lunes, 18 de junio de 2012

Capítulo 47

Un año y medio en el futuro, Londres.

La llevaba de la mano, mientras ella retorcía los dedos a fin de librarse de los míos. Ambos reíamos a carcajadas. Ella forcejeaba hacia atrás y yo para adelante. 
-¡Paul! –chilló entre risas- ¿Dónde me llevas?
-Es una sorpresa, Angie. No seas tan impaciente.–La regañé incapaz de bajar las comisuras de mis labios.
-¡Hace más de media hora que me tienes vendada!- replicó buscándome a ciegas para darme un dulce beso.
Al segundo acorté la distancia, tomándola por la cintura. Me resultaba extraño besarla teniendo ella una venda en los ojos. Le quedaba chistosa, su flequillo llegaba al límite de la tela y hacía resaltar sus pómulos. Me separé, notando complacido que ella esperaba más.
-Vamos, o de lo contrario te perderás la sorpresa.
Volví a tomarla de la mano. Ya era viernes, estábamos en el vestíbulo de mi edificio y el reloj marcaba las cinco de la tarde. Extrañamente, hacía un día soleado en Londres, y el buen clima llevaba mucho tiempo vigente. Los rayos naranjas entraban por los ventanales e iluminaban todo el hall.
Una vez más sentí su forcejeo. Angela me había advertido que detestaba las sorpresas. No obstante, a mí me encantaba dárselas. Caminamos unos metros más al fin logré meternos en el ascensor. La venida de su casa a la mía había consistido una gran hazaña. No sé cómo logré que nadie nos viera.
Ella se abrazó a mi espalda, sobresaltada por el movimiento.
-Shh, tranquila. –la calmé. Luego me di la vuelta para quedar enfrentados.
Tomé su rostro entre mis manos y me acerqué lentamente. Me resultaba irreal lo mucho que la quería en tan poco tiempo. Cada día se agrandaba en mí esa sensación de que ya nos conocíamos, de que éramos perfectos el uno para el otro.
Sentí que sonreía en medio del beso. Que lo hiciera me enloquecía. Pasé las manos a su cintura y ella me rodeó el cuello con los brazos, eso hizo que nuestros cuerpos se pegaran. Pero justo en el momento en que más lo disfrutaba, Angie se quedó rígida. Dejó de juguetear con mis rizos y llevó las manos hasta posarlas sobre las mías. Desentrelazó mis dedos de la parte baja de su espalda y los colocó a ambos lados de mi cuerpo, sin que la toque.
-No hasta que saques este pañuelo de mi cara. -  declaró dando un paso atrás y cruzándose de brazos. Sonrió con suficiencia.
No era justo, ella sabía que sus besos formaban parte de mis únicas flaquezas.
Gracias al cielo, no tuve que preocuparme demasiado, pues entonces se oyó un pitido y las puertas de metal se abrieron nuevamente. Comprobé lo obvio: sexto piso. Tomé a Angie de la mano y la ayudé a salir.
-¡Por favor! ¡Quítamela! – rogó. Me obligué a mi mismo a no prestarle atención. No podía sucumbir ahora que estaba tan cerca.
Saqué la llave y la introduje en la cerradura. La puerta cedió al instante. Un aire abrasador y hogareño nos recibió. Era agradable, si bien había sol y casi estábamos en primavera, todavía hacía frío.
Nos metimos juntos en mi hogar, yo por delante. Atravesamos el pequeño pasillo en completo silencio.
Al fin llegamos al living. Todo estaba iluminado por el tenue fulgor de muchas velas. En la mesita ratona descansaba una botella de champaña, junto a dos copas largas de cristal. El lugar se encontraba limpio y ordenado, y un delicioso perfume flotaba en el aire.
-¡Paul!–insistió ella en susurros.-Exijo saber dónde estamos. – yo solo sonreí.
-Espera aquí. –dije dejándola parada en el centro de la habitación y dándole un rápido beso en la mejilla.
Me acerqué al reproductor, al lado habían dejado tres discos. ¡Olivia era increíble! Le había estado rogando que me ayudara con la decoración desde la cena en lo de Angie. Mi hermana se había pasado. ¡Incluso tenía música a elección!
Tomé uno de los primeros y lo puse a funcionar. La calida e hipnotizante voz de Frank Sinatra comenzó a sonar. Me fui como una flecha hasta el sillón y recogí la rosa roja que había dejado allí antes de salir.
Caminé en dirección a Angie y me coloqué tras ella. Desaté la venda y esta calló despacio hasta postrarse en el suelo. Fui capaz de oír la débil exclamación de asombro que salió de sus labios.
-Just the way you look, tonight. –canté en su oído a tono con la melodía.
Sentí cómo se estremecía de pies a cabeza. Tomé una de sus manos y le di una vuelta hasta que quedamos frente a frente. Miles de llamitas se reflejaban en sus ojos, que miraban fijamente los míos.  Le entregué la rosa y ella la sujetó con una mueca de encanto y asombro, que luego se convirtió en sonrisa. 
Quería congelar el tiempo en ese preciso momento. Angela llevaba ropa cotidiana. Algo tan simple como calzas y un suéter de lana con zapatillas en los pies. El cabello algo desordenado. No tenía maquillaje y, sin embargo, su expresión era mil veces más hermosa. En sus ojos claros brillaba la alegría y también se notaba en su sonrisa radiante. Sostenía con delicadeza la rosa roja. Me encontraba sobrepasado de emociones. La música llenaba el lugar creando un fondo encantador…
No sé cuánto tiempo permanecimos así, pero ella fue la primera en hablar.
-Es hermoso. –declaró, y noté que su voz temblaba y sus ojos comenzaban a cristalizarse.
-Angie -empecé, sujetando una de sus manos. Era ahora o nunca McCartney, completa la sorpresa.–¿Te gustaría ser mi novia?  

Después, todo pasó muy rápido.
La muchacha se quedó rígida al tiempo que una puerta se abría a mis espaldas. Contemplé confundido cómo el terror se apoderaba de sus magníficos ojos. Me di la vuelta para descubrir qué podía ser tan espantoso.
John.
De pie en el umbral que conducía a los dormitorios se encontraba mi mejor amigo. Concentré mi atención en su mirada, y me extraño sobremanera que su expresión fuera casi idéntica a la de Angie. Parecía que observaba un fantasma.   
-¡Qué tonto! – exclamé, en parte para romper la extraña tención que allí se había creado.-Olvidé presentarlos. Angie, él es John, compañero de banda y casi hermano; John, ella es Angela.
A continuación la chica recuperó movilidad y se acercó presurosa a la salida. Tenía el semblante más indescifrable que hubiera visto jamás.
-Lo siento, Paul.– Dijo mientras comenzaba a abrir la puerta para- al parecer- largarse de allí.–Nunca debí haber venido.–agregó al final, lo suficientemente alto como para que pudiera oírlo.
John reaccionó incluso antes que yo. Así como estaba -Tenía puestos unos jeans y una camiseta. Como llevaba el cabello mojado y los pies descalzos, supuse que acababa de ducharse- corrió tras ella, pero para cuando alcanzamos el corredor, los últimos cabellos oscuros de Angie desaparecían tras las puertas de metal.
El castaño no se dio por vencido y se dirigió como una bala por las escaleras. Yo lo seguí preguntándome qué mierda había pasado. Desde luego que no pintaba nada bien. En mi vida había visto a John tan alterado, ni siquiera en aquellas grises épocas de drogas en The Cavern.  
Bajamos los seis pisos a toda máquina. No me cansé tanto porque estaba acostumbrado a correr de pronto, demasiadas veces perseguido por las fans. Mi amigo miraba agitado a todas partes, girando cada tres segundos con los ojos bien abiertos. Parecía desquiciado. Me acerqué a la portera, que casualmente estaba por allí.
-¿Viste salir a una chica morena con cabello corto? –le pregunté. La mujer asintió con la cabeza.
-Acaba de irse. –me contestó.–la vi tomar un taxi en cuanto puso un pie en la vereda.   
-Gracias. –murmuré y volví con John.
El chico se hallaba parado en medio de la recepción tirando miradas asesinas a diestra y siniestra. También se volteaba y observaba sobre los hombros. Parecía un lunático.
-¡Dime que no me mentiste!–me exigió a los gritos a penas llegué a su lado.
-¿De qué hablas?- Me extrañé, intentando contener mi frustración. La chica que me gustaba había salido corriendo cuando le pregunté si quería ser mi novia, y ahora tenía a mi mejor amigo convertido en un demente. Valla día…
-¡Maldita sea, Paul! ¡Jura que dijiste la verdad!- volvió a vociferar, con pánico en los ojos.   
No le reconocía. John gritaba incluso más fuerte que en las entrevistas, agitaba las manos de forma violenta y temí que fuera a pegarme.  
-¡¿De qué mierda me hablas?! –contesté al fin, pues me di cuenta que no me escucharía de otro modo. Al fin dejó de moverse.
-Young.–susurró.– su nombre es Angela Young.
Me quedé paralizado.Ya había olvidado completamente que jamás le dije a John su verdadero nombre. Negué con la cabeza al tiempo que metía las manos en el bolsillo y miraba mis pies, arrepentido.
-Lo siento, Johny. –comenté.–en verdad se llama...
-Angela Smith. –completó él, quitándome las palabras de la boca.
Levanté la vista atónito, dispuesto a averiguar cómo lo sabía. Pero lo que advertí me dejó sin habla. El castaño se había bajado hasta quedar de rodillas en el piso. Se tapaba el rostro con las manos y sus hombros temblaban inconteniblemente. Me acerqué a él y apoyé mi mano en su espalda.
-John…
Se volvió hacia a mí apenas mis dedos rozaron la tela de su camiseta. Las lágrimas recorrían su rostro, pero su expresión no era seria. Tenía una mueca de alivio y diversión, con una gran sonrisa justo en el centro. Si antes estaba confundido, ahora no entendía nada.
-John… -repetí, observándolo casi con pena. El muchacho largó una fuerte carcajada.
-¡Esta viva, Paul! –gritó. - ¡Viva! – y luego volvió a reír.
-Wow, wow, wow, wow. Espera…- lo frené, preocupado. Parecía haber llegado a una especie de transe feliz, y, considerando que hace dos minutos se encontraba hecho una fiera, me asusté -¿Quién? –consulté.
Mi amigo se paró de un salto y apoyó una mano en mi hombro, mirándome fijo.  
-Miranda Kane. –pronunció con tono jovial.
Yo me sentí desfallecer. 




Ohhhhhhhh pobre Paul! AKJSFHSAJF No se olviden de comentar gentee. Tenía pensado subir este capítulo después, para dar más suspenso, pero no me aguanté-

1 comentario:

  1. Heeeey no agas eso subelo hoy :((((((( por cierto me encanta tu otra fic c; y si quieres pasartevpor la mia. the beatles and me c:

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