Un año y medio en el futuro, Londres
-Tienes que explicarme.–era Chio. Sus ojos marrones me miraban con una mezcla de curiosidad y disgusto.
-¿Qué cosa? –me hice el desentendido. Ella había entrado a mi camarín, donde estaba esperando a la estilista, quien había ordenado un cambio de vestuario.
-No te hagas. – me retó. - ¿Por qué tuve que mentirle a John? – yo solté un suspiro. Ni siquiera entendía bien lo que estaba pasando. ¿Cómo explicárselo a ella? –Viste su cara cuando pronunciaste ese nombre. Solo vi esa expresión una vez, y te aseguro que John no era precisamente feliz en ese momento.
-Yo tampoco acabo de comprenderlo.
-¿Quién es esta chica, Paulie?- su tono era firme.
-Se llama Angela Smith, tiene diecinueve años y va a la Universidad. –evitaba mirarla a los ojos. Entonces ella se acercó a mí y no me dejó otra que hacerlo.
-¿Qué tiene que ver con John? –preguntó.
-Sinceramente no lo sé. –respondí. – El otro día me pidió que por favor no le contara de nuestra relación. No entendí por qué me lo pedía, tampoco lo comprendo ahora. Creí que lo conocía, al igual que le resto de los chicos, por ser parte de la banda y porque Sofi habla de nosotros todo el día. –tomé aire- Pero al parecer hay algo más; no sé qué es. –repetí.
Chio se quedó pensativa unos momentos. Y de pronto su cara adoptó una mueca de asombro e incertidumbre.
-¿Dices que es la mejor amiga de Sofia, novia de Richard?
-Sí. – sus ojos ya no me miraban, sino que se encontraban clavados en la pared sobre mí, como si allí estuvieran escritas sus siguientes palabras.
-¿Y vive aquí en Londres con su padre?
-Tienen una casa en otro lugar, pero podría decirse que sí. ¿Qué es lo que te pasa, Chio?
-Shh. – me cortó. –limítate a responder. –continuaba observando como poseída y yo comenzaba a inquietarme.
-Conoce a John de algún lado… -pronunció en vos baja, más para sí que otra cosa. -¿Alguna vez te presentó a su familia Miranda? - ¡¿Pero qué…
-Sí, conocí a su abuela materna, su madre es fallecida.
-¿Y su padre?
-Nunca lo vi. Creo que se encontraban peleados o algo. Me estás volviendo loco, Chio.
-Una más. –acepté a regañadientes. – Con toda sinceridad. ¿Se parecen?
-Sí, -suspiré- sí lo hacen.
En ese momento la mirada de mi amiga cayó de nuevo sobre mí. No sé describir cómo me miraba, pero era una especie de miedo y agitación.
-Paul- colocó una mano en mi hombro. Parecía a punto de revelar algo terrible. – creo que sé quién es Angela Smith.
Me levanté de la silla en la que estaba sentado. Camine hasta el otro extremo del recinto. Tenía los nervios de punta.
-Es una chica común y agradable que me trae loco. –declaré. – Pareces demente. Hoy, cuando dijiste lo de Julieta, pensé en Miranda, y al instante, Angie la sustituyó en mi mente. Creo que al fin he podido enamorarme de nuevo. –las lagrimas amenazaban en el rostro de mi amiga. Yo no lograba comprenderla.
-Paul… -volvió a pronunciar con ternura. – Jamás has dejado de estar enamorado.– Afirmó- Creo, estoy casi segura, de que Angela es Miranda.
Mi primera reacción fue reírme a carcajadas.
-Escúchate. –le espeté. – el susto que te llevaste en el coche te ha afectado. ¿Angie y Miranda la misma persona? ¡Por favor! –noté en seguida algo de temor en el rostro de Chio. Sabía que estaba actuando algo así como un lunático, pero no me importó entonces. – Miranda esta muerta. ¡MUERTA! –exclamé. Hacía gestos con las manos, me costaba un horror expresarlo en voz alta. Ahora empecé a notar yo un escozor en mis ojos. – No va a volver. No puedo creer que si quiera te atrevas a considerarlo.–mi amiga continuaba observándome muda- ¿Sabes lo que eso significaría? –Ella negó una vez, yo la miré con intensidad. – Que es una mentirosa. Y que nunca me amó. Si lo que dices fuera cierto, ella me habría abandonado de la peor de las formas. –No pude evitarlo más y las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas.- ¡Tendría que haber fingido su muerte! ¡Nos amábamos! nadie en el planeta estaría tan loco.
Sabía que había logrado asustar un poco a mi amiga. Era consiente de lo aguda que sonaba mi voz. Chio no se merecía que la tratara tan injustamente, pero más que nada, fueron mis sentimientos hacia esa posibilidad, por demás demente, de que ella continuara con vida. No obstante, se acercó a mí y me abrazó. No hice nada, ni le correspondí, ni me quité.
-Lo siento mucho. –Pronunció.
-No vuelvas a repetirlo...
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