buscar el responsable del hecho funesto. Muchas veces somos nosotros mismos; ella, sin embargo, tenía a la causante frente a sus ojos… Yo.
Me concentré un poco más y descubrí un segundo sentimiento en su mirada, devoción. La mujer observaba a Paulie como si fuera un ser casi irreal, como si pudiera desaparecer de un segundo al otro. Y entonces comprendí, Anne debía de odiarme.
<<Bienvenida al club>> ironicé para mis adentros. Había llegado a esa conclusión en poco tiempo. Paul se dio la vuelta y volvió a sonreírme. Yo le imité, pero fue un acto reflejo más que otra cosa. Él y su tía se acercaron unos pasos hacia mí, el rostro de Paul se puso todo blanco en un instante y se tambaleó hacia el piso. Gracias a Dios la señora lo tenía bien sujetado, y lo salvó de lo que hubiese sido un feo cardenal. 
-Vamos. A la cama. –ordenó después. El chico y yo intercambiamos una mirada, no quería irse.
-¿Me acompañas? – Preguntó. Observé a John de reojo y este asintió.
-Seguro. –dije, y luego los seguí hacia su habitación.

Una sonrisa involuntaria se formó en mis labios al ver que lo único que hizo fue quitarse la chaqueta y meterse entre las sábanas. No me había dado cuenta de que traía su piyama puesto. Una remera y un pantalón largos de algodón azul oscuro, atravesado de líneas verdes que formaban cuadrados encima, un poco de tipo escocés. –tengo bien presente que debería haberlo notado, pero simplemente no fue así- Su tía lo tapó hasta la pera y le besó la frente.
Yo me encontraba parada en el umbral. La escena era conmovedora y cómica al mismo tiempo. Paul parecía tener 7 años. El muchacho le susurró algo al oído. No podía ver la expresión del rostro de ella, ya que estaba de espaldas. Por lo rígida que se puso, supuse que no le agradó mucho lo que su hijo le comunicaba. No obstante, se incorporó muy derecha y salió de la habitación con gran personalidad.
Lo miré desentendida enarcando una ceja y él soltó una carcajada. Luego levantó las sábanas con su mano izquierda, indicándome que me recostara de ese lado de la cama (doble). Fui por donde me dijo. Me senté en el colchón, desaté los cordones de mis zapatos y me coloqué a su lado, sobre las mantas.
-¡Hey! – me reprochó con una cara de puchero que encontré muy divertida. – Se supone que te metieras bajo las sábanas conmigo.  – continuó, y frunció el seño. Yo solté una carcajada.
-Ni en tus mejores sueños, McCartney. – le contesté, captando en seguida el doble significado de sus palabras. Paul parecía demasiado cansando para pelear, asique terminé ganando.
-Está bien, en ese caso, tendré que conformarme con esto. –decidió y se sentó un en la cama. Me tomó por la cintura y me acercó a él hasta que nuestras frentes se rosaron.
 Volvió a unir nuestros labios. Al principio fue un simple roce, pero luego se volvió mucho más intenso. Me sentía cada vez más necesitada a medida que pasaban los segundos; pero también más desolada. No había calculado que sus besos me agradarían tanto ni por asomo. Fui plenamente consciente de lo mucho que extrañaría a Paul, porque con certeza, al cabo de dos semanas, no volvería a verlo, jamás.
Me apegó más a él, subiendo sus manos desde mi cintura hasta mi espalda. Terminé recostada sobre su cuerpo en la cama, con nuestras ropas y las mantas como única barrera. A penas sí podía pensar con claridad y decidí que debía distraerme con algo antes de cometer un acto estúpido. Me costó muchísimo parar, porque cada segundo que pasaba se volvía más intenso, y, para ser sincera, me resultaba gratificante;  pero al fin lo conseguí. Comencé a las carcajadas cuando él me besaba la mandíbula y descendía por el cuello.
Al principio pensó que me hacía cosquillas, sin embargo, se hizo evidente que era otra cosa la que me causaba gracia. Se separó de mí lo suficiente para observarme extrañado, abrí los ojos (que se me habían cerrado a causa de la risa) y le expliqué.
-Hay una pareja en una cama –comencé con la voz algo temblorosa, señalándonos- se besan apasionadamente – volví a señalarnos y él sonrió. Asintió una vez para demostrarme que me seguía-  y entonces…- solté una carcajada, Paul me miró con desesperación.–¡Notas que el chico tiene puesto un piyama igual al de un niño de siete años!- terminé, y riendo nuevamente gire hacia la izquierda para bajarme de él y simplemente recostarme a su lado.
-Si eso es lo que te molesta puedo quitármelo. – insinuó. Lo miré incrédula y volví a reír. - ¿Qué? – preguntó, pero se contagió de mi.
-Eres increíble. –comenté rodando los ojos, divertida. – dime con sinceridad que no estás cansado y que no se te parte la cabeza del dolor. – reconozco que me costó bastante decir aquello sin que sonara afectada, porque era una fibra muy sensible dentro de mí, pero para algo era actriz, ¿Verdad?
-De acuerdo, lo acepto. ¿Podemos seguir? – Repetí el gesto. Sabía que no lo decía en serio. Bueno, eso creía.
-¡No! –remarqué, con un tono obvio al que Paul hizo un puchero. – tienes que descansar. Vi cómo te tambaleaste hace un rato. Perdiste mucha sangre con esa herida.
Después intenté incorporarme para dejarlo a solas y que pudiera dormir, pero su brazo fuertemente asido a mi cintura me detuvo. Mi espalda y su pecho se encontraban pegados y los dos respirábamos acompasadamente, iguales. (Las sábanas solo le llegaban hasta la cintura) Me soltó brevemente para apagar la luz del velador que nos había estado alumbrando y volvió a abrazarme. Después, nos sumimos en la oscuridad.
Yo no podía dormir. Era demasiado consciente de su mano contra mi abdomen, o de su respiración tranquila y pausada en mi oído. Cuando se movía un poco y su nariz rozaba contra mi cuello, la caricia me provocaba una descarga eléctrica en todo el cuerpo. 
Una lágrima resbaló solitaria y muda por mi rostro, hasta la punta de mi nariz y calló en el edredón, siendo absorbida por él. Ya no era felicidad lo que me embargaba. Se trataba de algo muy difícil de explicar. Sentía añoranza de lo que todavía no había perdido. Miedo del porvenir, pero tampoco era capaz de disfrutar el presente. ¿Cómo lo haría jamás si tenía la cabeza abierta por mi culpa? Incluso podría haber sido peor…
Con algo de esfuerzo, logré girarme hasta que quedamos frente a frente. Ya no me incomodaba la cercanía con Paul. Por el contrario, tenerlo tan cerca me parecía una bendición. Lo contemplé largo rato mientras dormía. Llevaba una sonrisa en su rostro que marcaba sus hoyuelos, y su respiración era pausada y tranquila. Nada parecía perturbarlo.
Me mordí el labio y repasé el plan en mi mente. El avión cayéndose en las aguas, no cuando volviera a Estados Unidos, si no en mi próximo viaje a Londres, “regresando”  luego de Navidad, el 27 de diciembre.   Yo no iría en el jet privado, estaría en Los Ángeles cortándome y tiñéndome el cabello, quitándome los lentes marrones, deshaciéndome del lunar… Compraría un boleto turista para Angela Smith y me quedaría viviendo con mi padre. Él había vendido su casa a las afueras de Londres y en su lugar adquirió una residencia en un pueblo cerca y un departamento en la capital.
Llevaría una vida normal. Concurriría a la Universidad, no tendría mi teléfono colmado de números de personas famosas. Y hablando de ellas… Paul, John, George Ringo, Brian, Mary. No volvería a verlos. Es cierto que me dolería, pero sería para mejor. Paul se merece a alguien mejor que Miranda Kane. Él no sabe lo insegura que es en realidad. No sabe que por su culpa sus padres se separaron y su madre murió de estrés. No conoce cuánto sufre y lo mucho que se odia. Paul casi se muere por su culpa, por mi culpa. Entonces no lo merezco…
Me acerqué con cautela tomando una decisión repentina. Tenía dos semanas con él. Llámenme hipócrita, egoísta e incluso perra, pero las aprovecharía. Si mi objetivo en verdad era que Paul dejara de sufrir, hubiera terminado con él, o intentado alejarme. Pero era humana. Y simplemente no podía hacerlo. Deposité un beso rápido en sus labios.
No quería despertarlo, pero él abrió los ojos de todos modos. Era imposible saber si estaba realmente consciente. Me observaba como si yo fuera la cosa más maravillosa y perfecta del mundo, con la sonrisa aún plantada en su hermoso rostro.
-Te amo. –susurró. Sonreí enternecida y en mi interior se desató una batalla de sensaciones. Culpa, felicidad, ansiedad, culpa…
-También te amo, Paul. –respondí.
Puede que él no conociera a la verdadera Angie Smith, que se encontrara totalmente prendado de la farsa que era Miranda. Sin embargo, en la desesperación y adrenalina que me embargaba por lo que iba a hacer en dos semanas, solo atiné a decirle la verdad. Porque había logrado enamorarme de él.
El castaño volvió a cerrar sus hermosos ojos y continuó durmiendo, jamás sabría con certeza si lo dijo en serio, o si simplemente estaba soñando.   

1 comentario:

  1. skdfcñlhsdclsdfhliseñfs gracias por subir!!!!!!!! :`c me dio mucha tristeza este cap!! miranda/angie se ha de sentir terrible por lo que va a hacer. terrible por lo que sentira paul aunque por una parte sera por su bien (segun asi lo cree ella) y se comprende. por que ella no es quien paul cree. amo tanto tu fic! por favor sube mas seguido y no me dejes asi!! quiero saber que pasara! bueno, me despido, que estes bien!
    pd. amo amo AMO tu fic!
    adios!

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