viernes, 21 de septiembre de 2012

Capítulo 58


Angela.

Entré en el hospital echa un tornado. Saludé a Raina a la pasada con un simple “¡Hola!” y corrí directa hacia la habitación de John. Debía contarle lo que estaba pasando. Tenía que saberlo y aconsejarme como toda la vida.
Pasé veloz junto a enfermeras y doctores bastante molestos por mi conducta, pero no les hice mucho caso. Ni siquiera sé cuántas veces dije: “lo siento” en el camino. No me tropecé y mucho antes de lo que pensaba, me encontraba en el inicio de aquel largo pasillo que me conduciría a mi mejor amigo. Planeaba contarle todo, desde lo ciega que había sido hasta la firme decisión que gracias a Olivia había tomado.
Perdida como estaba en mis pensamientos, no vi a la pareja de castaños que se besuqueaba junto a la puerta, y cuando los noté ya era demasiado tarde, no podría frenar. Así que allí estábamos los tres, tirados como pinos de bowling en el duro suelo del hospital.
-¡Cuánto lo siento, chicos! –me disculpé realmente avergonzada. Me puse de pie enseguida y ayudé a Sofi a pararse, Ringo lo hizo por sí solo.
-Ya… no es que podamos retroceder el tiempo y evitar que pase. –dijo el muchacho, examinándose uno de sus codos. - ¿Tú estás bien? –le preguntó a su novia.
-Sí, no te preocupes. –aseguró ella enseguida. Y ambos se sonrieron igual que el primer día. –Dinos, Randi. ¿Por qué corrías de ese modo? – interrogó. Mis mejillas se coloraron al instante.
-Yo… quería hablar con John. –confesé. Se me ocurrió pensar que tal vez venía demasiado acelerada.
-Bueno… dudo que quieras entrar. –dijo Richard con una pequeña pizca de misterio y gracia. Yo me extrañé.
-¿Por qué no? 
-Digamos, se encuentra algo ocupado. –explicó Re, conteniendo la risa. Los castaños se cambiaron una mirada que definitivamente ocultaba algo.
-¿Le están aplicando la medicación? –pregunté, pensando la opción más lógica que acudió en mi ayuda. Mi mejor amiga soltó una risilla.
-Sí… la medicación. –repitió Ringo, llevándose una mano a la boca para aguantarse la risa.
-Están raros. –afirmé frunciendo el seño y dándome la vuelta para ingresar a la habitación. Eso solo provocó más risotadas en la simpática pareja.
Decidí que lo mejor sería abandonarlos con los suyo, ellos siempre vivían en ese mundo aparte creado solo para los dos; todos lo sabían. Coloqué mi mano sobre el picaporte y tiré de él para bajo, sentí que la alegría volvía a invadirme al pensar que Johny podría ayudarme con mis propósitos.
Sin embargo, mi mueca cambió drásticamente al observar lo que allí adentro ocurría.
-¡Lo siento! –grité de pronto, tapándome los ojos con la mano y volviendo a cerrar precipitadamente con un brinco hacia atrás. Sacudí la cabeza para quitar de mi mente la imagen de John y su novia besándose desaforadamente sobre su cama.
A mi lado Ringo y Sofi se descostillaban de la risa. Simplemente los fulminé con la mirada.
-¡Deberían habérmelo dicho! –me quejé, no enojada con ellos realmente, sino muy pero muy avergonzada.
-¡Te lo advertimos! –se defendió el baterista, Sofia simplemente no podía hablar.
-No, podrían haber sido mucho más explícitos y, no sé, algo como: “Eh, Angela, están teniendo relaciones ahí dentro”.
Y como si la suerte estuviera definitivamente en mi contra, en ese preciso momento, Chio abrió la puerta y se quedó mirándome perpleja, imposible definir quién de las dos se encontraba más roja. <<Tierra, trágame>> supliqué internamente. Los novios se miraron nuevamente y protagonizaron una nueva ronda de carcajadas.
-Nosotros no hacíamos eso. –dijo ella con un hilo de voz. <<¡Por favor, alguien máteme ahora!>>, rogué, pero no tenía caso, seguía igual de viva.  Algo hizo “click” en mi cabeza en ese instante, y me deshice en disculpas.
-Claro que no. –dije. - ¡Oh! ¡Lo siento mucho, Chio! Yo no quería… no fue mi intensión…  
La chica continuaba mirándome con sus grandes ojos oscuros y sus mejillas coloradas. Una cicatriz le iba desde la punta de la ceja hasta su boca, pero eso no le quitaba nada de belleza. Su cabello castaño caía en suaves ondas a los costados de su cara. << ¡Que buen comienzo con la novia de tu mejor amigo! >> Ironicé.
-Dile a Angie que pase. –escuché a John desde el interior. La muchacha se hizo a un lado, dejándome el espacio suficiente para pasar, una vez adentro, las risas de los castaños aún se escuchaban de fondo.
-De verdad perdonen, chicos. –Repetí.- puedo irme si quieren. –ofrecí. John sonrió desde se cama. Tenía una expresión cansada y el pelo algo revuelto, pero era feliz.
-No te preocupes. –le quitó importancia. –no se cómo hubiéramos terminado si no interrumpías. –me consoló. Yo lo miré sin entender.
-¡Tengo quebrados casi la mitad de mis huesos, Randi! –dijo, y se echó a reír. – Ya se nos iba de las manos. –comentó.
-Sabes que no iba a pasar de todas formas. –habló Chio desde atrás. Al parecer, ya había pasado el primer momento de vergüenza.
-Espera a que esté como nuevo. – intentó pincharla John, ella solo se río. De repente sentí que estaba demás en ese espacio de amor tan puro.
-Ni en tus sueños, Lennon. – lo desafió.
-En mis sueños todos los días. –canturreó Johny, logrando que ella volviera a sonrojarse.
-Sabes cuál es la condición. –dijo giñándole un ojo.–Mejor me voy –agregó después- un gusto conocerte, Angela, he escuchado muchísimo de ti. –se acercó y me dio un fuerte apretón de manos.
-Lo siento, de verdad. –repetí, pero la muchacha negó con la cabeza y me sonrió.
-Te veo más tarde, Johny. –le dijo a su novio.
-Adiós, linda. –contestó él.–Te amo.
-Y yo a ti. –completó, y luego abandonó el cuarto cerrando la puerta delicadamente.
Me quedé observando la embobada cara del castaño y solté una risita.
-¿Qué? –curioseó.
-Nada, me alegra verte tan feliz. – me sinceré, él extendió su sonrisa (si eso era posible).
-Ven, siéntate y dame un beso. –me exigió, yo le hice caso, adoptando la misma posición del otro día.
 – ¿Y de qué iban con todo eso de “en mis sueños”? – interrogué imitando pésimamente su voz.
-Chio es virgen. –me comunicó, un poco a lo bruto. La información me sorprendió bastante, me refiero… ¡Llevaban mucho tiempo de novios! Al menos todo un año. –Ya, sé que suena raro. –admitió. – pero desea esperar hasta casarse.
-Eso es muy noble.- dije, de pronto maravillada con su fuerza de voluntad. Tenías que ser muy perseverante para estar con John Lennon y seguir igual de pura.-¿Y a ti que te parece? –le pregunté.
-A veces es difícil. –reveló, siempre habíamos tenido este tipo de trato entre nosotros. – Pero creo que ella vale la pena.
-Sí que te tiene enamorado. –me reí.
-Ya lo creo. –concordó él.
-Así que esa es la “condición”. – afirmé. – Matrimonio.
-Exacto. – ambos nos miramos por un momento, diciéndonos muchas cosas sin palabras. - ¡Oh por Dios! –exclamé, tapándome la boca con las manos.
-¿Qué? –se sobresaltó mi amigo.
-¡Lo harás! –Chillé.
-No lo sé… no lo consideré todavía. – Se defendió.
-¡Está ahí! –dije apuntándolo con un dedo acusador. - ¡En tus ojos! –los dos nos echamos a reír.
-Basta ya. –pidió, poniéndose un poco incómodo con el tema. - ¿Para qué venías a visitarme, de todos modos?
-Antes que cambias de tema. –rogué, John puso sus ojos en blanco. - ¿Podré ser la dama de honor? ¿Por favor, por favor?
-¡Angela! ¡No sé que voy a hacer! –declaró, y su tono me indicó que ya lo había molestado lo suficiente.
-Bueno, justo eso venía a decirte. – Aproveché sus palabras.-  He tomado una decisión con respecto a Paul. – sus cejas se levantaron instantáneamente, sorprendidas.
-¿Y cuál es? – preguntó.
-Quiero que sea feliz. –dije simplemente, contenta de llevar esa certeza conmigo. El castaño me miró con aprobación y una pizca de orgullo.
-¡Eso es genial! ¿Y qué tienes planeado?
-Cuando él vuelva, seré otra. –Solté. Una carcajada escapó de mis labios cuando vi su rostro cambiar hasta adoptar una mueca de terror.
-No te funcionó muy bien la última vez… -comentó, cauteloso.
-¡No me refiero a eso, bobo!- le expliqué. – Ya he sido todo lo egoísta que alguien puede ser en la vida, y lo estuve pensando, él se merece a una chica humilde, buena, gentil, alguien que lo quiera más que a nada en el mundo.
-Tú lo quieres más que a nada en el mundo… -susurró John.
-Es verdad. –admití. –pero me faltan las otras cualidades.
-Randi, tú no tienes que cambiar por él – comenzó a protestar, pero yo le puse un dedo en la boca para que cerrase el pico. 
-Todas eso lo tienes tú. – afirmé. – Y si no es mucha molestia, voy a pedirte que me lo enseñes. –el chico sonrió enternecido ante aquella frase.
-Primero prométeme que no dejarás de ser tú. –condicionó.
-¡Eso jamás! – aseguré y ambos volvimos a reír. – Quiero ser lo mejor para Paul, así como él lo es para mí. –dije suspirando. Sentí su mano cálida envolver la mía y darle un fuerte apretón, inspirándome confianza.
-Haces las cosas por amor a otra persona. – habló citando exactamente esa frase, hecho que me sorprendió y me hizo volver a mirarlo. –Se nota a kilómetros que tuviste una charla con Olivia.
-¿Cómo lo sabes? –curioseé.
-A mi también me han tocado. –confesó y yo reí. – Pero déjame decirte algo. –continuó, poniéndose serio de repente. – Creo que debes tener en mente que no sabemos lo que siente Paulie, y conociéndolo como lo hago, no sé si podrá perdonarte. –yo tragué saliva, no presagiaba nada bueno. – Haz lo siguiente: cambia, pero por ti, para saber que eres mejor persona, y sobre todo, para encontrarte a ti misma.
-¿Eso no sería egoísmo? –inquirí, confundida. Mi amigo sonrió negando con la cabeza.
-El egoísmo se da cuando quieres un bien que solo te traerá cosas buenas a ti. Por el contrario, si ambicionas cambiar para mejor, eso, aunque de forma indirecta, ayudará a los demás. –explicó.
-Nunca lo había pensado así. – me sinceré.
-Podrías empezar a hacerlo. – me animó. – Deja a Paul al margen por el momento,-propuso- imagínate si hicieras ese gran esfuerzo por él y luego no te quisiera.– me incitó. - ¿Qué pasaría?
-Volvería a derrumbarme ante la frustración. – respondí, fiel a mis pensamientos.
-Por el contrario, si haces el cambio por ti misma, y luego Paul no te quiere
-Continuaría siendo quien voy a ser. –completé, comenzando a entenderlo.
-Exacto. – las comisuras de mis labios se extendieron un poco.–Debes encontrarte a tí para encontrarlo a él.–la sonrisa terminó de formarse entonces.
-Muy bien, señor Lennon, manos a la obra. –declaré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario